Con paraguas, desafiando a un intenso chaparrón, los fieles de Silvio Berlusconi se han acercado a su residencia de Arcore, cerca de Milán, para rendirle homenaje. Una multitud de periodistas para cubrir la capilla ardiente de Il Cavaliere. Dentro de la que fue su mansión, solo los más allegados.
Su familia lo ha decidido por razones de orden público, así que muchos de sus seguidores no podrán velar al que fue uno de los personajes políticos más influyentes de Italia, admirado por muchos.
El funeral será mañana y asistirán el presidente de la República, Sergio Matarella, y la primera ministra, Giorgia Meloni, en Milán, la cuna de un magnate que protagonizó numerosos escándalos de toda índole, desde sexuales a económicos y que marcó una época en la política y en los medios de comunicación italianos.
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