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¿Sabías que Platón intentó convertir a un tirano en un gobernante sabio?

  • La Carta VII es el relato más personal y crudo de Platón, en donde mezcla confesiones con filosofía y lecciones de vida
  • Emilio del Río charla con el profesor Miguel Herrero de Jáuregui sobre las aventuras siracusianas del filósofo

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Estatua de mármol blanco de Platón, sentado con barba y toga, gesticulando. Fondo con cielo azul y detalles dorados de un edificio.
Platón, discípulo de Sócrates, trató de convertir a Dionisio II en el primer "rey filósofo". ISTOCK

Platón no solo escribió la tan estudiada "Alegoría de la caverna" –una metáfora sobre la condición de las personas en una sociedad atrapada entre la ficción y la realidad–, sino que también trató escapar de ella.

¿Y cómo lo hizo? Intentando convertir al joven tirano Dionisio II de Siracusa en el "primer rey filósofo" de la historia. En la Carta VII, su relato más personal y crudo, el discípulo de Sócrates, abre su corazón para hablarnos de su desengaño social y político, mostrándonos cómo sus esfuerzos, aunque en vano, dejaron una cicatriz que sigue, más de dos milenios después, sin curar. Porque sus lecciones parecen sacadas de los informativos de hoy: la lucha contra la corrupción, la tentación de los intelectuales de querer cambiar el mundo y el poder transformador de la amistad verdadera.

El helenista Miguel Herrero de Jáuregui, Catedrático de Filología Griega de la UCM y editor de la Carta VII de Platón, desvela todos los detalles en el podcast de RNE Audio Locos por los clásicos presentando por Emilio del Río, colaborador de No es un día cualquiera.

Platón no solo soñaba con un mundo mejor, sino que quiso hacerlo realidad. Pero, no lo tuvo fácil. Los cambios nunca han sido plato de buen gusto. Estamos en el siglo IV a.C., en Siracusa, una de las principales ciudades de la Magna Grecia, regida autocrática y militarmente, primero por Dionisio el viejo y después por su hijo, Dioniso el joven.

Los conflictos, tanto políticos como culturales, estaban por aquel entonces en su máximo apogeo, sin embargo, los ideales de Platón tampoco se quedaban atrás.

Con la esperanza de influir en la política a a través de la filosofía, el pensador se embarcó en tres viajes épicos a la ciudad italiana.

El primero, en torno al año 388 a.C., fue, según Herrero, "un viaje de juventud" que, pese a desarrollarse en "un plano distinto", marcó la pauta para lo que vendría después. De hecho, sin esta primera travesía, las demás jamás se hubieran producido.

"El primer viaje se produjo tras la muerte de su mentor, Sócrates. El mismo Platón cuenta que tras ello abandona el empeño político de Atenas para viajar y dedicarse a la filosofía", indica el profesor. Y en uno de esos periplos, tras haber pasado por Egipto, añade, Platón termina arribando a la siciliana Siracusa.

Pero los problemas no se hicieron esperar. Al contrario. "Al llegar entra rápidamente en conflicto con el tirano Dioniso I el viejo, que lo vendió como esclavo teniendo que ser rescato por un amigo de Egina", relata el experto.

Pero, el fracaso no fue absoluto. Platón supo encontrar una luz entre tanta oscuridad. Gracias a esa experiencia conoció a Dion. Y la conexión fue inmediata. "Desde el principio le profesó una admiración absoluta. Compartían el mismo sueño de establecer un gobierno basado en principios filosóficos y establecieron una amistad que duró para siempre".

Una amistad que cambió su vida y que a punto estuvo también de cambiar el rumbo del mundo. "Dion era cuñado de Dioniso I y tío materno de Dioniso II", apunta el profesor Herrero. Es decir, tanto Platón como Dion tenían 'acceso' directo a la capa más profunda y compleja de su plan: el poder. Solo había que esperar el momento ideal.

"El segundo viaje se da en torno al año 367 a.C. Tras la muerte de Dionisio I, vieron el campo abierto para influir filosóficamente sobre Dionisio el joven", señala Herrero. Y no solo por la inexperiencia o ingenuidad propias de la juventud, sino porque realmente creían ver en él "aptitudes e inclinaciones filosóficas". No obstante, esa receptividad no fue más que un espejismo, un oasis que rápidamente se desvaneció en el desierto de la realidad política. Fue el fin de la segunda aventura siracusana de Platón.

"En ese empeño de convertir Dionisio II en un gobernante filosófico se enfrentaron a cortesanos intrigantes y a un tirano que usó la filosofía nada más que para aparentar sabiduría", cuenta Herrero. Fue en el momento de educar a Dioniso el joven cuando crecieron las tensiones. Primero el tirano exilió a Dion, y luego despidió a un Platón que, pese a todo, no se rindió. Hubo un último viaje a Siracusa.

Gobernantes filosóficos: el amor platónico de Platón

"El tercer viaje es tropezar con la misma piedra de nuevo", asegura Herrero. Platón, desengañado y retirado en Atenas, recibió la invitación de Dionisio II. No quería regresar, pero el joven le sedujo con la idea de recuperar la concordia pérdida, algo que nunca sucedió.

"Pronto se da cuenta de que las condiciones de fondo no habían mejorado, que seguía siendo todo igual y que su presencia era una mera coartada para prestigiar el gobierno de Dionisio II", explica el profesor sin olvidar que, además, en este último baile, Platón fue amenazado de muerte por los siracusanos.

"Su buena intención –añade–para actuar en pos del bien común es impotente ante la sed de poder de los gobernantes. La calumnia y la mentira como armas y la ceguera de un pueblo que no quiere ser gobernado por leyes, sino satisfacer sus bajas pasiones".

Porque, aunque el pensador ateniense sigue hablándonos desde el siglo IV a.C., seguimos ahora, en pleno siglo XXI, sin prestarle atención. Ni siquiera le escuchamos. Más de 2.400 años después el sueño de Platón sigue siendo eso: un sueño. Una verdadera historia de amor platónico.