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Más allá de la monogamia y la heterosexualidad: así son las diferentes relaciones ahora

  • Las nuevas generaciones son cada vez más propensas a definir sus relaciones desde marcos no tradicionales, como la no monogamia
  • Los modelos alternativos implican un cambio en la percepción del amor, pero también de la estructura familiar y de la sociedad

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Más allá de la monogamia y la heterosexualidad: el amor en el siglo XXI
Una pareja poliamorosa

Las tendencias en las relaciones sexoafectivas se han ido transformando con el paso de las décadas. Aunque la monogamia y la heterosexualidad continúan siendo norma predominante, los avances sociales, económicos, educativos y políticos, entre otros, han favorecido el surgimiento y la normalización de otras formas de vincularse, como el poliamor, la homosexualidad o la bisexualidad, que han crecido exponencialmente en los últimos años.

Christine Campbell, psicóloga especializada e investigadora en este tema, destaca en 'El Cazador de Cerebros' algunos de los ejemplos principales de relaciones no monógamas consensuadas, un término paraguas que engloba aquellas relaciones en las que se tiene más de una pareja.

Un amor compartido

El poliamor se basa en el establecimiento de “relaciones románticas y sexuales con otras personas”. Generalmente hay más de tres implicados, que tienen un compromiso de fidelidad tanto afectivo como sexual. Dentro de esta categoría, encontramos variantes como el poliamor jerárquico, cuando se mantienen vínculos principales y secundarios, y el no jerárquico, en el que todas las parejas están al mismo nivel. Además, en los últimos años se ha popularizado el concepto de 'anarquía relacional', que rompe con la jerarquía clásica y sitúa todos los vínculos (amistades, familia, pareja, etc.) en una misma categoría de importancia.

El swinging o intercambio de parejas, en cambio, consiste en que “personas, normalmente parejas, mantienen relaciones sexuales con otros individuos o parejas, pero estas relaciones no son de índole afectiva”. En este caso, no se abre la relación de forma permanente, sino que se produce un encuentro sano y consensuado entre swingers, que puede o no tener continuidad.

Y luego están las relaciones abiertas, que de nuevo “suelen implicar a parejas que tienen relaciones románticas y sexuales externas con otras personas, pero de una forma no necesariamente tan integrada como las redes poliamorosas”, apunta Campbell. 

La infidelidad y el engaño no forman parte de las no monogamias consensuadas

Independientemente de si están dentro de la monogamia o fuera de ella, la base de las relaciones se construye con el consentimiento como punto de partida y el diseño de una serie de normas y acuerdos que establecen su funcionamiento. Como remarca esta experta, “la infidelidad y el engaño no forman parte de las no monogamias consensuadas, porque por definición no implican consentimiento”.

Relaciones invisibilizadas

Aunque el auge del poliamor se ha hecho latente socialmente en los últimos años, ha existido prácticamente siempre. Por eso, su análisis no se puede aislar de la perspectiva histórica que lo acompaña y que determina cómo el contexto de cada momento ha facilitado o dificultado la existencia de gente con orientaciones, identidades o comportamientos fuera de la norma. 

Si se contempla el último siglo, “sabemos que durante la Segunda Guerra Mundial hubo muchos intercambios de pareja”, comenta la psicóloga. En la década de los 70, en cambio, destaca “la gran explosión de modelos de vida comunitarios y una revolución sexual, como resultado de la píldora anticonceptiva”. Este progreso se detuvo justo después, en los 80, “con la llegada del sida, que probablemente influyó muchísimo en que todo se frenara. La investigación sobre las relaciones diversas se detuvo, y la financiación se destinó a asuntos médicos”. Desde entonces, “no cabe duda de que en los últimos tiempos se ha producido un aumento, sobre todo en los últimos diez años”, apunta.

Más allá de la monogamia y la heterosexualidad: así son las diferentes relaciones ahora

Derechos LGTBI+

Más allá de la perspectiva histórica, una fuente clave del progreso es la percepción social. Cada vez que aparece un nuevo fenómeno surgen posiciones que ponen en duda de su validez, pero con el tiempo desarrollan un proceso de normalización, como se ha vivido con el divorcio, con la convivencia de parejas no casadas y que está empezando a percibirse también en las relaciones homosexuales o en el hecho de ligar por Internet

Un ejemplo de ello es el cambio generacional en los emparejamientos y las dinámicas sexoafectivas. Campbell comenta que, “los menores de 30 años son más propensos a definirse como no heterosexuales y, en general, por lo que sabemos, a admitir que tienen relaciones no tradicionales”. En cambio, la estigmatización está mucho más presente en la población de más edad. “Puede que también tengan este tipo de vínculos, pero es difícil investigar temas tan estigmatizados, porque no lo dicen abiertamente. Estoy segura de que todo el mundo conoce, qué sé yo, a una pareja y a la tía Helena que vive al lado, que tal vez se relacione más con esa pareja de lo que la gente cree”, añade.

Teniendo todas estas cuestiones, Campbell rompe una lanza a favor de la tolerancia, “existe desde hace más tiempo y se practica más de lo que la gente cree; hay que dejar que la gente quiera a quien quiera”; y del replanteamiento de las relaciones, “como la monogamia es lo que se espera socialmente de nosotros, no solemos cuestionárnosla, pero las personas poliamorosas sí que lo hacen, y creo que las monógamas podrían hacerlo, crear sus propias reglas, sus normas”.