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El presidente de Rusia, Vladímir Putin, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-Un, presumen de buena sintonía, pero es difícil saber hasta dónde llega realmente la colaboración. Según una investigación del centro Open Source, Moscú está suministrando petróleo a Pionyang a cambio de apoyo militar, lo que significaría que Rusia está violando las sanciones impuestas por la ONU al régimen norcoreano. No es la primera vez que Putin ayuda a sus aliados a esquivar las sanciones. Rusia lo ha conseguido también para sí misma a raíz de la invasión de Ucrania. El grupo de los países sancionados está ahora más unido. Así, Rusia también se ha acercado a Irán para conseguir armas para usar en Ucrania. También China es un apoyo fundamental, pero desde una posición teóricamente más moderada.

Foto: Vladímir Putin y Kim Jong-Un (Kristina Kormilitsyna, Sputnik, Kremlin Pool Photo via AP)

El uso de nuevos misiles sobre el campo de batalla y la amenaza nuclear han vuelto a elevar la tensión en torno a la guerra de Ucrania. Con este nuevo escenario, la OTAN y Ucrania se reúnen de urgencia el próximo martes. Tras más de 1.000 días de guerra en Ucrania, en los últimos seis el panorama ha cambiado mucho. Días de escalada que han desembocado en el lanzamiento de un misil hipersónico ruso, el Oréshnik, sobre territorio ucraniano. Capaz de portar ojivas nucleares, es tan rápido que las defensas antimisiles no pueden detectarlo.

Y Vladímir Putin acaba de anunciar que lo van a producir en serie y seguirán haciendo ensayos también en combate. Subraya que "dependerá de las amenazas que reciba Rusia". Putin extiende la advertencia a los aliados de Kiev no es algo nuevo, pero ahora Occidente teme que pase de las palabras a los hechos. Para Volodímir Zelenski, este último movimiento de Putin demuestra que Rusia no quiere la paz y necesita escalar el conflicto.

Foto: EFE/EPA/GAVRIIL GRIGOROV/SPUTNIK/KREMLIN

El lanzamiento de un misil balístico experimental ruso que golpeó a la ciudad ucraniana de Dnipró inquieta a Estados Unidos. El Pentágono ha reconocido que se trata de un nuevo tipo de arma con capacidad letal en el campo de batalla ucraniano. A pesar de ello, Washington matiza que no ha percibido cambios en la postura nuclear de Rusia y confirma que Moscú les avisó del ataque antes de llevarlo a cabo a través de un sistema de comunicación permanente entre las dos potencias.

El Kremlin dice que el ataque, con un proyectil vacío, pero diseñado para portar cabezas nucleares, es una advertencia a los países occidentales que "ofrecen de forma imprudente" su armamento a Ucrania, en referencia a los misiles estadounidenses, británicos y franceses que acaba de estrenar Kiev contra territorio ruso. El líder norcoreano, Kim Jong Un, que ha dotado al ejército ruso con más de 10.000 soldados, también acusa a Estados Unidos de alentar una escalada nuclear.

Tras los impactos de los misiles rusos sobre Dnipro, Kiev acusaba inmediatamente a Moscú de lanzar por primera vez sobre territorio ucraniano un misil balístico de tipo intercontinental, capaz de llevar una carga nuclear y alcanzar objetivos a más de 5.000 kilómetros. En Rusia, su presidente, Vladímir Putin, confirmaba haber lanzado un nuevo misil balístico hipersónico, pero, en esta ocasión, de alcance medio. Fuentes estadounidenses también han desmentido la versión de Kiev, dado que el uso de misiles intercontinentales podría conducir a una escalada sin precedentes.

En todo caso, nadie duda de que, sean de uno u otro tipo, los lanzados hoy son la respuesta de Moscú ante los ataques ucranianos sobre territorio ruso de esta semana con misiles estadounidenses y británicos.

Entretanto, y en el plano de la llamada "guerra híbrida", Dinamarca vigila un carguero chino anclado en aguas danesas. Sospechan que puede estar relacionado con el corte de dos cables de telecomunicaciones submarinos en el Báltico. Pekín dice que no sabe nada al respecto.

Hace 1.000 días, las tropas rusas entraron en Ucrania, en una operación que Moscú pensó que apenas duraría unos cuantos días y que, sin embargo, se ha ido transformando en una guerra de desgaste. Ucrania logró expulsar a los rusos de Kiev y del norte tras meses de conflicto, y recuperó los territorios de Járkov y Jerson. Pero no pudo avanzar en el sur y ahora sufre de nuevo el empuje de Rusia en casi toda la línea de contacto.

La guerra también ha forzado cambios. Rusia ha sustituido a ministros y generales, ha usado y prescindido de mercenarios, ha movilizado a parte de su población, y ha tenido que recurrir a sus aliados China, Irán y Corea del Norte para surtir arsenales y filas. Ucrania también ha cesado a mandos militares y políticos. Zelenski ha suspendido las elecciones, ha instaurado el reclutamiento forzoso y ha logrado que sus aliados le envíen armas prohibidas al inicio de la invasión. Ya son más de 100 mil millones de dólares el armamento suministrado, como los misiles ATACMS que ahora Ucrania dispara contra Rusia.

Ni Rusia ni Ucrania reconocen las decenas de miles de soldados que han perdido. El grueso del sufrimiento lo sigue pagando la población ucraniana, con 12.000 civiles muertos y 14 millones de desplazados, de los cuales seis millones se han ido del país sin saber cuándo o qué se van a encontrar si un día vuelven a casa.

Seguramente no sea casualidad que justo cuando se cumplen los mil días del inicio de la guerra en Ucrania, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, haya decidido aprobar la nueva doctrina nuclear rusa que amplía los escenarios en los que se podrían usar ese tipo de armas de destrucción masiva.

Ahora podría haber una respuesta nuclear ante un ataque convencional si desde Moscú consideran amenazada la soberanía del país.

¿Qué ha pasado, qué está pasando y qué puede pasar en Ucrania después de 1.000 días de guerra? Lo analizamos con Christian Villanueva, director de la Revista Ejércitos, en este capítulo especial en el que, además, escuchamos las historias de dos matrimonios hispano-ucranianos que han recorrido caminos completamente opuestos desde que empezó el conflicto: Javier Larrauri y Olga Pronchuk vivían en Ucrania y desde que estalló la guerra residen en Alicante; Javier Espárrago y Natalia Kolomiiets, vivían en Dinamarca y decidieron regresa a Ucrania hace unos meses.