El año de la verdad en EE.UU.
- Obama marca el año 2009 en Estados Unidos pero se la juega en 2010
- La crisis y el paro hunden su popularidad y amenazan su futuro
- La otra estrella, Michael Jackson, se apaga definitivamente
- Reformas cruciales empantanadas sin Kennedy
El año que viene hay elecciones de mitad de mandato
- Ver también: Así fue 2009 / Lo más destacado del año en Internacional / Resumen en fotos
El año que termina ha estado marcado hasta la médula por Obama. Sólo la muerte de Michael Jackson puede hacerle sombra. Pero será el 2010 el que calibre el mandato del Presidente y el futuro de Estados Unidos. El éxito o el fracaso dependen en buena medida de que consiga atajar su principal problema: el paro, actualmente en el 10%; más de 15 millones de estadounidenses lo sufren.
Y para resolverlo ya no sirve la novedad, el mejor activo del Presidente durante 2009. Su victoria en las urnas ha desatado una 'obamanía' que le ha convertido en un icono mundial y le ha allanado el camino. Pero el tiempo es inexorable. Desgasta las promesas y la esperanza. Erosiona la coalición que le llevó al poder.
El paro cambia el país
Obama ha conseguido esquivar la Gran Depresión en su primer año pero es difícil que la gente le agradezca algo que no ha ocurrido. Es más palpable lo que no ha evitado: la Gran Recesión. De ahí que su popularidad se haya desplomado por debajo del 50%. Perdió la cota a finales de agosto.
El paro ha cambiado la sociología del país. Como recordaba Elisabeth Warren, la congresista que supervisa los rescates financieros, una de cada nueve familias no pueden pagar el mínimo de su tarjeta de crédito. Una de cada ocho hipotecas está en mora o desahucio. Uno de cada ocho americanos tiene que recurrir a los cupones de alimentos. Más de 120.000 familias se declaran en quiebra cada mes.
Las encuestas de ahora se traducirán en votos en 2010. Hay elecciones de mitad de mandato y se renueva la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Las pasadas elecciones para gobernador en Virginia y Nueva Jersey fueron un aviso. El partido Demócrata podría perder más de 80 escaños. Son distritos que arrebataron a los republicanos, y los votantes independientes pueden devolvérselos.
'Es la economía, estúpido'
El lema que aupó a Bill Clinton sigue en vigor. Todos los gobiernos del planeta se resienten de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión. Obama no es una excepción. Según Pollster, el 50,5% de los ciudadanos desaprueban su gestión económica y superan ya a los que la respaldan, un 45%. Y eso después de que el Presidente haya anunciado que estudia desviar dinero del plan de estímulo a la creación de empleo.
Una pequeña parte de los 787.000 millones que impulsó Obama para resucitar la economía. Eso y las inyecciones masivas -billones- de la Reserva Federal han conseguido evitar la catástrofe: el sistema financiero no ha colapsado. El resultado es que el PIB del tercer trimestre muestra que Estados Unidos ha salido de la recesión después de 18 meses de infarto. La mayoría de los bancos han devuelto los préstamos públicos.
Sin embargo, el país sale muy tocado de la crisis. No es sólo el escándalo de las primas de los ejecutivos, que ha levantado ampollas en la población. La Casa Blanca no espera que se vuelva a crear empleo hasta el año que viene. Además, la sequía de crédito sigue estrangulando a los consumidores y pymes, la cantera de puestos de trabajo, aunque la situación haya mejorado notablemente para las grandes empresas. El consumo, que representa el 70% del PIB, no acaba de despegar
En estas circunstancias, no es extraño que el déficit se dispare y ronde los dos billones de dólares. Muchos estados están al borde de la bancarrota. El Congreso ha tenido que autorizar más emisión de deuda. Las agencias de rating amenazan con bajar su calificación. Y la solución pasará inevitablemente por subir los impuestos. Antes o después, pero desmintiendo la promesa de Obama para las clases medias. Otra sangría potencial de votos.
Entre la espada y la pared sin Kennedy
Trece meses después de su victoria electoral, Obama se encuentra entre la espada y la pared. La espada la ponen las dos guerras que heredó de Bush. En la de Irak, se ha limitado a seguir el calendario que fijó su antecesor: las tropas abandonarán el país a finales de 2011. La guerra de Afganistán la ha hecho propia, triplicando los efectivos. Y amenaza con marcar su presidencia para siempre, como le sucedió a Lyndon B. Johnson con Vietnam. Es la guerra de Obama.. El éxito o el fracaso serán suyos. De momento, le ha granjeado el desafecto de los liberales, que se sienten traicionados.
De puertas adentro, Obama se enfrenta contra un muro: el Congreso. Las tres reformas de su presidencia se topan con las resistencias del poder legislativo. Y el tiempo corre en su contra. El proyecto estrella de Obama es la reforma sanitaria. Aspira a lograr lo que todos su predecesores no consiguieron: una cobertura sanitaria universal en un país donde 60 millones de personas carecen de ella. Donde cientos de miles se quedan sin seguro porque son rechazados por padecer enfermedades previas. Y además, Obama quiere abaratar la factura sin engordar un déficit ya monstruoso.
Al menos, Obama ha conseguido que el proyecto cuaje en el Congreso, un logro histórico. La Cámara de Representantes ya ha aprobado su versión. Y una semana antes de de que termine el año, ha conseguido el respaldo del Senado con 60 votos, frente a 39 en contra. El proyecto estuvo a punto de descarrillar, tras la tensión fomentada desde los sectores más conservadores del partido Demócrata.
Un problema similar atraviesa la reforma financiera o la lucha contra el cambio climático. Las nuevas normas que fortalecen el poder del Estado para atajar los excesos de Wall Street y proteger a los consumidores, o los derechos de emisión para disminuir las emisiones de efecto invernadero se eternizan en los pasillos del Capitolio. Aunque sirvan para alegrar la cumbre de Copenhague.
Descontento, violencia y milagros
La falta de resultados concretos desata las iras de los liberales en Estados Unidos. Arrecian las críticas por la tibieza de Obama con el cierre de Guantánamo. El Fiscal General, Eric Holder, admite que será difícil cumplir con el plazo que se fijó el Presidente para cerrar la prisión de la infamia, el próximo mes de enero. Tampoco gusta que Obama desista de perseguir a los torturadores de la anterior administración. O el limbo jurídico en que se encuentran los presos cuyas confesiones se arrancaron con torturas.
Es difícil que la política exterior dé un balón de oxígeno a Obama. La aproximación a Irán no da resultados y sigue adelante con su programa nuclear. El conflicto de Oriente Próximo continúa empantanado. Y el dragón chino no para de crecer. Estados Unidos va cediendo su papel de única superpotencia, militar y económica. De forma inexorable.
La violencia doméstica se ha cobrado más víctimas en la matanza de Fort Hood, la del centro cívico de Binghamton o la del museo del Holocausto. La pena de muerte sigue en vigor, implacable. Pero siempre queda el milagro del Hudson. O los 'milagros' de Tiger Woods para consolarse. Pero de fondo, hay demasiados frentes abiertos en el país. Demasiadas expectativas desmedidas en su Presidente. Demasiados retos. Son los que hacen grande una presidencia. Pero su solución requiere tiempo. Como decía Obama en un poco oportuno viaje a Nueva Orleáns, 'pretenden que cambie el mundo y sólo llevo nueve meses en el cargo'. De momento le han bastado para conseguir el Nobel de la Paz. Lo recogió defendiendo la guerra 'justa'.