El ministro francés de Economía abandona el Gobierno de Hollande y apunta a la presidencia
- Emmanuel Macron dimite y deja abierta la puerta a optar al Elíseo en 2017
- Dice que quiere "transformar Francia" con su nuevo movimiento político
- De talante socioliberal, era uno de los ministros más conocidos del Ejecutivo
- Michel Sapin, actual ministro de Finanzas, asume la cartera de Economía
El ministro francés de Economía, Emmanuel Macron, ha presentado este martes su dimisión al presidente François Hollande para consagrarse "por entero" a su movimiento político, la plataforma En Marche (En Marcha) que constituyó la pasada primavera, lo que apunta a su posible candidatura en las elecciones presidenciales que Francia.
Macron ha explicado en una breve declaración ante la prensa que a finales de septiembre presentará su diagnóstico de Francia y propondrá "acciones en profundidad y coherencia" con su visión, enmarcada en su propio movimiento político. Sin anunciar explícitamente su candidatura a la Presidencia, el hasta hoy ministro ha declarado su intención de "construir un proyecto" para "transformar Francia a partir del próximo año", cuando se celebrarán las elecciones presidenciales.
El abandono de Macron, de 38 años, es la culminación de las discrepancias que ha mantenido con el Ejecutivo que lidera François Hollande, que ha aceptado su dimisión y ha nombrado en su lugar al titular de Finanzas, Michel Sapin, que asume así las dos carteras.
Macron, una referencia para el liberalismo francés
El díscolo ministro, convertido en apenas dos años en una referencia para el liberalismo francés, más querido por los empresarios que por los sindicatos, dedicará ahora sus energías al movimiento En Marche (En Marcha, en español), que él mismo lanzó el pasado abril. Aunque su anuncio de querer "transformar Francia" parece aspirar más alto: el Palacio del Elíseo se antoja, tarde o temprano, como su objetivo.
Desde hace tiempo, a la salida del joven Macron el Ejecutivo socialista solo faltaba ponerle fecha. La tensión entre el ministro de Economía y el resto del Gobierno alcanzó su nivel máximo el pasado mes de julio, cuando en un mitin de "En marcha" Macron dijo que Francia es un país "harto de promesas no cumplidas", lo que le valió el reproche del jefe del Ejecutivo, Manuel Valls.
Defensor a ultranza de la "liberalización de la economía", Macron puso sus ojos en la reforma laboral española y la alabó por la "eliminación de rigideces". Con estos mimbres el exministro impulsó la polémica reforma laboral de Myriam el Khomri, ministra de Empleo, que ha desatado desde marzo huelgas sectoriales, manifestaciones, protestas y el bloqueo de infraestructuras estratégicas.
El proyecto de ley pretende flexibilizar el mercado laboral pero los sindicatos creen que aumenta la precariedad de los trabajadores y que supone un retroceso histórico de los derechos laborales.
El Elíseo, última parada del camino
El nombre de Macron aparece destacado en las últimas encuestas realizadas sobre eventuales aspirantes a la Presidencia en las elecciones de la próxima primavera, aunque su apoyo entre los militantes de izquierda es menor que el que recibe entre la ciudadanía en general. Donde unos ven al niño mimado de los empresarios, empeñado en llevar a los socialistas por el camino del neoliberalismo, sus defensores perciben a un hombre sin prejuicios, con voluntad modernizadora y osadía para enfrentarse a un país esclerotizado.
Un antiguo compañero de estudios, el diputado conservador Julien Aubert le describe como "brillante y carismático" con un perfil "a lo Barack Obama".
Solo se podrá adivinar si finalmente concurre a las elecciones presidenciales de la próxima primavera a la luz de los movimientos del resto de candidatos de la izquierda, y sobre todo de su gran valedor, Hollande, que aún no ha anunciado si aspirará a la reelección.
Hasta entonces, el ambicioso Macron se entregará en cuerpo y alma al movimiento político que creó el pasado mes de abril, "En marcha", en un aldabonazo que marcó su voluntad de cabalgar solo, al margen del Partido Socialista, al que dejó de estar afiliado en 2009.
Macron, el mirlo blanco alza el vuelo en solitario
Hijo de dos médicos de Amiens (norte del país), Macron se formó en el gran vivero galo de cargos públicos, la ENA (Escuela Nacional de Administración), donde coincidió con una promoción que hoy ya copa importantes puestos en el Estado.
Tras completar sus estudios comenzó a trabajar como inspector de finanzas, antes de desembarcar en la empresa privada de la mano de la banca de negocios Rothschild en 2008.
Su pecado original, no haber sido nunca elegido para un cargo en unos comicios, le privó de convertirse en ministro del Presupuesto en el primer Gobierno Valls. Decepcionado, decidió regresar a Rothschild, del que llegó a ser socio, un perfil que le granjeó críticas de la parte del ala izquierdista del socialismo. Y que también le hizo muy rico: su papel en la operación de compra por Nestlé de una filial de la farmacéutica Pfizer, valorada en 9.000 millones de euros, le convirtió en millonario.
Macron compaginó su trabajo en la banca con la colaboración con el entonces candidato Hollande, quien le encargó las relaciones con los empresarios. Una vez en el Elíseo, le designó consejero económico, un puesto al que muchos otorgan más poder que al ministro de Economía, adonde llegaría hace justo dos años para reemplazar a Arnaud Montebourg, representante del ala izquierda de los socialistas.
En Bercy, sede del ministerio, dejará como mayor legado la ley que lleva su nombre, un texto que contiene una tímida liberalización y cuyas disposiciones principales estipulan la ampliación de 5 a 12 los domingos al año en que los comercios pueden abrir en las zonas turísticas y la desregulación de profesiones como la de notario.
Avezado músico (ganó premios como pianista en el conservatorio de Amiens) y lector de filosofía, su ubicuidad en los medios franceses se amplió al "papel couché" por el perfil de su esposa, Brigitte Trogneuxm, antigua profesora suya en el instituto y 18 años mayor que él.
Macron siente que le ha llegado la hora de volar solo, sin perder nunca de vista el Elíseo pero consciente de que el tiempo todavía juega a su favor.