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Grecia, el 'alumno díscolo' de la UE, estará al cuidado de la clase los próximos seis meses

  • Atenas asume este 1 de enero la Presidencia rotatoria del Consejo de la UE
  • Hasta junio, el Gobierno de Samaras pretende mejorar la imagen de su país
  • La discusión abierta con la troika puede debilitar su posición al frente del bloque 
  • El sentimiento europeísta, bajo mínimos entre los ciudadanos griegos

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Grecia asume este 1 de enero la Presidencia rotatoria del Consejo de la UE

Grecia, el país que personifica con mayor crudeza y dramatismo las causas y consecuencias de la crisis más grave vivida en la Unión Europea, asume este 1 de enero la Presidencia rotatoria del Consejo de la UE. Pendiente de si necesitará o no un tercer rescate, el país heleno se niega a admitir que tiene las manos atadas por la troika y ve en este puesto la oportunidad de  sacudirse su imagen de los últimos años:  pretende demostrar que sigue siendo un miembro capaz, fiable y europeísta, en igualdad de condiciones que el resto de los países.

Pero en ese intento, Atenas tendrá que hacer frente a varios obstáculos, empezando por la  frustración que acumulan sus empobrecidos ciudadanos  que -sienten- no deja de exigirles más y más austeridad, mientras ellos no reciben nada porque los miles de millones prestados por sus socios europeos van en su mayoría a pagar las deudas griegas con los acreedores de esos mismos países.

Esa ira se focaliza, sobre todo, en Alemania, cuyo embajador sufrió esta misma semana, en su residencia ateniense, un tiroteo al aire con fusiles de asalto Kalachnikov por parte de unos radicales.

Otro palo entre las ruedas será la debilidad política de la coalición bipartita de gobierno, adelgazada por constantes deserciones en sus filas y en claro contraste con la fuerza de la oposición representada por la potente izquierda de Syriza y la pujante extrema derecha del ahora ilegalizado Amanecer Dorado.

Bajo la tutela de la troika

Aunque Grecia no es el primer país rescatado que ocupa la Presidencia de los Veintiocho –ya lo hizo Irlanda en el primer semestre de 2013–, la situación es bien distinta: Dublín presume de ser el mejor alumno de los cuatro países del euro que han necesitado un rescate para toda su economía, mientras que Atenas es visto por la mayoría como el hermano menor, inconsciente e incorregible, que nunca aprende la lección y trata de escamotear las medidas más duras y menos populares.

En esa percepción tienen mucho que ver sus constantes rifirrafes con la troika -los técnicos de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI-, que no acaban de estar conformes con el rendimiento de la austeridad y las reformas aplicadas.

Ellos volverán a la capital griega el próximo 13 de enero con nuevas exigencias a cambio de otro tramo de ayuda financiera -el enésimo desde que empezó el primer rescate en 2010-, que suma ya préstamos por 240.000 millones de euros.

Esa situación es la que lleva a muchos analistas a dudar de la fuerza de Atenas para sacar adelante compromisos de los Veintiocho. El propio ministro de Finanzas heleno, Yannis Sturnaras, reconocía la semana pasada que “Grecia no puede ostentar la Presidencia de la UE y tener asuntos pendientes con la troika” y, como ejemplo, añadía: “Estaremos intentando impulsar la unión bancaria y alguien estará en desacuerdo y sacará el tema de la troika y nuestras negociaciones”.

El Gobierno de Atenas quiere demostrar que es dueño de sus decisiones y ha aprobado un presupuesto para 2014 en desacuerdo con los supervisores internacionales, convencido de que en 2014 no se cumplirán los augurios de la troika sobre un nuevo agujero fiscal de 1.400 millones de euros. Ese convencimiento se refleja en las palabras del primer ministro, Andoni Samaras, en su discurso de fin de año: "En 2014, daremos el gran paso para salir" del rescate "y no serán necesarios nuevos préstamos".

Por añadidura, avisa el Ejecutivo heleno, nuevos recortes pondrían en peligro el superávit primario que espera lograr en sus cuentas públicas (antes del pago de la deuda) y la anhelada salida de la recesión que dura ya seis años y le ha restado la cuarta parte de su tamaño a la economía nacional.

Elecciones europeas a la vuelta de la esquina

A esa debilidad hay que añadir el poco tiempo del que dispondrá para sacar adelante sus iniciativas o culminar unos 250 temas heredados - como el mecanismo para reestructurar o liquidar bancos-, ya que contará solo con cuatro meses efectivos:  en abril es la última sesión del Parlamento Europeo antes de las elecciones europeas de finales de mayo.

Este clima preelectoral, por el contrario, podría ayudarle en su objetivo  de impulsar políticas más favorables al crecimiento y la creación de empleo, que dejen atrás la extrema austeridad dominante hasta ahora en los discursos europeos.

