Adrián Castiñeiras Felipe II
Felipe II, como ya lo había sido el emperador Carlos V, su padre, fue el monarca más poderoso de su época. Hombre austero, profundamente religioso y perfectamente preparado para las labores de gobierno, a las que consagró todas sus energías, «el Rey Prudente» asumió como deber insoslayable la defensa de la fe católica, y combatió tanto la propagación de la Reforma protestante en Europa como los avances del Imperio Otomano en el Mediterráneo. Pero Felipe también fue un hombre cuya imagen, profundamente distorsionada por la Leyenda Negra, se nos revela como un ser de insospechadas facetas: hombre cultísimo, con profundas inquietudes culturales y científicas, coleccionista y gran mecenas de todo, también fue un hombre apasionado y amante de la belleza femenina.