Juan Carlos Ortega: "Me he quitado de encima el miedo a molestar"
- El comunicador y cómico habla en Mañana más de su show en directo Las noches de Ortega
- Sus próximas actuaciones serán el 11 de abril y el 23 de mayo en el Teatro Bellas Artes de Madrid


"No os sintáis obligado a decir cuándo actúo. Yo he venido aquí por amistad", suelta Juan Carlos Ortega (Barcelona, 1968) en los micrófonos de Mañana más. Pero claro, ¿lo dice en serio o va en broma? Cuesta saberlo a ciencia cierta. Difícil distinguir si quien pronuncia esas palabras es el humorista, el escritor, el presentador de televisión, el locutor de radio, la persona… o todos a la vez.
"Tengo cuatro o cinco voces que son las mismas siempre –entre ellas, por ejemplo, el reconocido Marco Antonio Aguirre–, pero a veces me canso de ellas y saco alguna nueva. Sin embargo, siempre me gusta volver a las mías", cuenta.
Porque en Ortega todo se mueve entre la voz fingida y la verdad más real. La parodia y la sinceridad comparten voz. "Hay una coquetería de los entrevistados en decir "he venido aquí para presentar mi obra, pero no quiero hablar de ella, sino de otros temas". En el fondo, todo el mundo quiere que se hable de lo suyo"", agrega justo después. En su caso, es Las noches de Ortega, el espectáculo en directo que aterriza en el Teatro Bellas Artes de Madrid el 11 de abril y el 23 de mayo.
Y es que al hablar, sea cual sea la cuestión, alguien escucha. Siempre habrá alguien al otro lado. Aunque no necesariamente para coincidir. Ni para aplaudir. Ni siquiera para reír. "Mentiríamos si dijéramos que no queremos gustar a todo el mundo, pero no se puede. Es imposible", admite el catalán.
Lo bueno es que no pasa nada por que sea así. Ortega no está dispuesto a callarse por el temor a lo imposible. "Lo que hay que hacer es no cortarse", insiste. "Esa tendencia de la gente de la radio a no decir cosas por miedo a que alguien le critique, es la peor enfermedad del mundo", subraya. Y si bien la sociedad está delicada de salud, todavía hay cura. Aún hay remedio.
¿El antídoto? "No mirar las redes sociales, y seguir a la intuición. Hacer lo que se siente. Y si uno se equivoca, pues se equivoca". Así es la vida: ensayo y error. "Yo el miedo a molestar me lo he quitado de encima. Siempre digo lo que quiero decir, y mis jefes jamás me han dicho nada. He tenido libertad total", reconoce el autor de Buenos días, Sócrates.
De hecho, en su universo, donde conviven políticos y autoridades ridiculizadas, con oyentes confundidos y personajes entrañables con nombres imposibles, todo cabe. Pero no todo vale. La risa sí. La parodia también. Los ataques gratuitos, no. Y la dejadez, menos todavía.
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"Me lo curro de una forma preocupante –una obsesión por la perfección y el trabajo bien hecho que asegura haber aprendido de Javier Sardá–. Tengo un respeto brutal por el oyente. Cuando no trabajaba en la radio, pensaba: "hostia, qué suerte tiene esa gente de estar ahí hablando". Creo que el locutor tiene que demostrar por qué está ahí. Y yo quiero que la gente me escuche y diga: "vale, entiendo porque está él y no estoy yo"", apunta el ganador del premio Ondas en 2016.
Y esa autoexigencia se cuela en cada detalle, incluso en los más inesperados. Por eso, lo de "insultar por insultar" no le convence. No va con él. "De vez en cuando, y en el momento exacto, los insultos me parecen maravillosos", revela. Ahora, tienen que estar colocados con precisión. Debe haber un porqué detrás de las palabras.
"La persona que dice "hijo de puta" no puede haber estado todo el rato siendo vulgar, porque entonces ya no tiene gracia. Tiene que haber contraste. Un cambio de registro radical. Que lo diga alguien educado, elegante… y que de repente, zas. Ahí sí funciona el insulto", sostiene el escritor de Miguel Gila. Vida y obra de un genio, como quien sabe que el verdadero humor no está en evitar ofender, sino en saber cuándo hacerlo y cómo.
"Siempre hay gente que se ofende, pero hay que intentar que sea la mínima posible. Los que son adictos a las sectas, son los que más se enfadan. Luego existe un amplio abanico de gente que pica de una ideología y de otra, a quienes les da igual que te rías de los suyos", explica.
Porque el humor, —al igual que la radio, como aprendió de Jesús Quintero— es un arte. Y ahí reside la clave: saber reírse de uno mismo. "Yo me he reído de los míos continuamente. Si la persona a la que parodias se ríe ya está: has ganado y no hay problema", concluye Juan Carlos Ortega.