Entre los fallecidos en los ataques terroristas que han sacudido Christchurch, en Nueva Zelanda, no hay españoles, pero un ciudadano español, residente en esa localidad, ha vivido de cerca las consecuencias de estos atentados.
Uno de los terroristas del atentado cotra dos mezquitas de Nueva Zelanda en el que han muerto 49 personas retransmitió la matanza en directo vía Facebook donde previamente había participado en foros supremacistas. Las grandes compañías de internet aseguran que trabajan para que no se difundan vídeos y páginas extremistas, pero los expertos dudan de su capacidad para conseguirlo.
"Las grandes compañías de internet no tienen capacidad de controlar y prevenir todos los foros de caracer yihadista y supremacista" que hay en la red explica a TVE Manuel J. Gazapo, director del Observatorio Internacional de Seguridad horas después de que Brenton Tarrant, el joven australiano de 28 años detenido por los dos atentados contra mezquitas en Nueva Zelanda retransmitiera los ataques en directo en las redes sociales. Buscaba "la mayor difusión posible y conseguir que los que lo están viendo le emulen y hagan un copycat", asegura el experto que que lamenta que, aunque las grandes empresas de internet "prentender controlar estas difusiones, es imposible" porque "no hay capital humano para hacerlo".
Al menos 49 personas han muerto en dos atentados contra dos mezquitas en Nueva Zelanda. Entre los más de 40 heridos hay 20 en situación crítica. Hay 3 detenidos y la policía investiga su papel en la matanza. Es el ataque más grave en la historia de ese pais. Todo estaba planificado y uno de los atacantes llevaba una cámara y lo ha difundido en directo a través de Facebook. Las autoridades están convencidas de que los atacantes son de extrema derecha.
Uno de los ataques producidos en Nueva Zelanda se ha transmitido en vídeo en una red social por el propio atacante. En total, 17 minutos en directo de la masacre. Sabemos que Facebook e Instagram tienen controladores. Miles por todo el mundo que revisan uno a uno los contenidos que se suben, pero no son infalibles, ni tienen los mecanismos necesarios.
El clamor de repulsa es internacional tras los atentados registrados en dos mezquitas de Nueva Zelanda. La Policía apunta a la extrema derecha. La cifra de fallecidos se mantiene en 49 y en 40 los heridos, la mitad de ellos graves. Ha sido un ataque terrorista de violencia extrema y sin precedentes, impensable en Nueva Zelanda, según ha indicado la primera ministra, Jacinda Arden. Ninguno de los tres detenidos estaba fichado o vigilado por la Policía.
El asaltante o asaltantes han entrado a primera hora de la tarde del viernes (día de rezo para los musulmanes) en dos mezquitas de Christchurch, la tercera ciudad del país, y han comenzado a disparar a los presentes. Las mezquitas atacadas son la de Al Nur, la más importante de Christchurch, y la del suburbio de Linwood.
Las autoridades han pedido el cierre de todas las mezquitas del país y ha recomendado a los habitantes de las zonas donde se han producido los ataques que permanezcan en sus casas.
Hay cuatro detenidos, pero solo uno de ellos, un hombre de casi 30 años, está acusado de asesinato. La relación del resto de detenidos con el atentado no está clara. Ninguno de los arrestados estaba fichado ni constaba en ninguna lista de sospechosos de los servicios de inteligencia.
Las autoridades no han confirmado aún las motivaciones de los agresores, pero sí ha confirmado que se trata de un atentado "bien planeado".
Al menos 40 personas han muerto en el ataque cometido en dos mezquitas en Nueva Zelanda. Cuatro personas han sido detenidas, tres hombres, uno de ellos un extremista australiano y una mujer. Precisamente las autoridades australianas han condenado este ataque que han calificado como un acto terrorista.
Esta danza maorí que bailan los jugadores de rugby en Nueva Zelanda se ha convertido en un canto contra la violencia en el deporte. Los niños guipuzcoanos la hacen suya para ensalzar el valor de la convivencia.
“Soy maorí, pero también podría decirse que soy español”, afirma Big John, el jefe de uno de los mayores clanes maoríes de Nueva Zelanda. ¿Cómo es esto posible? Su historia y la de su familia se remonta casi doscientos años atrás, cuando Manuel José de Frutos, un joven segoviano dedicado al comercio de lana, abandonó su pueblo, Valverde del Majano, en busca de fortuna. Tras muchas peripecias y después de atravesar medio mundo, Manuel José llegó a Nueva Zelanda, justo en las antípodas de su localidad natal. Allí fue adoptado por una tribu maorí, se casó, tuvo hijos y hoy sus descendientes son más de 20.000. Son el Clan de losPaniora, el 'Clan de los españoles' en lengua maorí, y aún conservan la memoria de su ancestro. Un equipo de Televisión Española ha recorrido los pasos de este emigrante español para descubrir a esta familia y cómo lograron reencontrarse más de siglo y medio después con sus parientes españoles, los descendientes que quedaron en Segovia.
El documental El Clan español de Nueva Zelanda, producido por La 2, se ha presentado este miércoles en Madrid y podrá verse en esta cadena el próximo domingo 10 de junio a las 20:40 de la tarde. En él revelaremos quiénes son hoy los Paniora, cómo lograron regresar a sus orígenes, y el secreto gracias al cual esta familia ha mantenido su identidad durante tanto tiempo.
Nueva Zelanda ha dado ya la bienvenida al año 2018. Nuestras antípodas han celebrado el cambio de fecha con unos espectaculares fuegos artificiales que se han reflejado en las aguas del puerto de Auckland.
Los jugadores de la selección de rugby de Nueva Zelanda han ejecutado su célebre haka en el Teatro Campoamor de Oviedo, justo después de recoger el Premio Princesa de Asturias de los Deportes. Conrad Smith, Jordie Barrett, Israel Dagg y Keven Mealamu han bailado este ritual maorí que se ha convertido en el emblema más internacional no solo del considerado como mejor equipo de rugby del mundo, sino de toda Nueva Zelanda.
La haka es una danza que tiene muchos significados para el pueblo maorí. Entre ellos, la utilizaban para infundir temor en el enemigo antes de la batalla y demostrarle que lucharían hasta el último aliento.