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'Los últimos románticos', el amor, la nostalgia y el reencuentro con las pasiones, la nueva película de David P. Sañudo

  • El segundo largometraje del ganador de un Goya, David P. Sañudo, llega a los cines este 15 de noviembre
  • Basada en la aclamada novela de Txani Rodríguez, está protagonizada por Miren Gaztañaga

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David P. Sañudo y Miren Gaztañaga presentena 'Los últimos románticos'

A veces, uno necesita caer hasta el fondo y que el golpe duela lo suficiente para despertar del letargo. Es lo que le ocurre a Irune, la protagonista de Los últimos románticos. Una mujer que se enfrenta al duelo, emocional y físicamente, y que vive anclada en la nostalgia de todo aquello que ya no está, que ya no es. La novela de Txani Rodríguez da el salto a la gran pantalla bajo la dirección del ganador de un Goya David Pérez Sañudo que quedó fascinado al leer la historia. “Me descolocó esa mezcla imposible entre una mirada cruda y luminosa. No era una novela al uso y pensé que podía hacer una película que escapase de las grandes corrientes”, explica.

La película nos sumerge en un paisaje industrial, en algún lugar de Euskadi (no se dice, pero se trata de la ciudad de Gernika). Una ciudad envuelta en una extraña bruma, que la protagonista siempre transita al anochecer o en las madrugadas, en el que todo parece desmoronarse lentamente, como su protagonista. La actriz Miren Gaztañaga se mete en la piel de Irune, su primer papel principal en un largometraje en el que se transforma profundamente y con el que recorre los límites de las emociones y la vulnerabilidad humana. “Fue un proceso de casting muy duro, con varias fases. Necesitábamos a alguien que pudiese llevar a sus espaldas el cien por cien de las secuencias y que supiese dar expresividad a un personaje que, muchas veces, corre el riesgo de parecer frío o distante. Miren es una de las grandes figuras del teatro en Euskadi y tenía todas esas herramientas”, cuenta Sañudo.

Vivir aferrada a la nostalgia

Solitaria, insegura e hipocondriaca, el único hobby de Irune consiste en convertir cualquier trozo de papel en figuras, flores y pajaritas. Su vida se limita a un reducido círculo de conocidos: sus compañeros de trabajo, una vecina con la que comparte algo parecido a una amistad y un vendedor de billetes de Renfe a quien consulta horarios de trenes que nunca toma. “Lo que más miedo me daba de enfrentarme a este papel era poder mostrar su vulnerabilidad. Para hacer a Irune tienes que conectar, sí o sí, con tu propia vulnerabilidad”, cuenta Gaztañaga.

Irune recorre el duelo también desde lo corpóreo, su soledad no solo es con el mundo que le rodea, sino con ella misma. Hay algo triste que la atraviesa, pero también hay luz, un destello que también tiñe la película de un halo de inocencia y ensoñación. Cuando, un día, Irune se descubre un bulto en el pecho, al principio no se atreve ni a tocarse, pero no solo por el miedo a qué pueda ser, sino por miedo a encontrarse con ella misma. “Hay un proceso corporal evolutivo muy interesante en ella que también se trabajó mucho y hay una escena muy importante en la que ella baila y se desinhibe por primera vez, usando su cuerpo de una manera mucho más libre”, destaca Gaztañaga.

En este sentido, la banda sonora original y la música juegan un papel importante. “Hemos intentado trabajar en los términos de sutileza, hermosura, delicadeza y queríamos trabajar con una composición original de la banda sonora que fuera en esa línea”, cuenta Sañudo. De ahí surge la canción Esta noche, tema principal de la película, compuesto por Beatriz López-Nogales. Un artefacto pop que acompaña a Irune a través del baile.

De nuevo, con el tandem ganador del Goya

El cienasta vasco, ganador del Goya al Mejor guion original por Ane, vuelve a unirse a Marina Parés para escribir el guion de la película. Una adaptación que les llegó a propuesta de la productora La Claqueta, pero en la que han sabido impregnar sus inquietudes: personajes a la deriva en un contexto hostil, mezcla de géneros o el retrato de un pueblo vasco. "Ha sido muy placentero vivir un proceso en el que parte de una novela escrita por otra persona se transforma en un proyecto profundamente personal", comenta el director. En su segunda película juntos, ambos vuelven a demostrar que saben muy bien cómo tejer una narrativa social en el cine sin que esta se deje llevar por un discurso moralizante. Su guion retrata la fragilidad de la clase trabajadora, pero no la victimiza y articula una denuncia social sutil sobre la precariedad laboral y la deshumanización. “Todo lo que tiene que ver con las grandes causas me da mucho pudor, yo creo que en mi cine salen de forma genuina, porque es la realidad más próxima, porque quizá no sabría hablar de otras cosas, pero no busco ofrecer una respuesta clara”, apunta.

'Los últimos románticos', en el backstage del rodaje

El romanticismo es otra cosa

En Los últimos románticos la idea del amor se muestra desde muchas aristas, a través del enamoramiento de Irune por el operador de Renfe con el que habla cada noche, pero también desde otros aspectos. “El amor es una de esas palabras que, como cultura o democracia, tiene muchas definiciones y muchas muy imprecisas. Por un lado, tiene que ver con la idealización del otro, pero aquí ese amor es más la idealización de ese contexto que ya no existe, de un lugar donde no hay presente”, reflexiona Sañudo.

Los últimos románticos (Azken erromantikoak en su nombre original en euskera) llega a los cines este 15 de noviembre y cuenta con participación de RTVE. Una historia sobre las segundas oportunidades que recibió el aplauso del público en su paso por el Festival de San Sebastián y que acaba de recibir una nominación a Mejor Película en los premios ASECAN, anunciados en el Festival de Sevilla Cine Europeo.

'Los últimos románticos', estreno 15 de noviembre