Libia, un camino de violencia para los migrantes que anhelan Europa
- MSF recopila testimonios de migrantes rescatados por sus barcos
- La mayoría sufre violencia en el trayecto, de abusos sexuales a secuestros
"Ha sido difícil pasar por Libia. He visto el tráfico de seres humanos, la violencia, la trata de mujeres". Así relata Omar, un muchacho de Gambia de apenas 15 años, su periplo a través de un camino que cada año recorren miles de personas que tratan de alcanzar Europa a través del Mediterráneo central, partiendo desde las costas libias, en lo que se ha convertido en una de las rutas más peligrosas para los migrantes.
Médicos sin Fronteras, que ahora mismo cuenta con dos barcos en esas aguas para socorrer a las embarcaciones, ha recopilado los testimonios de varios de esos migrantes, que revelan como los peligros comienzan mucho antes de hacerse a la mar con la vista puesta en las costas de Italia. Según sus datos, el 92% de los migrantes rescatados han sufrido alguna forma de violencia en Libia.
“Les dicen que hay mucho trabajo, pero todo es mentira. La mayoría son mujeres jóvenes, adolescentes. Las obligan a prostituirse“
Uno de los rescatados es Omar, que relata como las mafias engañan a mujeres subsaharianas para atraerlas hacia Libia: "A muchas les habían prometido trabajo en Libia, les dicen que hay mucho trabajo, pero todo es mentira. La mayoría son mujeres jóvenes, adolescentes de 18, 19, 17 años. Les obligan a prostituirse".
Aunque el cierre de la ruta que lleva a Europa a través de Turquía y el Egeo ha empujado a muchos sirios y afganos hacia Libia, la mayoría de los migrantes que toman la ruta del Mediterráneo central son subsaharianos: eritreos (casi un tercio), nigerianos, somalíes y sudaneses suman casi la mitad, según los datos de ACNUR, que cifra en 142.000 las personas que han llegado este año a Europa por esta ruta.
Violencia cotidiana
Los barcos de MSF, como el Dignity, han rescatado a más de 18.400 personas desde mayo. Entre ellas está Christiana, una nigeriana de 24 años que ya se encontraba en Libia antes de que estallara la guerra civil que en 2011 acabó con la dictadura de Muamar el Gadafi, aunque sumió al país en un caos del que aún no ha salido.
"Muchas de nuestras mujeres están trabajando en casa de libios, como limpiadoras. Oirás que muchas de ellas dicen cosas como 'ayer me violaron' o 'ayer me golpeó mi jefe'", cuenta en un vídeo de la organización que recopila los testimonios.
“Pueden entrar en tu casa, cogerte, secuestrarte a ti y a tu familia. Y mientras te tienen con ellos, violan a los hombres, a las mujeres“
"No es un lugar para quedarse, hay rebeldes, secuestran a la gente para que les pagues. Pueden entrar en tu casa, cogerte, secuestrarte a ti y a tu familia, y te obligan a llamar a tu familia a casa. Y mientras te tienen con ellos, violan a los hombres, a las mujeres, molestan a los niños. Si no lo aceptas, te matan", explica.
La ruta del Mediterráneo central desemboca en una travesía incierta en busca de las costas italianas, a bordo de embarcaciones cada vez más sobrecargadas, en las que los naufragios están a la orden del día, pero también otras vías hacia la muerte, desde el hacinamiento hasta la inhalación de humo.
Secuestros y abusos policiales
La Organización Internacional para la Emigración estima que 2.870 personas han perdido este año la vida cruzando esas aguas; en el mismo período, la crisis de los refugiados ha dejado 512 muertos que trataban de llegar a las costas de Grecia en la ruta turca.
Pese a todo, los migrantes huyen de la inseguridad que campa en el territorio libio, ya sea a manos de los traficantes de personas o de la propia policía. La mitad de los rescatados por MSF dice haber sido retenido en la cárcel; es lo que relata a Mamadou, otro joven de Gambia, huérfano de 17 años, que explica que se marchó a Libia con su tío para trabajar.
“Esa cárcel fue muy dura. Comíamos una vez al día, solo chocolate, un trozo muy pequeño. Y nos pegaban mucho“
"Nos metieron en la cárcel. Esa cárcel fue muy dura. Comíamos una vez al día, solo chocolate, un trozo muy pequeño. Y nos pegaban mucho. Pero entonces vi el cadáver de mi tío. Me enteré de que había muerto, así que yo lloraba, lloraba… No sabía adónde iba a ir".
A bordo del Dignity, rememora un horror del que espera haber escapado: "No voy a olvidar esto, lo que ha pasado… no voy a olvidarlo en mi vida".