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La Revolución verde iraní se tiñe de rojo sangre y negro olvido un año después

  • Un año después de su victoria Ahmadineyad está más desafiante que nunca
  • Las manifestaciones se cancelan y las calles están tomadas por la Policía

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Una niña iraní mira a la cámara mientras asiste a una ceremonia religiosa al sur de Teherán.
Una niña iraní mira a la cámara mientras asiste a una ceremonia religiosa al sur de Teherán.

Ha pasado un año desde que las calles de Teherán se cubrían de un verde, esperanza de cambios, que pronto se convirtió en rojo de represión por la sangre vertida de los manifestantes contra el resultado electoral y que daría paso al negro de no hay vuelta atrás con el que se tiñieron los comicios presidenciales del 12 de junio de 2009.

Aquellas manifestaciones protagonizadas, sobre todo, por mujeres y jóvenes, sin olvidar que más del 50% de la población iraní no supera los treinta años, suponían el primer gran desafío interno para el régimen iraní, que nació precisamente de una revolución popular.

Por entonces, quizás nadie esperaba una contestación de esas dimensiones contra un fraude electoral, quizás ni ellos mismos, esos manifestantes que salieron a la calle con furia y decisión.

No se trataba de un apoyo multitudinario a Musavi, el líder reformista, que escondía también un pasado siniestro y totalitario como primer ministro en los años 80, sino un grito a las ansiadas libertades para una población que solo ha conocido la revolución islámica.

Pocos meses antes de la celebración de aquellos comicios, un equipo de En Portada de TVE tuvo la oportunidad de hablar con muchos de estos jóvenes de Teherán que, sin tener claro todavía cuál iba a ser su candidato, estaban dispuestos a acudir a las urnas y votar por el primero que se decidiera a prometer cambios.

Envueltos en una crisis económica, antes de que se hablara de esta en todos los rincones del mundo, no podían entender cómo se ha debilitado tanto su poder adquisitivo en un país rico en petróleo y recursos.

Estaban cansados de que los dirigentes les dictasen al dedillo las normas de conducta y de esconderse en las casas para algo tan sencillo para otras sociedades como ver una película o escuchar música. Odiaban el aislamiento internacional que, según ellos, les había impuesto el actual presidente y soñaban con una nueva era en el que Iran tuviera un papel protagonista.

La oposición mengua...

Pero lejos del cosmopolita Teherán, donde mayoritariamente lucían los brazaletes verdes, símbolo de los reformistas, otros jóvenes iraníes formaban un ejército de apoyo al actual presidente Ahmadineyad y a su decisión de seguir gobernando el país.

La sociedad se mostraba así dividida entre los que luchaban a muerte por sus reivindicaciones democráticas y aquellos que consideraban que cualquier intento de cambio suponía una traición a la revolución islámica.

Ahora, un año después, la sociedad sigue dividida y el olvido de aquella lucha protagonizada en las calles parece ser la nota más discordante de cualquier atisbo de esperanza.

Un informe de Amnistía Internacional asegura que la represión contra los disidentes ha aumentado que activistas de derechos humanos, periodistas, estudiantes y líderes religiosos siguen encarcelados, que ha aumentado la represión contra las minorías étnicas.

Los dos millones de participantes, según cifras oficiales, que se congregaron hace unos días, en el impresionante mausoleo del imán Jomeini con motivo del XXI aniversario de su muerte, se convirtieron en una demostración de fuerza de las autoridades y en el mejor reclamo de advertencia contra la oposición.

Y Ahmadineyad se crece

El gobierno se ha crecido en estos 12 meses, los líderes reformistas Karubí y Musavi están cada vez más convencidos de que cualquier intento de tomar las calles, se convertiría en una nueva sangría y en lugar de alzar la voz, se muestran dispuestos a moderar sus discursos e incluso a anular convocatorias.

Algunos de los jóvenes de allí aseguran que estos días las calles están tomadas por la policía y por simpatizantes del gobierno ante este aniversario, a pesar de que las marchas se han cancelado.

Mientras tanto, afianzado en su poder sin admitir ninguna crítica, Ahmedineyad sigue intentado consolidar su papel de líder en el difícil tablero de Oriente Próximo y no ha dudado en enviar su propia flota de ayuda, escoltada por grupos de elite militar, hacia el castigado pueblo palestino de Gaza, después del liderazgo en el mundo musulmán conseguido por el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan .

Las tensiones internacionales otra vez, hacen que los problemas de casa queden en un segundo plano. El Consejo de Seguridad de la ONU ha vuelto a aprobar un nuevo y mucho más duro paquete de sanciones, sin tener en cuenta que al final, las sanciones sólo significan un castigo para el pueblo y no para los gobernantes.