La UE también necesita demostrar que sus recetas funcionan y que la economía europea vuelve a estar en marcha, sobre todo, para frenar el auge creciente de los movimientos de extrema derecha y del euroescepticismo que podrían lograr el 25% de los escaños del Parlamento Europeo salido de los comicios de primavera, según los sondeos más recientes.

"La política fiscal restrictiva ha afectado gravemente a la cohesión social, especialmente en los países del sur", ha avisado el viceministro de Exteriores heleno, Dimitris Kúrkulas, quien defiende que "el gran desafío de la UE" es volver a colocar a los europeos en el centro de sus políticas.

Con sus calles en pie de guerra contra los recortes, el 30% de su población activa en paro y con los cielos griegos cubiertos por el humo de los miles de hogares que queman madera y carbón porque no pueden permitirse la calefacción, el Gobierno de Atenas quiere dar una dimensión social a la política económica de la UE: quiere que sus ciudadanos noten que las decisiones de Europa les tienen en cuenta y persiguen beneficiarlos a ellos también.

Cuatro prioridades y algunos frenos

Con esa intención,  su primera prioridad será lograr "cuanto antes" que se apliquen algunas de las medidas aprobadas para impulsar el crecimiento y el empleo, especialmente en la lucha contra el paro juvenil  -que en Grecia afecta al 60% de los menores de 25 años- y la financiación de las pymes.

En esa misma línea, al referirse a  su segundo objetivo, concluir la unión bancaria, la Presidencia griega explica que se hace “para que cada ciudadano europeo sienta seguridad y garantía respecto a sus depósitos bancarios, para evitar disparidades como las diferencias en el coste de la financiación que intensifican las desigualdades, fomentan el desarrollo asimétrico dentro de la UE y minan la cohesión”.

La tercera prioridad de la Presidencia de un país donde se cruzan tres continentes –Europa, Asia y África- es conseguir una política de inmigración realmente europea, con un mejor control de las fronteras, mayor cooperación con los países de origen de los inmigrantes, el desarrollo de un sistema europeo común de asilo y una financiación suficiente.

El último punto de su programa semestral quiere enlazar con el origen de la cultura y la historia griegas: el mar. Atenas quiere una nueva política marítima común, que impregne campos tan dispares como la política pesquera, el tráfico marítimo, el turismo, la energía y la defensa, ya que considera que no se ha sabido aprovechar hasta ahora su enorme potencial económico.

En el extremo opuesto a las prioridades, un asunto que ya se paralizó en las cuatro Presidencias anteriores de Grecia: las relaciones con Turquía, ahora en pleno proceso de negociación para su adhesión a la UE.

Tampoco se activarán las negociaciones abiertas con la Antigua República Yugoslava de Macedonia (FYROM, por sus siglas en inglés), lo que contrasta con la prioridad marcada por Atenas para el proceso de adhesión abierto con otra antigua república de Yugoslavia, Serbia, y las asociaciones comerciales con Moldavia y Georgia.

“Una Presidencia espartana”

Aunque la Presidencia de turno es un papel institucional, cuyas funciones se limitan a fijar la agenda de las reuniones de trabajo de los Veintiocho en sus distintas composiciones (salvo en los consejos de ministros de Exteriores, presididos por la Alta Representante de Política Exterior, y en las cumbres de los líderes, donde ese papel de coordinador y mediador lo ejerce Herman Van Rompuy) y a mediar y preparar los compromisos entre Estados, Atenas quiere sacarle el máximo rendimiento.

El Ejecutivo del primer ministro Samaras quiere presentar a Grecia como un país eficaz y resolutivo, que puede sacar adelante su agenda con un presupuesto ajustado y sin lujos, que no superará los 50 millones de euros, el más bajo de las últimas 12 presidencias. Irlanda, por ejemplo, gastó 60 millones.

“Una Presidencia espartana, pero con los valores atenienses”. Así resumía las intenciones de su programa el viceprimer ministro y responsable de Exteriores, Evangelos Venizelos, quien marcaba también sus guías maestras: “Contenido europeo, sencillez de ejecución  y eficiencia en la aplicación”.

No más 160 funcionarios griegos organizarán 14 reuniones ministeriales, 35 encuentros de alto nivel, 57 grupos de trabajo y 33 conferencias en los seis meses de la Presidencia helena. Todas las reuniones tendrán lugar en Atenas, salvo una informal de ministros de Exteriores que se celebrará en una localidad a 30 kilómetros de la capital.

Al contrario que en otras Presidencias, no habrá regalos para las delegaciones extranjeras (el responsable de organizar el programa semestral fue destituido en noviembre tras publicarse que habría encargado corbatas y pañuelos de regalo por valor de 120.000 euros) y tampoco se correrá con los gastos de estancia de los comisarios europeos y sus ayudantes.