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Manuel Vilas reflexiona con humor sobre el oficio de escritor en 'El mejor libro del mundo'

  • Manuel Vilas explora la vulnerabilidad del oficio de la escritura en El mejor libro del mundo (Destino), de aires autobiográficos
  • La novela habla del síndrome del impostor, las comparaciones, las envidias y todas esas pequeñas miserias de la profesión

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Página Dos - Manuel Vilas y el oficio de escritor en la autobiográfica 'El mejor libro del mundo'

El escritor es un animal solitario con dos caras. Una, la social, es la de los colegas de la escena literaria, el dejarse ver aquí y allá, hacer presentaciones y viajes y celebrar las ventas con las que el público haya tenido a bien obsequiarlo. En paralelo hay otra faceta, la privada, en la que el escritor duda. Duda y duda. ¿Sabré hacer otra novela? ¿Se olvidarán de mí? En El mejor libro del mundo (Destino), Manuel Vilas pone en boca de su protagonista —con ternura y compasión— las inseguridades que todo artista ha tenido alguna vez.

La novela, de clara inspiración autobiográfica, narra la historia de un escritor que se levanta todas las mañanas, desayuna y se va a trabajar a su despacho con la esperanza más elevada e ingenua posible: dar luz al mejor libro del mundo. Siempre desde el humor, Vilas reflexiona sobre el oficio; qué hace autor a un autor, y todas sus fragilidades: el ego, el síndrome del impostor, la constante y tragicómica comparación con el éxito de los otros novelistas, la incertidumbre, las decepciones…

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Misterios del éxito literario

Manuel Vilas (Barbastro, 1962) puede hablar desde la primera persona, ya que cuenta con décadas de experiencia en la profesión, y ha vivido el anonimato y el éxito total (en este orden, por fortuna). «Tenía cincuenta y cinco años cuando publiqué Ordesa. Mi atención entonces estaba volcada en mis problemas personales y para nada en la literatura. Con la publicación de la novela, esperaba lo de siempre (…) una vida discreta de escritor dentro de la invisibilidad. Una vida muy tranquila, muy anónima, alejada de la mirada pública».

Pero no se imaginaba el fenómeno literario en que iba a convertirse esa novela. «Mis editores comenzaron a ponerse felizmente nerviosos: algo estaba pasando. Ordesa se agotaba en las librerías, y las reimpresiones no daban abasto. Todo el mundo se puso a hablar del libro, y yo no tenía ni idea de por qué esta vez sí y otras veces no. Parecía una broma, pero ¿de quién?». Con esa reflexión del libro el autor pone de manifiesto uno de los grandes misterios de la industria literaria. ¿Por qué algunos libros acaban descollando, en un mercado saturado?

Es interesante ver cómo a un muerto de hambre franciscano como yo le empiezan a cambiar las cosas

Azar, boca a boca, un buen trabajo del equipo de marketing, un momento histórico propicio, un encaje perfecto del zeitgeist y el tono de la novela, constancia, complicidad de crítica y libreros… Hay decenas de elementos que ayudan a aupar un libro, y la suerte juega un papel nada menor. «Es interesante ver», narra el autor de un modo expresivo y respetuoso, «cómo a un muerto de hambre risueño y franciscano, como había sido yo durante cincuenta y cinco años, le empiezan a cambiar las cosas. Es un conflicto social, y por tanto político.»

El mejor libro del mundo es una mirada honesta, ingeniosa y humorística sobre cómo los escritores luchan día tras día por ser apreciados, sentirse queridos y pasar a la posteridad. Una pretensión tan cándida como legítima. Y, en cualquier caso, cuenta Vilas que en el anonimato no se vivía tan mal: «La discreción y la invisibilidad son dos lugares donde he residido cincuenta años; dos excelentes y enormes habitaciones soleadas en donde vivir, respirar y estar en paz con todo.»