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La elección del nuevo papa, en manos de un cónclave con 115 cardenales

  • Solo pueden votar los cardenales menores de 80 años
  • Europa cuenta con 62 cardenales electores, entre ellos 5 españoles
  • El elegido suele ser un cardenal, pero eso no es un requisito necesario

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El nuevo papa tendrá que elegirse por mayoría de dos tercios de los votos

El proceso para elegir un papa es igual cuando se trata de suceder a un papa muerto o a uno que ha renunciado, como es el caso de Benedicto XVI. Desde 1059, toda la elección está en manos de los cardenales que hay en cada momento, aunque solo pueden votar en el órgano elector los menores de 80 años y hasta alcanzar un máximo de 120 electores.

Según ha anunciado el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, la Iglesia Católica tenía 208 cardenales, de los cuales 115 serán los electores, tras la renuncia del único cardenal británico que tenía derecho a voto, presentada el 25 de febrero, y después de que un cardenal indonesio haya anunciado que será baja por enfermedad.

Europa es el continente que cuenta con mayor número de cardenales electores (60), por delante de Latinoamérica (19), América del Norte (14), África (11), Asia (10)  y Oceanía (1 cardenal elector).

El país con más número de electores es Italia (28), seguido de EE.UU. (10), Alemania (6), Brasil, India y España, todos con cinco. Por tanto, de los diez cardenales españoles, Antonio María Rouco Varela, Antonio Cañizares, Carlos Amigo, Santos Abril y Lluìs Maria Martínez i Sistach podrán participar en el Cónclave que elija al nuevo papa.

El candidato elegido como nuevo papa suele salir del propio Colegio cardenalicio, aunque eso no es un requisito para ser elegido como pontífice. Un ejemplo fue el de Urbano VI, elegido papa en 1378, cuando era arzobispo de Bari.

Modificación in extremis de Benedicto XVI

En la actualidad, al igual que sucedió tras la muerte del papa anterior, el proceso se rige por la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis,  firmada en 1996 por el propio Juan Pablo II. Pero Benedicto XVI ha variado algunos de los preceptos de es Constitución a través de dos cartas apostólicas o motus proprios, la primera publicada en junio de 2007 y la última, el 22 de febrero de este mismo año.

En ese último documento publicado por el papa saliente destacan dos cambios: primero, se permite al Colegio Cardenalicio "adelantar el comienzo del cónclave si constata la presencia de todos los cardenales electores" (modificación del artículo 37 de la Constitución Apostólica) y no tener que esperar 15 días, como era preceptivo hasta ahora, y segundo, se detalla que, si no se ha conseguido la elección del pontífice tras 33 escrutinios, en el número 34 se reducirá la elección a las personas más votadas en el escrutinio precedente. Para elegir al nuevo papa se necesitará "al menos dos tercios de los votos de los cardenales presentes y votantes", lo que eleva el número de votos exigido, ya que esos dos candidatos no pueden votar.

Además, el último motu proprio de Benedicto XVI se empeña en multiplicar las autoridades que deben estar presentes en cada una de las liturgias del cónclave, en lo que se adivina como un intento de reequilibrar las fuerzas de las distintas facciones internas de la curia. En esos cambios, gana mucha presencia el vicecamarlengo, Pierluigi Celata.

También parece tratarse de diluir la presencia de Bertone, que tendrá mucha influencia en el cónclave al acumular los cargos de camarlengo (jefe de Estado del Vaticano durante la Sede Vacante) y secretario de Estado, aunque en esta función será relegado por su número dos.

Otra de las intenciones es reformar el secreto de las deliberaciones. En la modificación de los artículos 47 y 48, se especifica expresamente que el camarlengo,  sus tres cardenales asistentes y los dos técnicos de su confianza que se encarguen de garantizar el secreto de las deliberaciones (asegurándose de que no hay ningún tipo de dispositivo de grabación en la Sixtina y en los lugares de reunión de los cardenales) deberán realizar el juramento que les compromete a guardar ese secreto y les somete a los castigos si lo rompen. Hasta ahora solo juraban los cardenales electores y su personal de apoyo.

