La historia ha obligado a los finlandeses a negociar y a la vez temer a Rusia. El último enfrentamiento precedió la Segunda Guerra Mundial, Stalin invadió el país y acabó anexionando una décima parte con el argumento de que su cercanía amenazaba Leningrado, hoy San Petersburgo. Por eso a los finlandeses lo que está pasando en Ucrania les resulta tan familiar y tan cercano. Y también en parte por eso más que socios quieren ser miembros de pleno derecho de la OTAN.
El caso de Suecia es distinto. Lleva 200 años sin combatir en ninguna guerra. La isla de Gotland, a unos 200 kilómetros de la Suecia continental y unos 300 de la base rusa de Kaliningrado, es el lugar más estratégico del mar Báltico. Durante la Guerra Fría, parte de la isla estaba militarizada para controlar los movimientos de la Unión Soviética. Con la caída de la URSS, Suecia entró en la Unión Europea y estrechó la colaboración con la OTAN, como ilustran las maniobras de este mes de junio. Ahora han pedido ser miembros de pleno derecho: Por el artículo 5., si atacan a uno, atacan a todos.