¿Para qué sirve un Festival de cine, además, claro, de para que las autoridades luzcan sus galas en las ceremonias de inauguración y clausura? Admitamos que, dada su proliferación, no siempre está muy claro. En todo caso, deberían servir como mínimo para estimular el mercado y proveer de películas en pantalla grande que los ciudadanos de otro modo nunca verían.
La Mostra de Valencia, casi alcanzada la edad de Cristo, está intentando reinventarse. Abandona la autodefinición mediterránea y busca un espacio propio que justifique su existencia. Ahora tiene por bandera el cine de Acción y aventuras.