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Julia Navarro y los niños que fueron enviados a Moscú durante la Guerra Civil

  • La escritora madrileña Julia Navarro publica El niño que perdió la guerra (Plaza y Janés), la historia de dos mujeres
  • Un matrimonio manda a su hijo a Moscú para alejarlo de la Guerra Civil, el hambre y la represión franquista

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Página Dos - Julia Navarro y los exiliados más jóvenes de la Guerra Civil

Esta historia empieza en Madrid, en invierno de 1938. Clotilde es una artista gráfica que dibuja caricaturas para los diarios republicanos. Son los últimos meses de la Guerra Civil. Mientras, en la otra punta de Europa, Anya vive una vida tranquila en Moscú. Estas dos mujeres se verán unidas por el destino en la nueva novela de la escritora madrileña Julia Navarro, El niño que perdió la guerra (Plaza y Janés). 'Página Dos' se cita con la autora en el Ateneo de Madrid.

La caída de la República es inminente. Clotilde se resiste con todas sus fuerzas a lo que su marido le ha propuesto: enviar a su hijo a Moscú para librarlo del hambre y la represión que —vaticinan— les esperan en solo unos meses. El hijo, Pablo, tiene cinco años y vive una infancia feliz al margen de batallas adultas. Finalmente, la idea del exilio se impone; el comandante Petrov viajará hasta la capital para recoger al niño y llevarlo a la URSS, donde Stalin está levantando un nuevo país sobre las ruinas del antiguo régimen.

Así, el pequeño Pablo es recibido en Moscú —ese Moscú tan diferente del Madrid cotidiano que él conoce— por su nueva familia, conmovida por el trágico exilio. El niño llega exhausto y enfermo. Anya no duda en cuidar de Pablo como si fuese su propio hijo. Anya ama la poesía y la música, aficiones sospechosas y burguesas a los ojos del poder. Mientras sus ilusiones naufragan en opresivo del terror estalinista, su espíritu se rebela contra la injusticia, la ausencia de libertad y el Gulag.

Me gusta la oposición de Clotilde a través del humor

«Clotilde pierde a su hijo. Acaba la guerra, quiere recuperarlo y no sabe cómo encontrarlo, no sabe dónde está», cuenta Julia Navarro. «Ella es perseguida por el régimen franquista. La hice caricaturista porque me gustaba esa forma de hacer oposición a través del humor.» Pablo crece con el recuerdo cada vez más lejano de su madre. Anya, por su parte, transmite al niño su amor por la música, la literatura y sus deseos de libertad. Las dos mujeres quedarán unidas por el destino del pequeño y por vivir bajo el yugo de ideologías totalitarias.

«Anya es una mujer que no renuncia a pensar por sí misma y no se deja imponer la doctrina del partido único», concluye Navarro. «Es una intelectual, y le horroriza la prohibición de leer a ciertos autores. El amor por la cultura le salva la vida en momentos muy complicados.»