Pérdida auditiva: el mayor factor de riesgo para sufrir alzhéimer
- En las últimas dos décadas, la probabilidad de padecer alzhéimer ha caído en los países con ingresos más altos
- La investigación de esta enfermedad afronta una etapa optimista gracias a la creación de dos nuevos fármacos que retrasan el avance de la enfermedad
En la actualidad, más de 50 millones de personas en todo el mundo viven con demencia. Para el año 2050, la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que esta cifra se triplique y alcance los 139 millones de casos, lo que equivale a toda la población de Rusia. De estos datos, el alzhéimer será responsable de entre el 60% y el 80% de los casos. Sin embargo, en medio de este sombrío escenario surge una buena noticia: la posibilidad de desarrollar esta patología está en declive.
Estudios recientes realizados en Europa, Estados Unidos y Canadá indican que las tasas de demencia en la población de edad más avanzada han caído un 24% en las últimas dos décadas. Parece contradictorio: debido a una mayor esperanza de vida, el número de adultos con alzhéimer u otras demencias aumentará, pero la predisposición de los mayores de 75 años es menor que hace dos décadas.
La comunidad científica atribuye esta reducción principalmente al estado de bienestar, en especial debido al acceso a una educación pública y a una atención médica de calidad. Por lo tanto, la demencia se puede prevenir si se toman las medidas adecuadas.
En 'El Cazador de Cerebros', la psiquiatra Gill Livingston, profesora de la University College London y una de las mayores expertas en demencias, explica que “nuestro cerebro empieza a cambiar muchos años antes de que se manifieste la enfermedad de alzhéimer”. La evidencia científica demuestra que las primeras lesiones cerebrales aparecen 20 años antes del inicio de los síntomas. Sin embargo, Livingston puntualiza, “dependiendo de la resiliencia del cerebro, podemos pasar más tiempo sin notar los indicios típicos de esta patología”.
Cerebro despierto, cerebro sano
Una manera de obtener un cerebro resiliente es construyendo una mayor reserva cognitiva, es decir, aumentando el número de conexiones neuronales. Cuanto más aprendemos y estimulamos nuestro cerebro, más conexiones cerebrales tenemos.
De hecho, en 1994, investigadores de la Universidad de Columbia demostraron por primera vez que las personas que tenían más años de educación formal u ocupaciones más desafiantes intelectualmente tenían menos riesgo de sufrir demencia. Incluso hay personas que presentan una acumulación de placas b-amiloide, una proteína asociada al alzhéimer, pero que nunca llegan a manifestar la enfermedad porque poseen más conexiones neuronales, capaces de compensar temporalmente las funciones de las neuronas perdidas. Simplemente, tienen más cerebro que perder.
Muchas enfermedades neurodegenerativas son el resultado de una interacción compleja entre diversas variables genéticas, ambientales y de estilo de vida. La doctora Livingston es internacionalmente reconocida por haber descubierto que, abordando doce factores de riesgo, a los que llama "factores modificables", se pueden evitar el 40% de casos de alzhéimer.
Sorprendentemente, la pérdida de audición destaca como el elemento más influyente, pero tiene una lógica detrás: escuchar es un ejercicio cognitivamente muy estimulante, obliga al cerebro a seleccionar y descartar la información más relevante en cada momento. Aparte de la capacidad auditiva, los otros factores incluyen fumar, padecer hipertensión, obesidad o diabetes, la inactividad física, el consumo excesivo de alcohol, la contaminación del aire, haber sufrido una lesión cerebral traumática, la falta de educación en etapas tempranas, la depresión y el aislamiento social. Como destaca Livingston, “la forma en que uno vive puede marcar una diferencia real en el desarrollo de alzhéimer”.
La precariedad, el estrés y la pobreza afectan al cerebro
El estilo de vida no es el único factor determinante, también lo es el nivel socioeconómico. Vivir en entornos desfavorecidos multiplica por tres la predisposición a sufrir demencia de aparición temprana, aquella que se manifiesta antes de los 60 años. La precariedad, vinculada a las jornadas laborales extensas en trabajos rutinarios y poco estimulantes, conlleva un estrés y una mayor incidencia de trastornos depresivos. Además, dificulta el control de la salud, limita el tiempo para el cuidado y el ejercicio físico.
“Puedes retrasar su aparición cinco, diez o quince años con tu estilo de vida“
Sus efectos ya están dejando mella: se ha observado que el riesgo de sufrir estas enfermedades está aumentando en los países e incluso barrios con mayores tasas de pobreza. De hecho, en la actualidad, el 66% de personas con demencia residen en territorios de ingresos bajos y medios. Según Livingston, “aunque tengas genes que te predisponen a padecer alzhéimer, puedes retrasar su aparición cinco, diez o quince años con tus elecciones de estilo de vida. Y en estas decisiones debemos incluir las políticas que repercuten en la forma en la que vivimos, ya que aspectos como la contaminación quedan fuera de nuestro control y realmente marcan una gran diferencia. Combatir la demencia es también una cuestión de justicia social.