Pablo Sáinz-Villegas: "La guitarra le pertenece al mundo tanto como a España"
- El guitarrista clásico español, que ha tocado en más de 40 país, interpreta en Las mañanas de RNE Recuerdos de la Alhambra
- El logroñés se encuentra inmerso en una gira que comenzó en Estados Unidos y que le llevará también a Barcelona y La Rioja


Se abre la puerta del estudio 101 de la Casa de la Radio. Son las 12.10 de la mañana y, junto a Mamen Asencio, Pablo Sáinz-Villegas (Logroño, 1977) se acomoda ante los micrófonos de Las mañanas de RNE. Aunque no llega solo. Nunca lo está. A su lado siempre le acompaña su guitarra. Son un dúo inseparable, como Han Solo y Chewbacca en Star Wars o Harry Potter y Ron Weasley en Harry Potter. Juntos forman un equipo indestructible.
Sin ella el logroñés sería lo mismo que Indiana Jones sin su látigo: una persona incompleta. "Tengo varias guitarras, pero siempre viajo con la misma", confiesa el amigo del oscarizado compositor John Williams.
"Un músico desarrolla con su instrumento una relación muy íntima y crea un vínculo que le dificulta tocar con otro", agrega. Tanto es así que, para Sáinz-Villegas, su guitarra es mucho más que madera y cuerdas. "Es una extensión de mí mismo. Sería separarme de un trocito de mi alma", dice.
Un alma que ha ido construyendo a lo largo de toda una carrera. Porque hasta las agrupaciones más sólidas tienen altibajos. Ninguna relación es perfecta. Ni siquiera la de un guitarrista con su guitarra, ni la de una guitarra con sus acordes. Incluso el alma tiene grietas. "La duda y la certeza son una dualidad que acompaña a cualquier ser humano", reflexiona Sáinz-Villegas.
"La música me ha enseñado a perdonarme en el error, a amarme y honrar cada minuto que paso con el instrumento. Soy humano y fallo. Me ha costado años, pero he aprendido que la perfección no existe", explica. "La música es un camino en el que te caes y te levantas. Siempre he tenido una fuerza interior que me hacía abrir el estuche, coger la guitarra y mover los dedos", añade.
"Soy embajador de la cultura española"
Y menos mal, porque gracias a esa perseverancia y mentalidad aquel niño de Logroño ha conquistado lo que parecía imposible. Ha hecho lo que nadie había logrado antes: ovaciones en escenarios abarrotados de la talla del emblemático Carnegie Hall de Nueva York, además de colaboraciones con la Filarmónica de Berlín, la de Israel o Los Ángeles, la Sinfónica de Chicago; o la Orquesta Nacional de España, entre otros logros. Porque la lista continúa. Es mucho, muchísimo más larga.
Sin embargo, lo realmente quijotesco de Sáinz-Villegas no reside en conseguir aplausos en más de 40 países distintos, que también, sino en dejar huella en esos más de 40 países distintos. En afinar los oído y los corazones. "Tocar en las filarmónicas y sinfónicas es cumplir sueños y yo apuesto por la capacidad del ser humano de creer y de crear sueños", asegura.
Para ello, cómo no, tiene un as bajo la manga. Dispone del "instrumento más cercano al corazón de las personas". "Soy un embajador de la cultura española en el mundo. Mi propósito –cuenta– siempre ha sido llevar la guitarra a los grandes escenarios. Es un instrumento muy vinculado a nuestra historia y a nuestra cultura, pero, a la vez, es el ideal para transmitir diferentes identidades musicales de toda Hispanoamérica".
Y es que "la guitarra le pertenece al mundo tanto como a España", afirma el riojano. ¿Cómo se explica, si no, un sentimiento compartido tanto en La Graciosa como en Tijuana o en Nueva York? Fácil, porque la música, dice Sáinz-Villegas, "le pertenece a la gente". "El lugar es el envoltorio de un regalo cuya esencia permanece igual: el mismo compromiso, la misma entrega, el mismo mensaje y la misma belleza".
La música como instrumento de paz
La música no tiene fronteras. No juzga, no agrede, ni expulsa. Acoge, ayuda y calma. "Mi motivación es hacer de la guitarra un instrumento que cree puntos de encuentro entre las personas", reconoce el logroñés. Por eso, desvela, "cada vez que toco me sirve para recordar lo poderosa que es para sentir y crear empatía".
Porque puede que "no sea capaz de parar guerras", pero es un arma tremendamente efectiva para "reflejar en el prójimo una imagen de nosotros mismos". "La música el lenguaje de las emociones que unifica la condición humana", señala el guitarrista.
Algo que nunca hay que olvidar. Y menos ahora, con la actual tensión geopolítica mundial. "Nuestras diferencias son creencias que hemos adquirido y que son importantes porque forman parte de nuestra identidad, pero este mundo no es en blanco y negro. Es multicolor", indica Sáinz-Villegas convencido de que "lo que nos une es muchísimo más que lo que nos separa".
"Tenemos diferentes opiniones y perspectivas de la vida, pero ahí es donde aprendemos. Creo en la diplomacia cultural. Me encantaría compartir con Donald Trump, Zelenski, Putin y todos los que quisieran un momento musical con el que sintieran, sin palabras, porque en ese instante estaríamos todos en un mismo lugar", concluye el guitarrista.