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Una mirada berlanguiana

De Berlanga a León de Aranoa: el humor negro que retrata a España

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La actriz María Vico en 'Calabuch' (1956), de Berlanga
La actriz María Vico en 'Calabuch' (1956), de Berlanga

La aparición de Luis García Berlanga en el cine es clave para entender la comedia española. Su universo fílmico, lleno de sátira, ingenio y afiladísimo sentido del humor, dejó huella en numerosos cineastas y en películas que se impregnaron de esa mirada berlanguiana, cargada de ironía y costumbrismo, de forma inevitable. Una crónica feroz, llena de gracia, que enseñó a todo un país a reírse de sus propias miserias y retrató como nadie la tristeza del españolito del siglo XX.

Herederos de esa visión ácida y negra del mundo, que también derrochaba una ternura extraordinaria por sus personajes, son directores como Alex de la Iglesia, Miguel Albaladejo, Óscar Aibaro Fernando León de Aranoa. El buen patrón, cinta de este último, es un ejemplo innegable de cómo el cine actual ha absorbido parte de aquella alma berlanguiana. La cinta, que opta a 20 candidaturas en los próximos premios Goya, comparte el sentido crítico, la comedia afilada y penetrante y esa mirada compasiva hacía sus personajes que también eran propias del director de Bienvenido, Mister Marshall (1953) y Calabuch (1956).

Calabuch (1956)

Calabuch (1956)

El arte de la comedia costumbrista y negra

Al igual que Berlanga, en la cinta protagonizada por Javier Bardem, León de Aranoa logra hacer comedia con los materiales habituales del drama. Ambos capturan lo trágico y lo grotesco de la sociedad del momento y lo presentan bajo lucidísima comedia. Por eso, cuando hace unos días León de Aranoa recogía su Feroz a la Mejor Comedia por El buen patrón (2021), el director agradeció que su película hubiese sido premiada en esta categoría. “Se trataba de que la gente se riera los fines de semana en las salas de lo que padece durante la semana y así lo exorcizara”, manifestaba.

Del mismo modo, para León de Aranoa El buen patrón es una película “escrita desde el convencimiento de que la realidad es muy poco realista y de que la sátira y el humor pueden ser maneras muy precisas de contar lo que somos”. Unas palabras que definen perfectamente lo que Berlanga, pero también Marco Ferreri (El pisito); José Luis Cuerda (Amanece que no es poco), José María Forqué (Atracó a las 3) o Rafael Azcona, a través de sus guiones, defendieron antes en la gran pantalla. Todos ellos usaron la comedia para retratar y denunciar la realidad de un país, mientras se reían de ella. Autores ágiles, de narrativa fluida y con la premisa de que no hay nada más surrealista que la vida misma. Convirtieron el costumbrismo en comedia, llevando la crónica social a otro nivel.

El buen patrón (2021), de Fernando León de Aranoa

El buen patrón (2021), de Fernando León de Aranoa

Esperpento y comedia: de la censura a nuestros días

Si repasamos la historia de nuestro cine, no hay duda de que los mejores retratos de nuestra sociedad se hicieron a través de la comedia, como apunta el experto cinematográfico Carlos Aguilar en su libro Cine cómico español 1950-1961. Riendo en la oscuridad (Desfiladero, 2017).

Según Aguilar, la clave pasa por los años de censura, época en la que guionistas como Azcona aprendieron a agudizar el ingenio y encontraron en el humor irónico y velado la vía de escape para poder hablar de lo que ocurría en realidad en la España de aquellos años. “Imaginad si se hubiera hecho como drama Bienvenido, Mr. Marshall, la que se habría armado… Con todo, ya que estamos hablado de Berlanga, parece imposible que Plácido hubiera pasado censura, porque la visión que vierte de la España de entonces es desoladora”, cuenta Aguilar.

Pasada la censura, es cierto que el ingenio, la sutileza y la sugerencia, se fueron perdiendo, en beneficio de una explicitud que en los años posteriores fue más chabacana, pero el calado cultural que dejaron las comedias de Berlanga, Ferreri o Azcona ya no se podía borrar. Aquel espíritu subversivo, la mirada irónica, el esperpento y sobre todo el uso de la comedia para hablar de quiénes éramos influyó claramente en las obras cinematográficas posteriores.

La belle epoqué (1992), de Fernando Trueba

La belle epoqué (1992), de Fernando Trueba

Comedias amargas, pero llenas de luminosidad como Belle epoquè (1992), de Fernando Trueba; ácidas y canallas como El día de la bestia (1995), de Alex de la Iglesia; otras que experimentan con nuevas narrativas como Selfie (2017), de Víctor García León o, incluso, documentales como Muchos hijos, un mono y un castillo (2017), de Gustavo Salmerón.

El día de la Bestia (1995), de Alex de la Iglesia

El día de la Bestia (1995), de Alex de la Iglesia

Todas ellas recogen el estado de animo de una época, retratan a sus protagonistas y nos ponen en evidencia a través del humor, ese que sirve tanto para amortiguar el golpe de la crítica (o la censura, en su momento), como para calar aún más hondo y llegar al público general. El equilibrio perfecto, que diría Julio Blanco en El buen patrón, y una forma de contarnos a nosotros mismos plenamente berlanguiana.