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Las milicias kurdas de Siria, aliadas de Estados Unidos, son una de las grandes beneficiadas de la caída del régimen de Al Asad; fueron claves en la guerra contra el DAESH y vigilan los campamentos en los que están detenidos muchos milicianos yihadistas. Controlan el 30% del territorio en el noreste del país y para el presidente Erdogan son una amenaza porque apoyan a los kurdos turcos, a los que considera terroristas.

IMAGEN: EFE/EPA/ATEF SAFADI

Tanto en Rusia -y en el conflicto en Ucrania- como en Siria, las armas químicas son una parte importante del conflicto, ya sea como amenaza o como elemento a eliminar. Hoy Ucrania ha matado en un patinete bomba al jefe de la defensa nuclear de Rusia, Igor Kirílov. En 24 Horas de RNE hablamos con Mar Hidalgo, analista principal del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN). La analista ha explicado que "Siria declaró que tenía armas químicas, era conocido de antes, desde que formo parte de la convención de armas químicas en 2013, eso le obligó a adherirse a la Convención de Armas Químicas y a todos los requisitos que tiene que cumplir un país. Tuvo que hacer una declaración de todos los arsenales de los que disponía". Advierte que "no es un material manejable, es difícil, peligroso y puede tener una mala utilización. Siria esta obligada a destruir todos sus arsenales y la destrucción se tiene que realizar con procesos seguros, neutralización o incineración y una verificación segura tanto para las personas como para el medio ambiente".

La analista Hidalgo ha sido muy contundente: "Los dos bandos del conflicto han utilizado armas químicas. 4 Informes científicos realizados por un equipo de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) lo prueban". También ha hablado sobre el uso de fósforo blanco por parte de Israel, tanto en Gaza como Cisjordania e incluso en el Líbano: "El fósforo blanco no está catalogado como arma química, pero provoca quemaduras y toxicidad en el cuerpo", concluye. Mónica Hidalgo afirma que quedan muy pocos arsenales de este tipo de armas.

En medio de las tumbas de piedra hay una zona de 20 metros sin inscripciones y sin nombres. En el cementerio de la pequeña localidad de Qutayfah, a 40 km de Damasco, solo unos palos marcan la sepultura de más de 100 de cuerpos. Nadie sabe quiénes son.

Sheigh Abdul, el encargado del cementerio, cuenta a TVE que se trata de una fosa común y que fue él mismo quien los enterró. Asegura que fue obligado a hacerlo por los militares del régimen de Bachar al Asad y dice que algunos de los hombres estaban desnudos y presentaban signos de tortura. "Los hombres de Al Asad trajeron los cuerpos de noche e hicieron un agujero. No querían testigos. Solo estaba yo. Tuve que enterrar a unos 60", recuerda.

Los vecinos de Tadamon tienen dos formas de identificar dónde están las fosas comunes en su barrio. Una de ellas es fijarse en las paredes ennegrecidas al usar neumáticos para quemar los cuerpos. "La otra es porque los perros han desenterrado huesos humanos en al menos dos puntos que hemos podido ver", nos explica Laura Alonso, enviada especial a Siria. Allí ha hablado con algunos de esos vecinos, que confirman que las milicias del régimen traían aquí a los detenidos y les disparaban para que cayeran dentro de una zanja.

La enviada especial a Siria, Laura Alonso, ha entrado en el campo de refugiados de Yarmouk, en Damasco. Allí ha hablado con personas que viven sin luz ni agua, con cargas familiares y que muestran sus casas, completamente calcinadas por dentro. "Ser afortunado en Yarmouk significa tener cuatro paredes, porque la mayoría de edificios solo conservan el esqueleto", nos cuenta Laura. Son muy pocos los que se han decidido a volver a Yarmouk, un campamento palestino azotado por los enfrentamientos entre las milicias y reducido a escombros por la aviación rusa y siria.

El paisaje que uno se encuentra cuando recorrer el extrarradio de la capital siria es pura destrucción. Después de 13 años de guerra civil, Damasco ha quedado completamente devastada por los constantes combates y los bombardeos entre las fuerzas de Bachar al Asad y los rebeldes. A su paso solo ha quedado una población sumida en la miseria.

Un equipo del Telediario acompaña a Fadía, madre de cuatro hijos. Vive en una casa muy humilde, casi sin muebles. Llevaba años en una tienda de campaña después de que su primera vivienda fuera destruida en un bombardeo. Es la realidad que viven muchos sirios, que continúan en los campamentos de desplazados debido a que sus casas están totalmente destruidas. Para ellos, el retorno definitivo es, todavía, una opción remota.

Siria vive su primer viernes bajo administración insurgente tras la caída del régimen de Al Asad. En Damasco, los sirios se han echado de manera masiva a la calle, pero con calma y respetando el mensaje de Mohammad Al Golani: nada de tiros al aire y de atemorizar a la gente. El mensaje de la Mezquita de los Omeyas ha sido el de no volver la vista atrás, el del fin del revanchismo. Quieren una Siria para todos los sirios y de la que todos puedan sentirse orgullosos. Después del rezo, concentración en esta Plaza de los Omeyas preguntamos con qué mensaje se quedan de lo que han escuchado hoy, muchos dicen que con el de respeto a las minorías. Informa Laura Alonso, enviada especial a Damasco.

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Después de que los insurgentes hayan derrocado al régimen de Al Assad, toca la reconstrucción de Siria tras décadas de brutal represión contra la población civil. Laura Alonso, corresponsal de RNE en Oriente Medio, está en Sednaya, la cárcel siria conocida como "el matadero humano", donde familiares buscan los cadáveres de sus seres queridos detrás de los muros de la prisión. Allí ha podido con Fátima, que tiene hasta 20 familiares desaparecidos, al igual que Wael y Yasser, que también buscan a sus hermanos.