Un proceso ritual bajo la cúpula de la Sixtina

Durante la fase que se conoce como de sede vacante, cuando el papa anterior ha desaparecido y el nuevo aún no ha sido elegido, los cardenales se reunirán en las denominadas Congregaciones Generales, encargadas de gobernar la Iglesia Católica. Resolverán únicamente los asuntos ordinarios y los inaplazables.  Tras la muerte de Juan Pablo II, estas reuniones comenzaron el 4 de abril, nada más fallecer el pontífice. El Cónclave comenzó el día 18 de ese mismo mes.

Estas reuniones se encargan también de definir los detalles que regirán el órgano elector, denominado cónclave y regulado hasta el más mínimo detalle. Por ejemplo, cada cardenal elector debe llevar su propia papeleta en la que escribirá el nombre de su elegido después de la fórmula Eligo Sumum Pontifice y que doblará dos veces antes de entregarla al decano para que sea contada por los elegidos para realizar el recuento.

Una vez acordados los detalles, comienza en la simbólica Capilla Sixtina el cónclave en sí mismo. Los cardenales participantes realizarán un juramento establecido en cada caso. A partir de ese momento  no podrán comunicarse con el exterior y mantendrán "en secreto estricto" todo lo sucedido en el Colegio cardenalicio.

En concreto, igual que sucedió en la elección de Benedicto XVI, los cardenales han decidido que los electores no podían tener teléfono móvil, utilizar internet, leer periódicos ni ver la televisión. Sin embargo -como ocurrió ya en 2005 por primera vez-, se les permite alojarse en la Domus Santa Marta, fuera de la residencia vaticana para evitar la precariedad que suponía instalar a tantas personas en un espacio reducido.

En ese ambiente de clausura, se produce una primera votación llamada “de sondeo”. A partir de ahí, habrá cuatro votaciones diarias: dos por la mañana y dos por la tarde. El resultado de cada turno se transmitirá al exterior mediante la fumata, la columna de humo que sale por la chimenea de a Capilla Sixtina del Vaticano al quemar las papeletas de las votaciones de cada turno. Así, aunque haya cuatro votaciones diarias, solo habrá dos fumatas al día.

Fumata blanca para el nuevo papa

Si el humo es negro, significará que no hay acuerdo entre los cardenales, y deberán seguir las deliberaciones. El acuerdo final se traducirá en una fumata blanca y el repique de las campanas de la Basílica de San Pedro.

Después de doce votaciones (en el tercer día de cónclave), si no se ha llegado a un acuerdo, está previsto que se produzca un receso de al menos un día para reflexionar. Un descanso similar está previsto si sigue sin haber nuevo papa después de 19 votaciones (pasados cinco días). En el caso de Benedicto XVI, solo se necesitaron cuatro votaciones para lograr el acuerdo, ya que el cardenal Joseph Ratzinger se convirtió en papa en la mañana del 19 de abril de 2005, un día después del comienzo del cónclave.

Para evitar el bloqueo en las votaciones, las normas establecidas por Juan Pablo II en 1996 y luego modificadas por Benedicto XVI en 2007 introdujeron un cambio al permitir que, si se llega a la votación número 34 y ninguno de los candidatos ha conseguido un apoyo de dos tercios de los cardenales, se limite la lista de candidatos a los dos más votados en la votación previa. Tal y como ha marcado el todavía papa, uno de ellos saldrá elegido si obtiene "al menos los dos tercios de los votos" de los cardenales presentes y votantes. En ese caso, ninguno de esos dos candidatos podrá votar.

Con estos plazos, es lógico esperar que la Iglesia Católica escuchará el Habemus papam desde el balcón de San Pedro antes de Semana Santa, ya que Jueves y Viernes Santo caen en el 28 y 29 de marzo.