29-S: Una huelga general incómoda
- España afronta este miércoles la sexta huelga general de la democracia
- Los sindicatos, reticentes hace meses, se juegan su credibilidad en la protesta
- El Ejecutivo espera capear el temporal y retomar después el diálogo
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Más de tres meses después de su convocatoria, España afronta este miércoles la sexta huelga general de la democracia, convocada por los sindicatos contra la reforma laboral y, en general, contra lo que consideran un giro a la derecha del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que ha visto como quienes hasta hace poco eran aliados, ahora se revuelven contra los recortes.
Se trata de una huelga incómoda para casi todo el mundo, empezando por los propios sindicatos, que pospusieron todo lo posible la movilización más contundente a la que pueden recurrir. El propio secretario general de CC.OO., Ignacio Fernández Toxo, reconocía hace pocas semanas que la huelga "es una gran putada".
Lo cierto es que ni los ajustes fiscales para reconducir el gasto público, ni la propuesta de reforma de las pensiones, ni el aumento del paro les parecieron causa suficiente y sólo la reforma laboral, aprobada tras el fracaso del diálogo social, ha llevado a CC.OO. y UGT a convocar el paro.
Una rectificación de la política económica
Pese a las reticencias, las dos principales organizaciones sindicales ya han puesto la maquinaria en marcha, con diversos actos previos, y el 29-S se juegan una buena porción de su credibilidad, ya que corren el riesgo de que una baja participación se perciba como una concesión al Gobierno socialista.
Así, tanto Toxo como el líder de UGT, Cándido Méndez, llevan semanas reiterando que el objetivo es que el Ejecutivo rectifique la reforma laboral, tal como lograron en la última movilización de estas características, en 2002, contra el decreto de reformas laborales de José María Aznar.
De hecho, han rechazado el ofrecimiento de diálogo lanzado por Zapatero para después de la movilización e incluso han dado plantón a la vicepresidenta segunda, Elena Salgado, de cara al próxima reunión de presupuestos.
Desde Moncloa, mientras tanto, esperan capear el temporal; al fin y al cabo, es la primera huelga general desde que comenzó la crisis -el Gobierno francés de Nicolas Sarkozy ha sufrido ya cinco y en Grecia superan la media docena-. Su objetivo es minimizar los daños -han asegurado que no entrarán en guerras de cifras- y pensar en el día después.
Los transportes, claves para el éxito
Como probablemente las discrepancias sobre el seguimiento sean inevitables, la batalla de la visibilidad de la huelga se dirimirá especialmente en los transportes de las grandes ciudades y en las manifestaciones convocadas en todo el país, sobre todo la que recorrerá el centro de Madrid, que encabezarán los líderes de los dos principales sindicatos.
También en la industria y en los datos de consumo eléctrico -en 2002 bajó más del 20%-, así como en los servicios públicos, desde la educación hasta la sanidad. En este sentido, el precedente más inmediato es la huelga de funcionarios de junio, que se saldó con una escasa participación.
Sea cuál sea el resultado, sirva o no para modificar la política económica del Ejecutivo, el país vivirá este miércoles una jornada de anormalidad, la primera gran movilización provocada por la crisis económica, aunque quizás no la última con la reforma de las pensiones a la vuelta de la esquina.