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La Casa Encendida se llena de 'quinquis'

  • Del 9 de julio al 29 de agosto se exhibe la muestra "Quinquis de los 80"
  • Recorre el cine quinqui y el marco social que alimentó la delincuencia juvenil

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La moda del cine de quinquis

El Jaro, El Vaquilla, El Torete, Los Chunguitos, Los Chichos, los 'chutes' de 'jaco' o 'caballo' (heroína), el 'mono', el Seat 124 o el 131, son factores característicos del fenómeno 'quinqui', que marcó una época entre finales de los 70 y los años 80 en los barrios marginales de las ciudades españolas en un periodo especialmente convulso de la historia política y social de una España recién salida de la dictadura y que buscaba con ansia la libertad tantos años vetada, para lo bueno y para lo malo.

Esa etapa tuvo su reflejo en lo que constituye todo un género cinematográfico, el cine quinqui, que recogía las vivencias de conocidos delincuentes juveniles, que nacieron del territorio germinal que suponía una España azotada por transformaciones urbanísticas, sociales y económicas. Hasta 32 películas de este género se rodaron entre 1978 y 1985, perpetuando las vivencias de este tipo de delincuente, que acabó mitificándose alimentado por la prensa sensacionalista de la época y estetizada por el cine. Cine y quinquis, quinquis y cine, prensa y quinquis, quinquis y prensa, se retroalimentaban.

Todo este mundo, que aún hoy -o más aún hoy- se sigue contemplando con cierta admiración, está reflejado en la exposición 'Quinqui de los 80. Cine, prensa y calle', que acogerá La Casa Encendida de Madrid entre este 9 de julio y el 29 de agosto, en colaboración con el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). En la ciudad condal, la exposición fue un rotundo éxito, con alrededor de 65.000 visitantes y que consiguió atraer al centro "a muchísimas personas que nunca antes habían estado", explica su director, Josep Ramoneda.

En la exposición -más exigua que en Barcelona por cuestiones de espacio- pueden verse secuencias de cine, carteles y fotografías de películas, fanzines, discos, recortes de prensa y hasta máquinas de 'marcianitos' y 'pin-ball' en una simulada sala de recreativos -uno de los hábitats naturales de ocio de los adolescentes en los 80-.

A este aspecto lúdico, se suma, en el segundo bloque de la exposición, una acertada representación del contexto urbanístico y sociológico que favoreció la aparición de la delincuencia juvenil 'quinqui': los barrios marginales de La Mina (Barcelona), Otxarkoaga (Bilbao) y San Blas (Madrid), con su representativo "chabolismo vertical"; y las cárceles, destino final o de paso de muchos de estos jóvenes delincuentes, que, en casi todos los casos, encontraban un final mucho peor, la muerte por las drogas o a navajazos.

Paralelamente, se emitirá un ciclo de cine con títulos tan emblemáticos y fundacionales del género como Navajeros, Deprisa, deprisa, La Patria del 'Rata', El Pico 2, 27 Horas, Maravillas o Colegas.

Cine 'exploitation' a lo patrio

Los autores del cine 'quinqui' desarrollaron un 'cine exploitation' en versión patria, "explotando los aspectos más morbosos", como el sexo y las drogas, y suponiendo un cine de "transgresión pura y dura" tras la muerte del dictador Franco, que tuvo una gran aceptación del público, que pervive hoy día, explica Mery Cuesta, comisaria de la muestra. 

De hecho, añade, la tercera película más taquillera de la historia del cine español sigue siendo Perros Callejeros, que refleja la vida de El Torete y protagoniza él mismo, como ocurre en casi todas estas cintas.

"Toda una generación nos quedamos fascinados con esas imágenes, como las de la aguja entrando en la vena o las del sexo de los chaperos", señala una de las dos comisarias de la muestra.

Los precursores de este género, José Antonio de la Loma, desde Barcelona, y el vasco Eloy de la Iglesia, desde Madrid, lo abordan desde dos perspectivas distintas: el primero, con títulos como Perros Callejeros, con una aproximación a la delincuencia "de redención, casi católica, culpando a la sociedad"; y el segundo, comunista y homosexual declarado y cintas como Navajeros o El Pico, desde una aproximación "más empática" y con voluntad de explicar las causas sociológicas, cuenta Cuesta.

Otro de los "grandes iconos" del quinqui y parte de su idiosincrasia es el coche, generalmente el Seat 124, el 131 o el 1430. Los barrios marginales en los que vivía el quinqui estaban aislados de las grandes ciudades y a ellos no llegaba el transporte público, por lo que para estos jóvenes, víctimas de la altísima tasa de paro de la época, la única forma de desplazarse era el coche, que previamente tenían que robar. Muchos empezaban su camino vertiginoso por la delincuencia con el robo del coche, indica Amanda Cuesta, la otra comisaria de la muestra.

Trágico final al son de Los Chichos

La gran mayoría, si no todos, de los 'quinquis' tuvieron un "final muy trágico" y dejaron "cadáveres jóvenes", lo que contribuyó aún más a su "mitificación", que en algunos casos llegó a ser "misificación", como en el caso de José Luis Manzano, cuyo rostro fue utilizado en la figura de San Juan Bautista en un mural de La última cena en una parroquia de Getafe, donde trababa de desengancharse de la droga, dice Amanda Cuesta. 

Juan José Moreno Cuenca, El Vaquilla, que murió con 42 años en el año 2003, fue el más longevo de estos delincuentes juveniles que marcaron una época. Supo aprovecharse mucho de su potencial mediático y vendió numerosas exclusivas, aunque acabó muriendo de cirrosis y sin haber logrado la libertad definitiva.

Vidas con finales trágicos con banda sonora propia que se resume en letras como ésta de Los Calis dedicada a la heroína: "Tienes penas y alegrías/ vas matando poco a poco/ Más chutes no/ ni cucharas impregnadas de heroína/ no más jóvenes llorando noche y día/ solamente oír tu nombre causa ruina".