La curación del alzhéimer: de la utopía a una realidad tangible
- El 40% de casos de alzhéimer se pueden prevenir modificando factores de riesgo vinculados al estilo de vida
- Gracias a los avances tecnológicos, ahora se puede diagnosticar a través de análisis de sangre
“Había dejado de ser la mujer que había conocido, que velaba por mi vida, y, sin embargo, bajo ese rostro inhumano, por su voz, sus gestos, su risa, era mi madre, más que nunca”. Así describía la escritora Annie Ernaux, en 'No he salido de mi noche', el retrato de su madre oculto por el alzhéimer, enfermedad con la que convivió durante los últimos años de su vida. La mujer falleció en 1986 a causa de esta patología, en un momento en el cual la prognosis era extremadamente desfavorable por el escaso conocimiento sobre ella, aún asociado al curso natural de la vejez.
A día de hoy, el alzhéimer afecta a unas 800.000 personas en España y a una de cada diez personas mayores de 65 años, pero no existe un tratamiento que lo cure. Es la forma más común de demencia progresiva, que genera un deterioro de la memoria, el comportamiento, el intelecto y la capacidad de llevar a cabo actividades cotidianas.
Desde que la madre de Annie Ernaux falleció, los avances en la investigación científica han crecido exponencialmente, logrando un mayor conocimiento de la patología, mejores enfoques terapéuticos y de prevención y un incremento en la calidad de vida. Aunque parezca que en las últimas décadas ha habido un silencio sobre estos progresos, la realidad es que todo este trabajo ha sido clave para lograr los estudios que se están realizando hoy y los que vendrán en el futuro.
Frenar el alzhéimer, pero ¿cómo lo hacemos?
El gran objetivo de la curación del alzhéimer recae en la vía farmacológica. En 2003 salió al mercado el primero, la memantina, que regula la actividad del glutamato, un mensajero químico involucrado en las funciones cognitivas globales. En esta línea de abordaje también se sitúan los inhibidores de la colinesterasa, que aumentan los niveles de aceticolina, un neurotransmisor relacionado con la memoria, el razonamiento y el juicio, entre otros. Su uso se limita a fases incipientes de la enfermedad, ya que a medida que esta progresa, disminuye la producción de la acetilcolina, por lo que se reduce su eficacia.
Tradicionalmente, el enfoque farmacológico se ha centrado en aliviar los síntomas presentes en el alzhéimer, pero en 2023 la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) aprobó el uso del aducanumab y el lecanemab, dos tratamientos que retrasan la manifestación de la enfermedad atacando directamente la proteína beta amiloide, considerada una pieza clave en el curso de la demencia. Cabe destacar, pero, que su uso es restringido y poco claro, y que solo se usa en pacientes con un deterioro cognitivo leve. En Europa aún no se ha comercializado.
Mercè Boada, una de las investigadoras de demencia más influyentes del mundo y directora del centro ACE, celebra este enorme avance en el programa de ‘El Cazador de Cerebros’ dedicado a esta patología: “Hemos pasado de un tratamiento sintomático a uno para controlar a la enfermedad. Tenemos fármacos que mantienen estables durante un tiempo a los pacientes y, si antes la pendiente de caída de la enfermedad era del 70-90%, ahora la aplana y extiende la calidad de vida”.
Además, al existir distintas terapias con enfoques varios, la capacidad de actuación es mayor, “a la larga, podremos combinar los fármacos para darlos en el mejor momento, pararlos cuando toque, añadir otros, combinarlos… Así, prolongaremos el beneficio no de un fármaco, sino de varios”, añade la investigadora.
Más allá de la medicación
Sin duda, los fármacos son importantes para el alzhéimer, pero en una enfermedad como esta hay un factor imprescindible para la buena prognosis: el diagnóstico temprano. El director científico del Centro de Investigación de la Fundación Cien, Pascual Sánchez-Juan, pone el foco en los métodos de detección: “Tenemos algunas herramientas para diagnosticar de forma precisa, como la punción lumbar o el PET, pero no son técnicas escalables que podamos usar de forma generalizada”.
“Podremos detectar el alzhéimer en personas que no presentan síntomas“
Para solventarlo, en su laboratorio se centran en los biomarcadores, es decir, en buscar componentes asociados a la demencia. El objetivo principal es ser capaces de detectar la enfermedad con un simple análisis de sangre. Y no están tan lejos de conseguirlo. “Hemos visto que las proteínas de la barrera hematoencefálica pasan a la sangre, y con las nuevas tecnologías podemos detectarlas e, incluso, podremos revelar la presencia de alzhéimer en personas en fase preclínica, cuando todavía no presentan síntomas”, apunta Sánchez-Juan.
Este cambio es abismal. "Creemos que es el principio de una nueva era, donde retrasar el curso de la enfermedad será posible, así que tenemos que estar preparados. Debemos tener las herramientas para que se haga de forma democrática y tener biomarcadores escalables que podamos usar de forma sencilla, sin depender de la tecnología, de centros superespecializados o de pruebas muy caras”, comenta el científico.
En la misma línea, Mercè Boada destaca el trabajo actual para simplificar los tratamientos, “actualmente, los fármacos son por vía periférica endovenosa, tardamos más de una hora en aplicarlos. Pero se están estudiando fórmulas subcutáneas que permitirán la dosificación a domicilio, con lo que también bajará el coste de aplicación para los centros médicos. Este es el éxito del alzhéimer, y con este éxito, llegaremos a darle salud al cerebro”, concluye.