Una cumbre con letra española
- El presidente viaja ya a Washington acompañado de Solbes
- España participa por primera vez en la fundación del sistema financiero
- La mejor baza de Zapatero es el modelo español de control de la banca
- La cumbre tratará de mejorar los controles y la prevención de crisis
- Las agencias de calificación y los paraísos fiscales, en el punto de mira
- Dentro de cien días se revisarán los resultados
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El presidente del Gobierno acude a la cumbre con dos bazas. Ha conseguido situar a España en la fundación del nuevo sistema financiero y lleva como modelo nuestra propia experiencia. La presencia de nuestro país va más allá de que Francia nos haya cedido una de sus dos sillas, la que le corresponde como miembro del G-20 y la de la presidencia semestral de la Unión Europea.
El Ejecutivo asegura que tendrá continuidad y España seguirá participando en el diseño de la arquitectura financiera global. La siguiente cita es cien días después de este sábado, cuando se revisen las medidas adoptadas.
Pero la mejor carta de presentación para participar en esta cumbre es nuestro sistema financiero. Las entidades españolas han capeado la crisis mucho mejor que la mayoría. La razón estriba en el estricto control del riesgo y en las provisiones anticíclicas que impuso en el año 2000 el gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo. Obligan a los bancos a reservar dinero en tiempos de bonanza para enjugar las pérdidas cuando vengan mal dadas. Un colchón de 30.000 millones de euros que ha amortiguado el primer golpe. La prueba: ninguna entidad española ha quebrado.
Reglas mejoradas para todos
El resto de la agenda está previamente consensuado con los miembros de la Unión Europea, en la reunión extraordinaria del Consejo Europeo del 7 de noviembre. "Lenguaje convenido" le llaman. Todos confían en que se elabore al menos una hoja de ruta y se fijen objetivos.
El primer punto es mejorar los controles y la supervisión del sistema financiero. No se traduce necesariamente en más normas sino en que sean más eficaces. Y sobre todo, que nadie escape a ellas. El aviso a navegantes es doble. Por un lado, a los inversores cualificados, como los hedge funds. Hoy por hoy, gozan de una regulación más laxa y han abierto huecos para que se traslade la infección.
No se trata de prohibirlos, tienen un papel positivo prestando capital a empresas que de otro modo no hubieran tenido financiación. Pero sí se quiere atarlos en corto y que rindan cuentas.
Y es un toque de atención a los paraísos fiscales. No es probable que se eliminen, pero se endurecerán las represalias que ya existen. En conjunto, se trata de que ninguna institución financiera, ningún segmento de mercado y ningún territorio escapen a la regulación. O al menos a la vigilancia. Lo que además permite cerrar las puertas a la competencia desleal y unificar un sistema sumamente complejo.
Responsabilidad y transparencia
Un leit motiv de todas las reformas. Un cajón de sastre en el que caben las remuneraciones e indemnizaciones de los ejecutivos. Las cifras multimillonarias con que se ha premiado a los principales responsables del desaguisado han sido motivo de escándalo durante la crisis. Y todos los planes de rescate de los gobiernos han puesto como condición que ni un céntimo de las ayudas se destinen a los ejecutivos de las empresas en apuros.
En el mismo paquete cabe situar el control del riesgo que asumen las entidades. Los productos estructurados que se han creado a partir de las hipotecas subprime escondían en su complejidad unos activos de más que dudosa garantía. Pero además, se han utilizado estos derivados para transferir todo el riesgo a los compradores. España tiene otra oportunidad de aportar su experiencia, ya que en nuestro país se obliga a la entidad emisora de cédulas hipotecarias a conservar parte del riesgo y no se permiten las hipotecas basura.
Las agencias de rating también están en el punto de mira. Una vez más, han vuelto a fracasar en su labor de calificación. Ya sucedió con Enron y con las puntocom. Sin embargo, tampoco se las puede borrar del mapa. El Estado no puede asumir esa función. Sería una intromisión inadmisible en el libre mercado. Pero la Unión Europea ya ha perfilado por dónde irán los tiros. Deberán integrar en sus consejos de administración a miembros independientes, revisar las calificaciones y demostrar la calidad de su método.
Un último apunte podría incluir la revisión de las Normas Internacionales de Contabilidad. Obligan a valorar los activos a precio de mercado. Y dado el desplome de su cotización en estos momentos, constituye una losa para empresas sanas y solventes, que dificulta aún más su acceso al crédito.
Dos guindas y una herramienta en cuestión
Nadie disimula que van en segundo plano. Tienen un contenido más político que económico. Pero figuran en el consenso europeo y para el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, son una apuesta personal. Se trata de hacer compatible la reforma del sistema financiero con la lucha contra la pobreza y el cambio climático.
La segunda capa de azucar en el pastel es impulsar la Ronda de Doha para reactivar el comercio mundial y evitar una de las trampas de la Gran Depresión. La ola de proteccionismo que siguió al crack del 29 ahogó los intercambios, contribuyó a la recesión y fue determinante en el estallido de la segunda Guerra Mundial.
Una cuestión polémica es quién va a pilotar la prevención de crisis financieras. Prácticamente todos apuestan por el Fondo Monetario Internacional, a pesar de su papel en la crisis actual. No supo prevenirla y cuando estalló, echó más gasolina al fuego atemorizando con la recesión. Pero tiene la infraestructura necesaria para aplicar las medidas y permite a todos los países participar en ella.
El tiempo apremia y no se puede partir de cero. Aunque como señala el vicepresidente Solbes, no es cuestión de desayunar churros por la mañana y por la tarde refundar el sistema financiero. El propio presidente estadounidense, George W. Bush, ha rechazado la víspera del encuentro que se vaya "reinventar" el sistema capitalismo.