La Revolución Naranja exprime sus últimas gotas
- Los ucranianos, decepcionados por los cinco años de gobierno prooccidental
- El prorruso Yanukovich es el favorito en las elecciones de este domingo
- Su rival, Timoshenko, advierte sobre la posibilidad de fraude electoral
"Le dimos todo el poder a esas dos personas y fue un gran, gran desacierto porque ninguno de ellos usó su poder para hacer nada por la gente".
Estas palabras de Svitlana Palun, una trabajadora de oficina de Kiev -antiguo lugar de nacimiento de la Revolución Naranja- a la agencia Reuters resumen la sensación que cunde entre los antiguos votantes del movimiento pro-occidental ucraniano, decepcionados por el balance de cinco años de Gobierno del presidente, Viktor Yushenko, y su primera ministra, Yulia Timoshenko.
Ahora ella busca a la desesperada acceder al puesto de su antiguo aliado y durante años enemigo íntimo, apeado de la carrera presidencial en la primera vuelta y convertido en una especie de guardián de las esencias ucranianas frente al enemigo ruso.
Sin embargo, ese fantasma, como las promesas de lucha contra la corrupción, bienestar económico y apertura a Occidente, ya no 'cuelan'. En la primera vuelta, el antiguo 'villano' prorruso, Viktor Yanukovich -el hombre que estaba al frente del país cuando una revuelta cívica por el fraude electoral le apeó del poder- sacó más de diez puntos a Timoshenko.
Pese a que desde entonces no se han podido publicar encuestas, la realizada a mediados de enero por el Instituto Internacional de Sociología de Kiev para el supuesto de una segunda vuelta entre el antes prorruso y la antes prooccidental le daba el primero una ventaja de once puntos.
Antes prorruso, porque Yanukovich ha pasado de ser el 'delegado' del Kremlin a decir cosas como que "Ucrania debe integrarse en la Unión Europea". Antes prooccidental, porque Timosenko se reúne con Putin para cerrar los acuerdos del gas y considera que una posible integración en la OTAN -anatema para Moscú- debe someterse a referéndum.
Un país dividido
"Para Rusia cualquier resultado sería mejor que Yushenko", señala Natalia Shapovalova, experta en el país de FRIDE.
Los apoyos de uno y otro siguen siendo los mismos que hace cinco años: Yanukovich cuenta con el férreo respaldo de la rica región del oeste y la del sur, con mayoría de población de habla rusa. Mientras, Timoshenko tiene el centro y el este prooccidentales y de habla ucraniana como su granero de votos, pero su gestión de Gobierno hace que estén más desmovilizados.
"La gente que votó por Yanukovich está muy movilizada pero los que votaron por la Revolución Naranja no saben qué hacer porque no han hecho lo que prometieron. Dijeron que iban a combatir la corrupción, que la vida de la gente iba a mejorar, pero no ha cambiado nada", diagnostica la experta de FRIDE.
Es más, para muchos de los 47 millones de ucranianos las cosas han ido a peor. En 2009, el PIB reculó un 15%, el déficit público llegó al 10% y la mitad de las inversiones extranjeras directas se marcharon.
Además, las divergencias entre Yushenko y Timoshenko provocaron que se congelase un rescate del FMI que se antoja crucial para recuperar al país, pero que puede ser a cambio de penosas medidas estructurales que por ahora ninguno de los candidatos está dispuesto a asumir.
Posible enfrentamiento civil
El problema es que, con toda probabilidad, este panorama no va a cambiar a partir del lunes. Timosenko ya ha anunciado que si hay señales de fraude electoral por parte de su rival 'montará' una segunda 'Revolución Naranja', algo que ha provocado las risas de Yanukovich.
"Nunca ocurrirá, la gente no confía en ella", señala Svetlana, decepcionada por una mujer con gran poder de oratoria, pero que se ha probado imprevisible en su tarea de Gobierno.
Timoshenko se refería a la modificación de la ley electoral aprobada por el parlamento a última hora gracias al Partido de las Regiones de Yanukovich y al apoyo de los antiguos aliados de la primera ministra.
En esa ley, que cambia las reglas en el último momento, se permite que las comisiones electorales locales tomen decisiones sin el acuerdo de dos tercios de las mismas, lo que en la práctica puede suponer un 'pucherazo' en ciertas áreas rurales donde Yanukovich tiene una amplia mayoría.
Esta medida, tomada por Yanukovich para evitar que Timoshenko bloquease los resultados al retirar sus delegados de áreas clave, refleja hasta qué punto ha llegado el enfrentamiento personal de ambos candidatos y la difícil perspectiva de que cada uno de ellos acepte de buena fe su derrota, lo que podría hacer que los resultados acabasen en los tribunales o, peor aún, en un enfrentamiento civil en la calle.
"Creo que si Timoshenko gana el partido de Yanukovich podría aceptarlo pero ella no va aceptar nunca, sobre todo porque seguirá siendo primera ministra", señala Shapovalova.
El laberinto parlamentario
En efecto, el gran problema al que se enfrenta a Ucrania es lo endiablado de su propio sistema político, que impide que pueda aspirar a medio plazo a la estabilidad que necesita para recuperar su dañada economía.
Dado que Timoshenko tiene mayoría en el Parlamento, Yanukovich vería seriamente bloqueada su acción como presidente, de forma que su única opción sería convencer a algunos diputados díscolos de que lo apoyasen.
Si no, unas nuevas elecciones parlamentarias para nombrar a otro primer ministro con la herencia de unas presidenciales de resultado dudoso alimentaría más aún la confrontación civil.
En medio, los votantes, hasta un 30% de indecisos, en su mayoría seguidores de partidos pro occidentales como el Yushenko -que se quedó con un 5% y, sobre todo, del magnate bancario Serguei Tiguipko, el tercer más votado con un 13%.
Desapego ciudadano
Ninguno de ellos ha dado su apoyo a un candidato, aunque el magnate ha reconocido que la oferta de Timosehnko de hacerle primer ministro es tentadora.
Mientras tanto, la desafección de los ucraniano con sus políticos aumenta, con episodios como la venta de votos a través de Internet, debido a que los protagonistas de la actividad política siguen siendo los mismos que hace cinco años sin que sus problemas se hayan resuelto de ninguna manera.
"El sistema político es muy conservador y no deja que entre gente nueva en el Parlamento", denuncia la experta de FRIDE.
Ante esa disyuntiva, las palabras de Roman Fyodorov, un minero del carbón que acudió a un mitin de Yanukovich hace unos días, se muestran como el otro lado lógico de la moneda: "Todos son unos sinvergüenzas...pero Yanukovich es nuestro sinvergüenza".