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"Kony2012", una campaña simplista, descontextualizada y tal vez inoportuna

  • Hoy día, Kony apenas tiene unos centenares de seguidores
  • El criminal se esconde en la República Democrática del Congo
  • Una intervención podría desequilibrar a la inestable Uganda

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Fotografía de noviembre de 2006 del líder del LRA, Joseph Kony

Probablemente a la inmensa mayoría de la población mundial el nombre de Joseph Kony no le decía nada hasta hace unos días, cuando una campaña lanzada para alentar su captura, Kony2012, empezó a recibir una atención y seguimiento en las redes sociales sin paragón hasta ahora.

Pero, sí hay algo que le sobra al video, base de esa campaña, es efectismo y si hay algo que le falta, es contextualización,  resultando  excesivamente simplista. Emergen así múltiples preguntas al verlo. Quizás la más importante es ¿por qué y para qué ahora?

Hace algo más de tres años estuve con un equipo de En Portada en Uganda para realizar un reportaje para el programa y otro para Informe Semanal. Tuvimos la ocasión de conocer de cerca el conflicto objeto de esa exitosa campaña viral y a algunos de los exniños y exniñas soldado que habían sido secuestrados por la banda del bárbaro y mesiánico Kony.  

Cuando se ha emprendido algún tipo de acción militar contra él, su reacción ha sido muy virulenta.

No han faltado estos días las alabanzas y críticas a Kony2012, que seguro no molesta a ese monstruo al que le gusta que se hable de él y el terror que suscita, cuentan quienes han tenido la ocasión de verle. Pero también es cierto que, cuando se ha emprendido algún tipo de acción militar contra él, su reacción ha sido muy virulenta.

En 2008 ya hubo una operación, apoyada por Estados Unidos, para intentar capturarle y acabar con el LRA.  La misión fracasó y recibió críticas de los defensores de los derechos humanos, que afirman que después, como revancha, los combatientes de Kony asesinaron a cientos de civiles.

¿Quién es Joseph Kony y su Ejército de Resistencia del Señor, el LRA?

En su día, el Ejército de Resistencia del Señor nació como una guerrilla con un cierto sentido político, alrededor de 1987, en el norte de Uganda para luchar contra el gobierno central del actual presidente Yoweri Museveni, al frente de un régimen autoritario cuyo ejército cometió también atrocidades contra la población.

Kony quiere implantar una teocracia basada en los Diez Mandamientos. Hoy, el LRA no es más que una banda pseudorreligiosa de violadores y asesinos,  que no cuenta más que con unos cientos de miembros y con un número indeterminado –podrían ser varios centenares- de rehenes, sobre todo niños y niñas secuestrados.

A los niños los convierten en soldados o mulas de carga y a las niñas en esclavas sexuales.

Ya no está en el norte de Uganda, sino que se esconde en la selva del Congo. Por allí por donde pasa sigue dejando su rastro de matanzas, violaciones y secuestros de niños y niñas, aunque esto se ha reducido bastante en los últimos años por el propio debilitamiento del grupo. A los niños los convierten en soldados o mulas de carga y a las niñas en esclavas sexuales. Uno de sus crueles métodos consiste en cortar los labios,  orejas y narices de muchas de sus víctimas para aterrorizar a la población.

En 2006, se llegó a un alto el fuego en el conflicto del norte de Uganda, que permitió a esa zona iniciar la vía de la normalización todavía no concluida. Kony siempre se ha negado a firmar un acuerdo de paz.  Desde entonces, se ha movido sobre todo en zonas remotas de la República Democrática del Congo o la República Centroafricana.

Hasta 40.000 niños pueden haber sido secuestrados

Se calcula que desde el comienzo del conflicto, la guerrilla de Kony ha secuestrado a unos 40.000 niños y niñas. A la mitad de ellos se les da por muertos, la otra mitad consiguió librarse de las garras del monstruo. Quizás ahora tenga en su poder a unos muy pocos centenares,  sin olvidar que una parte del núcleo duro del grupo pueden ser niños en su día secuestrados.

Dicen de él que, con el terror y las amenazas, consigue colocarlos bajo su férreo control psicológico. José Carlos Rodríguez, antiguo misionero y mediador entre el gobierno y la guerrilla, que conoció a Kony, explicaba que éste es un experto en control mental,  que a él mismo le llevó en una conversación al terror extremo para después llamarle “gran amigo”: “Si yo que soy una persona adulta y con estudios llegué a estar aterrorizado, imagina a un niño al que acaban de secuestrar e incluso han obligado a que mate a sus padres, Kony ya lo tiene en su control y el niño acaba viéndolo como a su padre. Es la mayor perversión que se puede cometer”.

Sometidos al terror de incluso de ser obligados a matar a sus propios padres, terminan pensando que ya nunca serán aceptados por sus familias o comunidades y que sólo les queda la guerrilla.

