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Arancha Barreiro, con VIH: "El diagnóstico ahora es de muerte social, que es como morir en vida"

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Arancha Barreiro sonríe junto a dos perros en un parque.  Uno es blanco y negro, el otro marrón.  La imagen transmite normalidad a pesar del titular sobre el VIH.

El VIH sigue siendo una enfermedad estigmatizada pese al éxito clínico en su tratamiento. “El miedo al estigma se vive desde el día que te dan el diagnóstico hasta el día que falleces”, asegura Arancha Barreiro, una asturiana que vive con VIH desde hace más de tres décadas. Ella es una de las protagonistas del capítulo ‘Vivir en positivo’ del programa ‘De Seda y Hierro’. Descubrió que era seropositiva en el año 1989, “cuando el SIDA era igual a muerte”, recuerda. “Fue un mazazo”, añade Arancha, quien pensó entonces que tendría poco tiempo de vida. Sin embargo, hoy, entre risas, cuenta: "El virus y yo nos hemos hecho amigos, gracias a la vida".

Mientras que hace 40 años el diagnóstico se concebía como una sentencia de muerte, ahora los tratamientos han logrado hacer al virus indetectable e intransmisible en la mayoría de los casos. Sin embargo, el estigma social, aunque camuflado, sigue siendo brutal. Muchas personas siguen teniendo miedo a decir que tiene VIH debido a la discriminación que sufren en diferentes áreas de su vida cotidiana como el trabajo o las relaciones de pareja. “Yo creo que el diagnóstico ahora, que no es de muerte, es de una muerte social, y la muerte social es como estar muerto en vida porque no te dejan pertenecer a muchos lugares, no eres bien recibido”, explica Arancha en ‘De Seda y Hierro’.

No somos bichos raros

Como consecuencia de los prejuicios y miedo al rechazo, Arancha tardó 32 años en decir públicamente que era seropositiva. “Esperé a que mis hijos fueran grandes, a que a través de mí hubieran adquirido herramientas para que, si alguien les dijera la típica frase de 'tu madre es una sidosa', pudieran responder de una manera coherente”, explica. Fue durante el primer Pride del Orgullo de las Personas con VIH cuando Arancha decidió dar la cara públicamente. “Recuerdo la energía de toda la gente que salió a la calle a decir: no somos bichos raros”, cuenta.

Mitos y desinformación

Este estigma y rechazo se alimentan de la desinformación. Es fundamental entender que el VIH es la etapa inicial de una infección que solo progresa a SIDA, la fase más avanzada, si no se recibe tratamiento médico adecuado. Gracias a los avances científicos, muchas personas con VIH nunca desarrollan SIDA, ya que los tratamientos actuales pueden retrasar e incluso prevenir su aparición. Según los científicos, cuando una persona con VIH está en tratamiento y tiene carga viral indetectable no transmite el virus. “No es algo que tú toses y yo me lo llevo”, aclara Arancha ya que, “debe existir una interacción entre dos personas, una puerta de entrada”, sentencia.

En términos científicos, solo existen cuatro fluidos corporales capaces de transmitir el VIH: sangre, semen, flujo vaginal y leche materna. Para que se produzca un riesgo real de transmisión, estos fluidos deben entrar en contacto con las mucosas del cuerpo o con una herida abierta, las principales vías de entrada del virus.

Parejas serodiscordantes

Hay personas que tienen un blindaje

Un claro ejemplo de la creencia errónea de que el VIH se contagia es la relación de Arancha y Víctor. Llevan juntos 34 años y son una pareja serodiscordante, es decir, uno vive con VIH y el otro no. Arancha fue diagnosticada cuando llevaba un año de relación con Víctor. “Fue duro pero no me arrepiento de nada y lo volvería a hacer”, asegura Víctor. “Hay personas que tienen como un blindaje hacia el virus”, explica Arancha en ‘De Seda y Hierro’.

Arancha ya era madre cuando conoció a Víctor. Aunque a su primer hijo no le realizaron pruebas de VIH al nacer, negativizó el virus. Su relación con Víctor fue distinta, y, conscientes del riesgo de transmisión de madre a hijo, tomaron juntos la decisión de ser padres. El hijo que tuvieron nació con VIH, pero a los 19 meses de vida perdió los anticuerpos maternos, demostrando que es posible reducir los riesgos con un adecuado seguimiento médico. Este hecho prueba que las mujeres con VIH pueden hacer su vida y tener hijos, si así lo desean, siempre que estén bajo los cuidados médicos necesarios.

La experiencia y el testimonio de Arancha son invaluables para quienes se sienten perdidos después de recibir un diagnóstico de VIH. Por eso, ella es voluntaria en el Comité AntiSIDA de Gijón, donde trabaja para visibilizar y apoyar a personas seropositivas y combatir el estigma social que rodea a esta enfermedad.