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¿Cómo eran las letrinas romanas?

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Ruinas de letrina romana en un campo verde, con columnas de piedra y una colina al fondo bajo un cielo nublado.

En el corazón del yacimiento arqueológico de Los Bañales, al norte de la Península Ibérica, los restos de una pequeña ciudad romana abrieron una ventana al mundo cotidiano del Imperio. Este lugar, a pesar de ser modesto y sin grandes recursos naturales, se asentó gracias a su ubicación estratégica como punto de tránsito en la vía romana que conectaba Zaragoza con la región de Bearne. Lo que muchos no esperaban es que entre sus vestigios mejor conservados destacase una infraestructura tan sorprendente como práctica: las letrinas.

La ciudad permaneció sepultada durante siglos, pero algunas excavaciones fueron capaces de desentrañar sus secretos. Los romanos, al asentarse allí, eligieron una ubicación llana cercana a un poblado indígena prerromano, construyendo sobre este terreno una pequeña pero avanzada comunidad. De esta urbe destacaron especialmente sus baños públicos, una evidencia clara del refinamiento romano en cuanto a higiene y bienestar.

El complejo termal de Los Bañales incluye espacios como el tepidarium (sala templada), el caldarium (sala caliente), y el frigidarium (sala fría), diseñados con una tecnología que continúa impresionando a los arquitectos actuales. El sistema de calefacción, conocido como hypocaustum, calentaba tanto los suelos como las paredes mediante aire caliente producido por calderas especializadas. Sin embargo, no solo los baños públicos se beneficiaban de este ingenio: las letrinas romanas también eran una pieza clave en la gestión sanitaria de las ciudades.

Las letrinas: diseño y funcionalidad

A primera vista, las letrinas romanas pueden parecer arcaicas y carentes de intimidad. ¿El motivo? La disposición de los asientos, que se encontraban alineados en bancos de piedra sin divisiones entre usuarios. Sin embargo, detrás de su sencillez se encontraba una innovación crucial: bajo los asientos corría un flujo constante de agua que transportaba los desechos hacia el exterior de la ciudad, reduciendo la posibilidad de enfermedades y manteniendo un entorno más higiénico y libre de infecciones.

Además, junto a las letrinas solía haber una corriente de agua limpia destinada al lavado, lo que deja claro una preocupación incipiente por la higiene personal. Este sistema no solo ofrecía practicidad, sino que también integraba una dimensión social al servir como un espacio para conversar y compartir noticias.

En un tiempo donde la gestión de los residuos humanos era una cuestión de vida o muerte para evitar epidemias, las letrinas romanas representaron un avance sanitario de gran calado. Aunque su diseño contrasta con la privacidad de los retretes modernos, su funcionalidad sigue siendo un ejemplo de cómo la ingeniería puede contribuir al bienestar colectivo.

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