Es un dato: el celibato entre las mujeres marroquíes de entre 25 y 35 años ronda ya el 35%, casi 15 puntos más que hace 10 años . Invierten más tiempo estudiando, se dedican a su carrera profesional, la vivienda es mucho más cara y las bodas también, pero algunos quieren añadir otra razón a la lista: la monogamia.
La poligamia es una cuestión religiosa bendecida por el Islam, cuenta Mohamed Dorid, profesor de movimientos islámicos de la universidad de Casablanca, pero también aritmética porque si cada hombre se casa con una sola mujer acaban sobrando mujeres. De hecho, la orden nacional de vigilantes de la religión pretende con este argumento relajar los requisitos aprobados en 2004 para desposar a varias mujeres: el consentimiento de las esposas anteriores, una situación económica lo suficientemente desahogada como para que cada una tenga un hogar independiente y la autorización judicial.
Desde entonces, la poligamia ha entrado en un proceso de extinción. Y así tiene que ser, asegura la presidenta de la liga democrática de los derechos de las mujeres, que trabaja en terapias de grupo con segundas, terceras o cuartas esposas que necesitan salir del círculo de la violencia psicológica. Ninguna ha querido hablar a cámara ni siquiera con la cara tapada porque casi todas hacen la terapia sin que lo sepan sus maridos y porque muchas se casaron con un hombre ya casado para evitar la soltería. Pero ahora que ha llegado la tercera esposa se convierten en víctimas.