Especies invasoras que están acabando con nuestro ecosistema
- Muchos animales y plantas se introducen en ecosistemas de los que no son originarios, proliferan y los ponen en serio peligro. Alteraciones que se agudizan con el cambio climático
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Los ciclos de la vida son precisos, pero también muy delicados. Pequeños cambios en estos ciclos pueden generar un efecto dominó y alterarlos por completo.
Es el caso de algunas especies animales y vegetales cuando son introducidas en ecosistemas de los que no son originarios, alterando por completo su equilibrio natural y provocando, en ocasiones, verdaderas y peligrosas reacciones en cadena.
El biólogo Ricardo Moure habla en Órbita Laika -programa disponible en RTVE Play- de algunas de estas especies exóticas invasoras, como la carpa común, y avisa de la nueva amenaza que se ciñe sobre los ecosistemas: el cambio climático.
La cascada trófica. ¿Quién se come a quién?
Cuando se altera la cadena alimentaria, el ‘quién se come a quién, se produce un efecto dominó que destroza el ecosistema. A este fenómeno se le llama ‘cascada trófica’.
Un claro ejemplo en nuestro país de una especie exótica invasora que ha provocado una cascada trófica es el de la carpa común.
La carpa fue el primer pez que domesticamos los humanos, hace ya más de 2000 años. El problema es que eso fue en Asia, de donde es originaria. Está en lagos, lagunas y estanques de casi toda España, pero es una especie exótica invasora y está desequilibrando el ciclo vital de nuestro ecosistema.
Es capaz de convertir cualquier masa de agua cristalina en algo turbio, insalubre y maloliente. A eso se le llama eutrofización, cuando el agua se degrada por exceso de nutrientes.
“Se llama eutrofización al enriquecimiento excesivo y desmedido de nutrientes en un entorno acuático“
¿Y cómo lo hace?
Comiendo: Las carpas se comen a los peces más pequeños y a los crustáceos microscópicos que eran quienes, a su vez, se comían a las microalgas. Cuando nadie se come a estas algas microscópicas, empiezan a multiplicarse.
Con sus heces: Estos peces liberan con sus heces dos nutrientes muy importantes, el nitrógeno y el fósforo, que precisamente sirven de abono a las microalgas y éstas se multiplican más.
Revolviendo: Las carpas se alimentan en el fondo y al hacerlo lo remueven, levantando los nutrientes que estaba en el fondo y que las algas usan para multiplicarse más.
Con todo ello, el agua se pone tan turbia que a las plantas del fondo no les llega la luz del sol y se mueren. En estas plantas es donde viven y se alimentan los peces y los crustáceos más pequeños que, a su vez, son el alimento de anfibios y peces más grandes.
Y, lógicamente, esto afecta también a animales más grandes como las aves acuáticas, que son las que se alimentan de anfibios y peces más grande. Es lo que se denomina, como decíamos, una ‘cascada trófica’.
La liebre ártica
La cadena alimentaria no es lo único que puede destrozar el ciclo de la vida, como demuestra la fenología.
“La primera vez que se usó el término fenología fue en 1853 por el botánico Charles Morren en su texto 'Souvenirs phénologiques de l’iver'“
La fenología es la ciencia que estudia los ciclos de los seres vivos a lo largo del tiempo y de las estaciones y cómo se sincronizan con el medio. Como los árboles, que en primavera tienen flores, en verano frutos, en otoño se tiñen de rojo y en invierno pierden sus hojas.
Todos estos ciclos naturales se encuentran ahora en escena con un nuevo enemigo: el cambio climático, que altera su entorno y sus tiempos y provoca que muchas especies se descordinen y hagan cosas poco habituales.
Es, por ejemplo, el caso de las liebres de zonas árticas que se vuelven blancas en invierno para camuflarse en la nieve. Con el cambio climático la nieve cada vez llega más tarde y la liebre no tiene su escondite natural y se convierte en presa fácil para los depredadores.
Las abejas mineras y las camas de la muerte
Otro ejemplo de lo que están provocando estas alteraciones fenológicas lo encontramos en la relación de las abejas mineras con las camas de la muerte.
Las camas de la muerte son unas flores de norteamérica muy neurotóxicas, cuya ingesta puede provocar la muerte. Nadie puede alimentarse de ellas menos las abejas mineras.
Las abejas mineras se alimentan de las camas de la muerte y, a su vez, solo cogen néctar y polen de estas flores. Así la abeja no tiene competencia por la comida y las camas de la muerte no se contaminan ni mezclan con el polen de otras flores.
El problema es que con el calentamiento global, los calores primaverales llegan antes y las camas florecen cada vez más temprano. Pero la abeja minera vive bajo tierra y allí no se nota que el calor haya llegado antes, por tanto, cuando despierta de la hibernación, las camas ya han florecido hace tiempo y se han marchitado. Ni la abeja tiene alimento ni la flor ha podido ser polinizada.
Todas estas curiosidades y muchas más en Órbita Laika, los martes a las 22:00h en La2 y siempre, disponible en RTVE Play.