No hay ciencia sin curiosidad: 'La herencia de Eva', de Carmen Estrada
- La catedrática y neurocientífica Carmen Estrada habla en 'La herencia de Eva' del papel crucial de la ciencia en la cultura
- Estrada habla de las tres etapas del quehacer científico: la curiosidad, la profundización de conocimiento y la transmisión
Para la catedrática y neurocientífica Carmen Estrada (Sevilla, 1947), la ciencia es un refugio de cordura, una fuerza cómplice, una herramienta de poder y una fuente de esperanza. Estar bien informado es la mejor protección en una era de bulos, desinformación y un cronómetro medioambiental acelerado y amenazante. En La herencia de Eva (Taurus) la investigadora narra el encuentro entre la ciencia y las humanidades como motor de la civilización contemporánea.
La clásica disyuntiva entre ciencias o letras se desdibuja en la trayectoria profesional de Carmen Estrada. Se licenció en Medicina por la Universidad de Sevilla, y luego se doctoró en Madrid. Ejerció de profesora titular en universidades de Cádiz y California, y tras su jubilación se dedicó al estudio del griego clásico, que han dado como fruto varios libros sobre el tema. Estrada charla con 'Página Dos' de la ciencia como una tarea colectiva y colaborativa, donde la voz de las científicas debe estar tan presente como la de ellos.
Proteger la ciencia de la avaricia
La herencia de Eva es también una crítica afilada a cierta manera de entender la ciencia como medio para alcanzar unos fines interesados. Estrada defiende su función social, incompatible con un capitalismo salvaje que solo busca el beneficio y trata a los ciudadanos como clientes. Carmen Estrada: «Solo a través del humanismo científico podremos recuperar el papel central y de vanguardia que la ciencia ha desempeñado a lo largo de nuestra historia.»
«La palabra más antigua que conocemos para designar a la ciencia", cuenta Carmen Estrada, «es epistéme, que en griego significa pararse a observar algo. También incluye la idea de indagar, contrastar y abandonar la idea si surgen evidencias en su contra.» Este ensayo demuestra que la actividad científica es tan antigua como la artística, y responde a un rasgo inherente de la naturaleza humana: la curiosidad, las preguntas, la necesidad de trascender.
Las sociedades humanas se articulan en torno a dos dimensiones: la técnica y la cultural. La primera produce herramientas, instrumentos que facilitan la adaptación al mundo. La segunda, basada en el lenguaje, genera una visión del mundo que da forma a la organización social y se expresa en códigos, expresiones o símbolos compartidos. El humilde libro, con su estructura ligera y sencilla, recoge lo mejor de los dos mundos.