El propio Francisco encargó este informe, un documento exhaustivo, con testimonios a veces demasiado explícitos. Casi un centenar de entrevistados, como el de una madre que cultivó la amistad con el padre de Mc Carrick, el tío Ted, hasta que un día lo vio sentado en el sofá de su casa manoseando a sus dos hijos. De eso hace ya 30 años. Hoy McCarrick aún no ha pedido perdón, a sus 90 años vive retirado en Estados Unidos en una residencia para exsacerdotes.
El papa se ha referido a él, como un informe doloroso. En la audiencia de este miércoles ha mostrado su cercanía con las víctimas de abusos y ha renovado el empeño de la iglesia por acabar con este mal. El informe reconoce errores que empiezan con Juan Pablo II. Wojtyla fue quien promocionó a Mc Carrick nombrándole arzobispo de Washington y cardenal cuando ya existían indicios de su comportamiento sexual. Benedicto XVI lo mantuvo como cardenal un año más, pero como seguían las sospechas de abusos se le aconsejó que lo apartara de la vida pública. Y Francisco heredó el problema. Todo cambió cuando se presentó la primera denuncia oficial en 2017, el abuso de Mc Carrick a un menor: entonces se le juzgó, se le condenó, se le retiró el cargo de cardenal y se le expulsó del sacerdocio.