Se hacen llamar "las rastreadoras", "las sabuesas", "las guerreras buscadoras"... Son madres, esposas, hermanas o amigas de desaparecidos que, ante la indiferencia de las autoridades, asumen la misión de encontrarlos.
Son sus "tesoros" y los buscan hasta debajo de las piedras, en fosas clandestinas. Sus vidas han quedado en suspenso para encargarse del trabajo que deberían hacer policías, fiscales o forenses.
La de Lidia Lara es una historia entre 60.000, el número de personas desaparecidas en México solo desde 2006, cuando empezó la militarización del país con llamada "guerra contra el narco".