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Así se construyeron las Casitas del Infante y del Príncipe según sus aficiones

  • Carlos III mandó construir dos pabellones para dos de sus hijos, la Casita del Infante para el Infante Gabriel de Borbón y la del Príncipe para el futuro rey Carlos IV
  • Juan de Villanueva fue el arquitecto que diseñó un pabellón de música y otro de caza siguiendo las aficiones de los jóvenes

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Así se construyeron las Casitas del Infante y del Príncipe según sus aficiones
Casita del Infante.

Carlos III puso en valor el encanto del Real Monasterio de El Escorial, promovido en la dehesa de la Herrería por Felipe II en el siglo XVI, y mostró un interés especial hasta transformar su fisonomía. Fue en 1771 cuando el monarca ordenó construir dos pabellones rodeados de jardines en el Real Sitio, al noroeste de la villa de Madrid. Estas casas de campo fueron construidas para uso y disfrute de dos de sus hijos: el Infante Gabriel de Borbón, para quien se construyó la Casita del Infante; y para el futuro rey Carlos IV, por entonces Príncipe de Asturias, para quien se ideó la Casita del Príncipe.

Casitas según los gustos del Príncipe y el Infante

Las Casitas del Infante y del Príncipe fueron proyectadas por Juan de Villanueva, máximo representante de la arquitectura neoclásica en España, inspirado en la tendencia francesa de la época, imbuida por la construcción del Pequeño Trianon en el Palacio de Versalles. Los dos pabellones consistían en residencias campestres construidas en un entorno natural cercano al palacio, ideadas como lugar de ocio donde, tal como indica la paisajista y presentadora de 'Jardines con Historia', Mónica Luengo, “disfrutar de sus aficiones y reunirse en la intimidad con familia y amigos, lejos del rigor de la corte”.

El arquitecto se encargó de diseñarlas en función de los hobbies de ambos vástagos: la del Infante era la música y la del Príncipe, la caza. Para la Casita del Príncipe, construyó el edificio principal y los dos pabellones laterales, entre 1771 y 1773. Con un cuerpo central de gran sencillez y elegancia compositiva, construido con la piedra berroqueña de la zona, se remató con cubierta de plomo, dos soluciones arquitectónicas que remiten a la tradición escurialense.

Interior Casitas Infante y Príncipe

Imagen del interior de las Casitas Infante y Príncipe.

La Casita del Infante, situada en el término de San Lorenzo de El Escorial, se conoce también como Casita de Arriba, por su ubicación a una altitud mayor que la otra. “Cuando al llegar el otoño, la familia real se trasladaba al Monasterio de El Escorial, el infante Gabriel utilizaba este lugar para retirarse y disfrutar en él de su gran pasión: la música”, indica Luengo. “Durante la inauguración de su casa de recreo, el propio infante, que siempre tuvo grandes dotes musicales, actuó como clavecinista, interpretando una obra compuesta por su maestro, el padre Antonio Soler, uno de los máximos exponentes de la música barroca en España”, añade.

El diseño de la Casita del Infante en aras de su uso como sala de conciertos significó un reto para el arquitecto Juan de Villanueva: “Los músicos ocupaban las habitaciones de la segunda planta, cuyas ventanas dan al salón bajo la bóveda, donde se situaban los oyentes. Aunque muchos expertos dudan de que esta fuera la disposición real, lo que es seguro es que Villanueva creó un espacio que permite disfrutar de la música en condiciones óptimas, tanto desde el interior de la casita, como desde el jardín”.

Juan de Villanueva consiguió crear en la Casita del Infante un espacio donde la armonía es total entre los elementos arquitectónicos y los jardines. Para conseguir esta unidad y consistencia del conjunto, el arquitecto recurrió a la repetición de materiales y de formas y trazó los jardines a partir de la prolongación de los ejes principales del palacete.