'Dura menos la eternidad': retrato de México a través de la mirada de Rafael Doníz y Pedro Valtierra
- La exposición ‘Dura menos la eternidad’ en Casa de México de España (Madrid) pone en diálogo la obra de los dos fotógrafos
- ‘Dura menos la eternidad. México en la mirada de Rafael Doníz y Pedro Valtierra’ está enmarcada en el certamen PHoto España 2024
Bajo el lapidario título de ‘Dura menos la eternidad’ se presenta en Casa de México de Madrid una nueva exposición de fotografía enmarcada en la edición de PHOTO ESPAÑA 2024. La muestra, disponible hasta el 8 de septiembre, nos toma de la mano para recorrer cinco décadas recientes de la vida del país azteca desde dos prismas particulares.
La vibración de la calle, los incipientes movimientos revolucionarios, las catástrofes, las celebraciones, la gente, la vida… las texturas y costuras de un país abierto en canal expuestas ante el ojo perspicaz e inquisitivo de dos mentes preclaras nacidas antes de 1960: Pedro Valtierra y Rafael Dóniz. Por su parte, Héctor Orozco, comisario de la muestra, ha asumido con maestría la misión de tejer, de manera laboriosa e inteligente, las convergencias y divergencias de estas dos obras inabarcables para extraer de entre sus fondos la esencia de la vida mexicana y volverla a coser con hilo invisible a miles de kilómetros de distancia, y así mostrarla en el escaparate madrileño que ofrece Casa de México.
México: un país, dos miradas
Pedro Valtierra (Fresnillo, 1955) parece ser el hombre discreto y sencillo que, de manera recurrente, pasaba por allí sin mayor aspiración, aunque casualmente, siempre con una cámara de fotos. Pero el instinto del felino que lo habita, el fotoperiodista, pone la mirada no una, sino cien veces, en el detalle que lo cuenta todo, de manera que el observador tiene que dejar de creer en la casualidad. No es la casualidad, sino el talento, lo que impulsa al hombre de la cámara a retirar su objetivo del mismísimo Papa de Roma, cuando se acerca a saludar a los ciudadanos durante una visita (Puebla, 1979) para focalizarse en ese pueblo enfervorecido y capturar el éxtasis puro en sus miradas.
No es casualidad narrar la devastación del histórico terremoto en Ciudad de México (1983) y repartir el espacio del encuadre por igual entre las ruinas y el cielo salpicado de nubes que les da cobijo, como si representaran el polvo, o las almas que ya se fueron al cielo. O toparse con el reloj suizo que quedó parado en el fatídico momento exacto de la devastación y retratarlo como protagonista simbólico del desastre: las 7 y 19 minutos, hora del Apocalipsis.
Pedro Valtierra recorrió México cómo fotoperiodista durante años y en su archivo quedó constancia de lo vivido por el país. Guardó históricas instantáneas que dieron la vuelta al mundo, como la del subcomandante Marcos, del popular Movimiento Zapatista (EZLN) el citado terremoto del 85, las celebraciones y desmanes del Mundial de fútbol del 86, la primera protesta del mundo con desnudo integral, protagonizada por los mineros de la Compañía Real del Monte y Pachuca, la primera vez que el todopoderoso PRI perdió el poder. También recorrió América Central y el Caribe, e incluso llegó a reflejar la dura supervivencia del pueblo saharaui. De todo ello, de su instinto natural, de su mirada se conforma una pata de esta exposición.
La otra mirada, la otra pata imprescindible, es la que aporta Rafael Dóniz. Es el ojo del hombre que pronto descubrió que no estaba hecho para el fotoperiodismo, pero que la fotografía permitía enfocar la realidad desde otro punto. Algo tendría que ver una temprana paliza que recibió por parte de activistas del PRI, tras la pérdida del ayuntamiento de Juchitán de Zaragoza a manos del movimiento campesino COCEI (1983). Rafael Dóniz (Ciudad de México, 1948) tiene el don de posar su mirada en el paisaje, en los detalles, en las texturas que llevan ahí siglos a la vista de todos, esperando a que alguien las recopilara y revelara. También domina el arte de buscar y extraer la esencia en las miradas y rostros que han interiorizado su experiencia vital tanto como la de sus ancestros, adaptándose durante decenios a un territorio, sin aspirar a que nada cambie.
Rafael Dóniz es capaz de esperar el momento preciso, quizá durante horas. Espera a la combinación de luz perfecta, al contraste adecuado, al trampantojo que la vida urbana ofrece frente a un cartel publicitario fantasioso, que deja entrever las contradicciones de la sociedad. Dóniz, que se formó en manos del maestro Manuel Álvarez Bravo, mira desde otro lado y construye con mirada artística, con magia e hipérbole, con humor y pasión, siendo fiel a su formación y a sus genes de artista. Dóniz cuenta que en el laboratorio de su maestro había un pequeño cartel que, implacable, proclamaba: “Hay tiempo”. Él, mejor que nadie, parece haber interiorizado el mensaje.
Dura menos la eternidad
Pedro Valtierra y Rafael Dóniz coincidieron, y se reconocieron, estando frente a frente en una multitudinaria charca de lodos curativos durante la mesiánica peregrinación del Niño Fidencio (Espinazo, Nuevo León. 1985) y no volvieron a encontrarse a lo largo de sus carreras, pese a ser prácticamente coetáneos. La peculiar manifestación popular del hecho religioso por parte de la ciudadanía mexicana, parece haber sido el punto de cruce indudable de sus carreras. Cada uno con su mirada, cada uno con su cámara frente a una realidad que nos impresionará de manera completamente diferente según quién nos la cuente. Esas miradas diversas y divergentes se contrastan y se complementan en esta exposición para hacernos algo más tangible y cercana la realidad de un México poliédrico y complejo retratado en vivo, a lo largo del tiempo. Porque, recuerden: lo que hay, es tiempo. Dura menos la eternidad.