Piñera asume el mando de un Chile marcado por el seísmo con la amenaza del retorno de Bachelet
- El presidente electo asume el cargo en una ceremonia discreta por el terremoto
- Debe liderar la reconstrucción del Estado pese a su perfil empresarial y liberal
- Bachelet deja el cargo diciendo que se "replanteará su futuro" tras el seísmo
En un lado de la sala Michelle Bachelet, la primera presidenta de la historia del Cono Sur con una cifra récord de popularidad cuyo abrupto final de mandato debido al devastador terremoto que ha asolado el país le hace "replantearse su futuro".
En el otro, Sebastián Piñera, el hombre más rico de Chile, esperando su banda presidencial con un reto en la cabeza: convencer a sus conciudadanos de que en el momento en que necesitan más estado él y su grupo de ministros-ejecutivos privados son los más competentes para hacerse cargo del país.
En medio, una ceremonia a la que asistirán mandatarios de todo el especto latinoamericano -desde Evo Morales hasta Álvaro Uribe- y que, más que la culminación de un proceso histórico -la llegada de la derecha democrática por primera vez tras Pinochet- se ha convertido en el primer capítulo de un libro con final incierto.
"El centro izquierda tuvo que legitimar el mercado en Chile; ahora le toca al centro derecha ser el salvador del Estado", resume Eugenio Tironi, investigador de la Corporación de Estudios para Latinoamérica (CIEPLAN) y analista político.
"La Concertación es la que ha reconstruido la democracia y Piñera es el que tiene que reconstruir el país", añade Carlos Huneeus, director del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea, otro think tank chileno.
Bachelet, una 'maverick' ajena a su partido
Estas paradojas no son más que un reflejo de las propias contradicciones en las que están inmersos ambos líderes, Bachelet y Piñera, que ya se enfrentaron en las urnas en 2005 y que podrían volver a hacerlo en 2013.
Paradójico es que Bachelet sea la presidenta más popular de la historia de Chile y también la responsable de colocar a la Concertación en la posición más débil desde su nacimiento debido a su escasa vinculación con los partidos y a su personalista forma de entender el Gobierno.
"Bachelet privilegió su imagen personal con una Presidencia de personalismo único, maltratando incluso a los ministros", asegura Huneeus, que dibuja una imagen de la aún presidenta muy alejada de su buena proyección internacional y del cariño de sus ciudadanos.
Según él, Bachelet se ha sentido ninguneada por su propio partido y ha considerado siempre que su ascenso se ha producido por sus propios méritos, más allá de la plataforma en la que estaba incluida, en este caso el Partido Socialista chileno.
Aunque le reconoce que tiene "una gran simpatía personal", este sociólogo considera que buena parte de los problemas a los que se enfrenta la Concertación provienen de Bachelet, presentada como su principal activo.
Por ejemplo, la tardanza en el envío de militares -uno de los elementos más criticados de la gestión del Gobierno durante el seísmo- Huneeus la atribuye al temor atávico de Bachelet a tomar decisiones que puedan incomodar.
Sin embargo, Tironi no cree que Bachelet tuviese problemas en enviar militares a las calles -pese a que era la primera vez que instauraban el toque de queda desde la época de Pinochet.
Más aún, considera, tal y cómo reflejan las encuestas, que tras un primer momento Bachelet ha salido reforzada por "su capacidad para reconfortar a los ciudadanos".
"Ella ha sido el hombro sobre el que la gente ha llorado", resume Tironi, que considera que ella ha sido capaz de compensar los problemas de gestión con su carisma personal, algo que no está seguro que pueda hacer Piñera si a la gente se le acaba la paciencia con la reconstrucción.
Piñera, el liberal encerrado en el 'New Deal' tras el seísmo
Y es que en el otro lado tampoco faltan las paradojas. Piñera, de conocido prurito neoliberal, debe ser el encargado de gestionar millones y millones de fondos públicos y de financiación externa para levantar el país.
Para ello, debera fortalecer al Estado y vigilar la labor de una iniciativa privada a la que está muy cercano tanto él como su gabinete. "Si un headhunter hubiese contratado a las mejores personas para gestionar una compañía en Chile no habría encontrado un equipo mejor", ironiza Tironi.
Porque el problema es que la empresa que deben gestionar tiene más de 17 millones de clientes, los propios ciudadanos, que tienen intereses contrapuestos y esperan ansiosos ver en qué quedan las promesas de una mejor gestión del presidente electo.
"Es como poner al zorro a cuidar a las gallinas", reconoce Huneeus, que matiza que la "concupiscencia entre lo público y privado" que ha llevado a la elección del hombre más rico del país es resultado mismo de la Concertación y sus complejos ante la iniciativa privada para evitar el fantasma del fracaso de las políticas estatalistas de Salvador Allende.
Así las cosas, buena parte del éxito de Piñera dependerá de separar sus intereses privados de la política y de estos grandes proyectos.
Un nuevo Chile
El presidente electo al menos cuenta con "un regalo del cielo", según Huneeus: ahora puede empezar de cero como el reconstructor del país sin el peso del legado de la Concertación.
"El terremoto ha cambiado el escenario político y le ha entregado un poder sin precedentes al Gobierno", señala el sociólogo, que considera que si Piñera "es un buen presidente" tiene la oportunidad de reformar la derecha y convertirla en una potencia hegemónica durante varios mandatos, tal y como fue la Concertación.
¿Y Bachelet? "El terremoto me ha hecho replantearme las opciones; quiero ser útil con la experiencia que he adquirido y con el cariño que le tengo a la gente", ha declarado en una entrevista reciente.
"Va a sufrir un shock muy fuerte al dejar La Moneda -la residencia presidencial-. Ella va a sentir la expectativa de que puede volver para poder reivindicarse", vaticina Huneeus. "Va a permanecer como una figura latente", señala Tironi.
Y es que las páginas que las páginas que quedan por escribir en el nuevo capítulo de la historia -en la que ya que quedó sepultado el afán de renovación del candidato outsider Marcos Enríquez Ominami- aún están en blanco.
"El terremoto ha actuado como una especie de morfina en la gente. Un día los chilenos se despertarán y se darán cuenta de que tienen un nuevo presidente", concluye Huneeus.