La figura del rey es una de las líneas rojas que ningún marroquí debe traspasar. En su primer discurso televisado, Mohamed VI prometió acabar con la desigualdad y a pobreza, pero 25 años después, Marruecos sigue siendo un país de desigualdades, aunque él ha logrado multiplicar la fortuna que heredó gracias a su propio imperio empresarial.
Apoyo el pluralismo político y, al calor de las primaveras árabes, supo adelantarse con una nueva constitución en 2011, en la que dejo de ser un rey sagrado, se redujo poderes y convirtió el país en una monarquía parlamentaria. Es un monarca que además de reinar, gobierna: puede nombrar a presidentes, ministros y todo lo que se aprueba tiene que llevar su firma.