En un país marcado por los casos de abusos sexuales dentro de Iglesia, el Papa no podía eludir la cuestión. En su primer discurso ha condenado los abusos a menores, que define como la vergüenza y la humillación de su institución. "La iglesia tiene que avergonzarse y pedir perdón, y hacer todo posible para que esto no suceda más", ha expuesto minutos después de que el primer ministro belga dijese que "las palabras no bastan".
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