Cuando pregunté a un exniño soldado, si perdonaba a los que le habían hecho daño, me contestó: “Sí, porque sé que a los que me lo hicieron, les forzaron a hacerlo, lo mismo que a mí. No lo hicieron intencionadamente. Fueron obligados a hacerlo por otros, como yo”. Se llamaba Patrick Sam y estudiaba en la universidad cuando le conocí, en 2008. Estaba rehaciendo su vida, una truncada en su infancia.

“Tengo 17 años y dos niñas, la primera es fruto de la violación del rebelde al que me entregaron después de ser secuestrada. Me quedé embarazada”, decía Susan Arao. Tuvo su primera hija con 14 años.

“Los rebeldes de Kony mataron a cuatro de mis hermanos. Los descuartizaron como si fueran cabras. A mi madre la mataron golpeándola con un hacha en la cabeza. A mi padre lo mataron a golpes. A mí, me secuestraron”, recordaba Patrick Opio, con la mirada perdida en el vacío.

Son miles las historias como éstas, historia de unos niños (hoy ya adultos) que vieron rota su infancia y fueron obligados a vivir un infierno.

Sobre Kony pesa desde hace unos años una orden de busca y captura del Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra y contra la humanidad. Mientras, el norte de Uganda ha ido recuperando una cierta normalidad aunque el miedo y los traumas no han desaparecido, algo de lo que el video ni habla.

Lo que obvia también Kony2012 es la lucha durante estos años de la sociedad civil en pos de una vida mejor: o que la mayor parte de los casi dos millones de desplazados que llegó a haber ha regresado a sus hogares.

Se pide una intervención internacional, sin medir las consecuencias

Hay dos hechos claros y evidentes en la situación actual en Uganda: Kony ya no está en ese país, sino que se esconde en la selva del Congo, y en Uganda ya no hay guerra, aunque sí un régimen autoritario. Sin embargo, la campaña Kony2012 pide una intervención internacional, sin medir las consecuencias y olvidándose de las necesidades de las víctimas del monstruo, que no son otras que los niños y niñas secuestrados.

Los que han sobrevivido, siguen su particular vía crucis en muchos casos. Unos han podido ser reintegrados en la vida civil, aunque se quejan de que están estigmatizados para siempre. Otros están poco menos que abandonados a su suerte porque las ONGs  que trabajan con ellos no disponen de fondos para llegar a todos.

En el 2008, atendían a alrededor de un 40% de los exniños y exniñas soldados. Quizás sería mejor para ellos que la campaña fuese dirigida a ayudarles más y a ayudar a las ONGs locales que a la detención del causante de la barbarie, escondido en una selva en la que no resulta fácil penetrar ni localizarle, sin olvidar que en un ataque podrían morir quienes están todavía a su lado forzados, después de haber sido secuestrados. 

¿Es la detención de Kony realmente una prioridad para las víctimas?

En realidad, no, porque para el norte de Uganda ya no es una amenaza directa y una intervención internacional podría dar al traste con la frágil estabilidad conseguida. Muchas de las víctimas apoyan los esfuerzos de reconciliación y una paz negociada.

Lo que es una pena es que una campaña como ésta haya traído a África y el problema del Ejército de Resistencia del Señor y su monstruoso líder Kony al centro de la atención mediática, cuando no han sido pocos los periodistas españoles y extranjeros que desde hace años han denunciado lo que ocurría, sin que tuviese una mayor repercusión.

Muchas de las víctimas apoyan los esfuerzos de reconciliación y una paz negociada

El periodista y exmisionero Jose Carlos Rodríguez Soto contaba en su blog hace un par de días: “Recuerdo cuántas noches en blanco pasé a mediados de los años 90 escribiendo con mi vieja Olivetti y papel carbón relatos de atrocidades y listas de niños secuestrados que después enviábamos a embajadas y a oficinas de Naciones Unidas para después encontrarnos con el silencio más absoluto”.

Es cierto que sería extraordinario acabar con el monstruo y su amenaza, llevarlo ante la justicia internacional,  pero no hay que olvidar el contexto y la situación real, antes de hacer llamamientos a una intervención militar internacional que podría empeorar las cosas y fortalecer un régimen autoritario como el de Museweni. Sin olvidar lo que supondría un posible nuevo despliegue de tropas en África Central cuando Estados Unidos ha estado extendiendo su presencia en el continente, fortaleciendo su Comando Africano, en una zona importante por sus recursos y en la lucha contra el terrorismo de Al Qaeda, activo en Somalia y en el Sahel.

El del norte de Uganda fue un conflicto largo, destructivo e ignorado de la historia reciente del continente africano.  La mayoría de sus gentes está afectada por los traumas de una guerra que provocó unos 200.000 muertos y en el que llegó a haber casi dos millones de desplazados en campos congestionados. ¿Por qué ha vuelto ahora con tal fuerza al foco de la atención internacional  a través de una campaña viral?