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Alarma o alarmismo, es el mensaje repetido desde hace días desde Francia. Primero se evacuó la torre Eiffel, tras un falso aviso de bomba. Después se supo que Argelia alertó de la posible presencia de una kamikaze en París. Amenazas que vendrían siempre de la misma rama de Al Qaeda: la del Magreb Islámico. Entre sus argumentos: la ley del burqa, la presencia de Francia en Afganistán, y sobre todo, la venganza que juraron tras el ataque en julio a uno de sus campamentos. Murieron siete terroristas. El mismo número de personas que Al Qaeda ha raptado al norte de Níger. Cinco de ellos son franceses. Y al frente de la operación estaría Abu Zeid: un sanguinario terrorista responsable de la ejecución de otros dos rehenes occidentales. Distintas fuentes sitúan ahora a los secuestrados en una zona montañosa que separa Mali de Argelia. Sarkozy ha prometido movilizar todos los medios disponibles, y hasta una docena de aviones rastrean ya día y noche el desierto. Mientras, las fuerzas especiales esperan en los países fronterizos. La intervención militar dependería de asegurar el objetivo, y no cometer errores anteriores.