En 1964 no hubo veto y sí conjura para llevarse un trofeo que se decidió en casa. Tras golear a Irlanda (7-1), España se plantaba en una difícil semifinal contra Hungría, a la que venció con un gol en la prórroga de Amancio, después de empatar a uno en el tiempo reglamentario.
Por su parte, los vigentes campeones de la URSS no pasaban apuros para derrotar a Dinamarca por 3-0 en Barcelona.
España ganó en el Bernabéu gracias a los goles de Pereda y Marcelino, este con un cabezazo que pasó a la historia por el montaje cinematográfico del No-Do.