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La tregua en Ucrania puede aliviar a la población civil, facilitar la entrega de ayuda humanitaria y dar un descanso a unas tropas agotadas después de tres años de combate sin pausa. La mayor dificultad es la desconfianza. Ni la población ucraniana ni las autoridades de Kiev se fían de Moscú, que a su vez también tiene reservas y exige que Ucrania no aproveche la pausa para rearmarse.

El reto operativo de la tregua es la supervisión: Ucrania y Rusia comparten más de 2000 kilómetros de frontera y unos mil de frente con combates activos. El Kremlin rechaza expresamente la presencia de tropas de países de la OTAN, mientras Kiev reclama garantías de seguridad por ahora no concretadas. Pero los acuerdos no son imposibles. En estos tres años de invasión, Rusia y Ucrania han pactado intercambios de prisioneros, la exportación de cereales por el mar Negro o evitar ataques cuando los inspectores de la ONU visitan la central nuclear de Zaporiyia.

En todos esos casos, Moscú y Kiev han pactado a través de mediadores. En la tregua, el intermediario es Estados Unidos, con un Donald Trump que ya va más allá del alto el fuego, y habla de que se negocie sobre instalaciones energéticas y tierras.

El martes 18 de marzo se producirá la esperada conversación telefónicase producirá la esperada conversación telefónica entre los presidentes estadounidense, Donald Trump, y ruso, Vladímir Putin. Trump ve más cerca el fin de la guerra que la propia Kiev, y pone el foco sobre un tema tan espinoso como es la posible cesión de tierras. La Administración estadounidense ha dado a entender que "no es realista" pretender que Rusia se vaya a retirar de todos los territorios, pese a que Ucrania tilda de "línea roja" este escenario. Ante la prensa, el ministro de Exteriores, Andrii Sibiha, ha hablado claro de lo que no es negociable para ellos, y que va desde renunciar a los territorios ocupados, pasando por desmilitarizar el país, hasta renunciar a sus aspiraciones de entrar en la OTAN.

Ante un hipotético fin del conflicto, Rusia podría quedarse con los territorios ucranianos que actualmente ocupa, tal y como exige de cara a una negociación de paz. Esto implicaría mantener el control de la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa y punto estratégico para la independencia energética de Ucrania. Sin embargo, Kiev no está dispuesto a aceptar este escenario. Ante la prensa ucraniana, el ministro de Exteriores, Andrii Sibiha, ha hablado de lo que no es negociable para ellos, y que va desde no ceder los territorios ocupados a desmilitarizar el país o renunciar a sus aspiraciones de entrar en la OTAN.

En resumen, Ucrania se ancla a sus posiciones iniciales, mientras que el frente continúa moviéndose. Las tropas rusas avanzan precisamente en la región de Zaporiyia y aseguran que han tomado el pequeño enclave de Stepove.

En la ciudad de Kramatorsk, las autoridades han instalado varios refugios antiaéreos. Pero, aunque las alarmas suenan continuamente, son pocas las personas que los usan, entre otras cosas porque el centro está prácticamente vacío. Nuestro enviado especial a Ucrania, Fran Sevilla, nos enseña cómo son estos refugios. Esta ciudad tenía 150.000 habitantes antes del comienzo de la invasión rusa, ahora solo quedan unos 10.000.

Tras cinco años de investigación, el periodista Marc Marginedas publica Rusia contra el mundo. El libro explora los oscuros métodos del Kremlin para consolidar el poder del presidente ruso, Vladímir Putin, y desestabilizar el orden global. Corresponsal de guerra, Marginedas pasó seis meses secuestrado en Siria por terroristas del Estado Islámico. Tras su liberación, pidió a su periódico que lo destinara a Moscú. Está convencido de que la Rusia de Putin junto a su aliado Bachar al Asad jugó un papel para radicalizar y deslegitimar a la oposición siria. Alerta del peligro de que Putin utilice esos métodos para desestabilizar Europa.