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El uso de nuevos misiles sobre el campo de batalla y la amenaza nuclear han vuelto a elevar la tensión en torno a la guerra de Ucrania. Con este nuevo escenario, la OTAN y Ucrania se reúnen de urgencia el próximo martes. Tras más de 1.000 días de guerra en Ucrania, en los últimos seis el panorama ha cambiado mucho. Días de escalada que han desembocado en el lanzamiento de un misil hipersónico ruso, el Oréshnik, sobre territorio ucraniano. Capaz de portar ojivas nucleares, es tan rápido que las defensas antimisiles no pueden detectarlo.

Y Vladímir Putin acaba de anunciar que lo van a producir en serie y seguirán haciendo ensayos también en combate. Subraya que "dependerá de las amenazas que reciba Rusia". Putin extiende la advertencia a los aliados de Kiev no es algo nuevo, pero ahora Occidente teme que pase de las palabras a los hechos. Para Volodímir Zelenski, este último movimiento de Putin demuestra que Rusia no quiere la paz y necesita escalar el conflicto.

Foto: EFE/EPA/GAVRIIL GRIGOROV/SPUTNIK/KREMLIN

Un equipo de Televisión Española ha acompañado a un relevo del Ejército español en su viaje al Líbano. Después de 24 horas desde que salieron de Madrid camino a su destino, continúan de camino hacia la base Miguel de Cervantes. La situación, dicen, es complicada, y llegar es aún más difícil porque, de noche, los ataques entre Israel e Hizbulá han impedido el paso del convoy español. "Es la tercera vez que vengo y es la primera vez que he vivido esta situación", comenta uno de los militares. "Nos adaptaremos a lo que haya y haremos todo lo posible por hacerlo lo mejor", señala.

El relevo tiene previsto estar seis meses en dicha base, ubicada en la frontera de Líbano con Israel, una zona dominada por las milicias de Hizbulá. Está en una posición crítica porque está en medio de un conflicto armado. Por eso, desde que estalló el conflicto, han pasado muchas horas en búnkeres para protegerse del intercambio de cohetes, casi constante, entre ambos contendientes. Fuera de la base, patrullar se ha vuelto casi imposible. Pese a ello, la permanencia de los cascos azules no ha puesto en duda.

Hace 1.000 días, las tropas rusas entraron en Ucrania, en una operación que Moscú pensó que apenas duraría unos cuantos días y que, sin embargo, se ha ido transformando en una guerra de desgaste. Ucrania logró expulsar a los rusos de Kiev y del norte tras meses de conflicto, y recuperó los territorios de Járkov y Jerson. Pero no pudo avanzar en el sur y ahora sufre de nuevo el empuje de Rusia en casi toda la línea de contacto.

La guerra también ha forzado cambios. Rusia ha sustituido a ministros y generales, ha usado y prescindido de mercenarios, ha movilizado a parte de su población, y ha tenido que recurrir a sus aliados China, Irán y Corea del Norte para surtir arsenales y filas. Ucrania también ha cesado a mandos militares y políticos. Zelenski ha suspendido las elecciones, ha instaurado el reclutamiento forzoso y ha logrado que sus aliados le envíen armas prohibidas al inicio de la invasión. Ya son más de 100 mil millones de dólares el armamento suministrado, como los misiles ATACMS que ahora Ucrania dispara contra Rusia.

Ni Rusia ni Ucrania reconocen las decenas de miles de soldados que han perdido. El grueso del sufrimiento lo sigue pagando la población ucraniana, con 12.000 civiles muertos y 14 millones de desplazados, de los cuales seis millones se han ido del país sin saber cuándo o qué se van a encontrar si un día vuelven a casa.

Un juzgado de Instrucción de El Salvador ha enviado a juicio a 11 personas acusadas como autores intelectuales de la masacre de seis jesuitas, cinco de ellos españoles, y dos mujeres salvadoreñas en 1989. Fueron asesinados por un comando del Ejército de El Salvador en el campus de la UCA la madrugada del 16 de noviembre de 1989, en medio de la mayor ofensiva guerrillera producida durante la guerra civil salvadoreña. El presidente del país entre 1989 y 1994, Alfredo Cristiani, y el exdiputado Rodolfo Parker se encuentran entre algunos de los acusados por los asesinatos.

Las imágenes saltaron a la prensa internacional: dos belugas ucranianas evacuadas en dos piscinas de cinco toneladas, en un viaje de 12 horas de carretera y 4 horas de avión, desde Járkov hasta Valencia, para ponerlas a salvo de los bombardeos rusos. Ambas eran la joya del delfinario NEMO, abierto a menos de 30 kilómetros de la frontera con Rusia. Vladislav, uno de los cuidadores, cuenta que las constantes alertas aéreas les obliga a parar los espectáculos y desalojar la zona, pero los pocos visitantes que se atreven a pasar el día en las instalaciones se quedan porque siguen buscando "algo de entretenimiento en una situación tan estresante". Cuando Moscú invadió la ciudad al comienzo del conflicto, respetó este recinto, por lo que los empleados llevaron allí a sus familias para protegerlas de los bombardeos.