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Torcuato Fernández-Miranda y Hevia (1915-1980) fue uno de los principales protagonistas de la primera parte de la Transición. Sin embargo, su figura quedó eclipsada, entre otras cosas por su prematura muerte, que aplazó su reconocimiento público.

Pero antes de la Transición, Fernández-Miranda acumulaba una larga trayectoria como dirigente franquista. Estuvo cercano al mundo falangista y se mantuvo fiel a Franco mientras este vivió. Tras su muerte, sin embargo, contribuyó al desmontaje del régimen y la llegada de la democracia. Motivo por el que otros dirigentes franquistas lo consideraron un traidor.

Fernández-Miranda comparó la Transición con una obra de teatro con un empresario, el rey Juan Carlos; un guionista, el propio Fernández-Miranda; y un actor, Adolfo Suárez. La metáfora hizo fortuna y obligó a políticos e historiadores a posicionarse, otorgándole unos ese papel clave y rebajándolo otros.

Tuvo dos grandes vocaciones: la universitaria y la política. En la universidad llegó a ser el catedrático más joven de España en 1945, especializado en derecho político y filosofía del derecho. En la política ocupó distintos cargos en el régimen, hasta que en 1969 fue nombrado ministro Secretario General del Movimiento. Y ya en 1973 alcanza el cénit al ocupar la vicepresidencia del Gobierno de Carrero Blanco. Cuando ETA asesina al almirante, Fernández-Miranda asumió la Presidencia del Gobierno en funciones.

Pero antes, fue uno de los preceptores del entonces príncipe Juan Carlos, con quien desarrolló una relación de confianza, fundamental años después. Fernández-Miranda fue quien convenció al príncipe de que podía jurar los Principios del Movimiento Nacional y las leyes franquistas sin que ello le impidiese llegar a una democracia. Es el proceso que defendía de la ley a la ley a través de la ley.

En 1975, ya con Juan Carlos proclamado rey, Fernández-Miranda ocupó la Presidencia de la Cortes y del Consejo del Reino. Desde estos puestos fue esencial para los planes democratizadores del nuevo Jefe del Estado. Puso en suerte la designación de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno y fue fundamental en la redacción y tramitación del Proyecto de Ley para la Reforma Política, que derogaba las Leyes Fundamentales de la dictadura.

Sin embargo, a partir de ese momento se produjo un declinar en su vida política. Parecía que el proceso que había contribuido a poner en marcha iba más lejos de lo que hubiera querido. Y prueba de ello fueron los crecientes desencuentros con Adolfo Suárez hasta la ruptura total.

Para este programa hemos contado con los testimonios del periodista Juan Fernández-Miranda, nieto de Torcuato y autor de la biografía El guionista de la Transición. También, del historiador Pere Ysàs, coautor, entre otros, del libro La Transición: historia y relatos. Y de los políticos Fernando Suárez (uno de los ponentes de la Ley para la Reforma Política) y Rodolfo Martín Villa (ministro en los primeros gobiernos de la monarquía), que conocieron a Torcuato en distintas etapas. Además, gracias al Archivo de RTVE, podemos contar con la voz del propio Torcuato Fernández-Miranda en multitud de discursos y conferencias.

Documentos RNE se emite los viernes, de 23 a 24 horas, por Radio Nacional.

El testimonio que sumamos hoy a “La España vivida” es el de un profesor y un político que perteneció primero al Partido Comunista de España (PCE), luego fundó otro, llamado Federación Progresista, y más tarde tomó parte de la puesta en marcha de Izquierda Unida, para recalar a finales de los 80 en el Centro Democrático y Social (CDS) del expresidente Adolfo Suárez. Un recorrido intenso, por tanto, que no se acabó ahí, ni mucho menos. Estamos hablando del catedrático de Estructura Económica Ramón Tamames, que llegado 2023 fue el protagonista de una iniciativa inédita, consistente en una moción de censura de la mano de una fuerza política que no estaba en el ámbito de todas sus militancias anteriores. Este partido, Vox, le propuso como candidato a la presidencia del Gobierno a caballo de una moción de censura contra el Ejecutivo de coalición entre el PSOE y Podemos, y más concretamente contra su presidente, Pedro Sánchez. Tamames ha estado, en suma, en la cocina de muchas operaciones políticas, y nos interesa su experiencia para mejor entender algunos de los episodios más sonados de la vida democrática española.



En la serie de conversaciones que llamamos “La España vivida” recibimos hoy a un invitado muy especial. Desde el principio declaramos que con estos encuentros queríamos recoger testimonios de personas de los más distintos ámbitos que hubieran destacado en su trayectoria. Hasta ahora nos hemos centrado, sobre todo, en la política, en cargos públicos que aportaran su experiencia para el mejor conocimiento de las transformaciones que se han ido produciendo en el país en las últimas décadas. Hoy nos abrimos a una nueva área, la de la creación artística y musical. Y uno de los nombres de mayor relevancia en este ámbito, a caballo de dos siglos, es el de nuestro invitado, Miguel Ríos, cuyas canciones han acompañado a diversas generaciones. Miguel, nacido en Granada en junio de 1944 ha tenido una carrera llena de éxitos, en paralelo a la evolución de una España que con su música de fondo, ha ido cambiando para pasar de un régimen autoritario, dictatorial, el que le vio iniciarse como artista, a una democracia homologable y por fases convulsa. Queremos que Miguel nos cuente cómo ha vivido –y en diversos momentos protagonizado- ese camino, y qué influencia ha podido tener el proceso de modernización del país en la historia reciente de la música y la creación artística en España.


Hoy es un día de fiesta en “La España vivida”. En nuestros podcast escuchamos a todo el mundo, pero hay días en que nos congratulamos especialmente. Lo digo porque hoy ha venido a vernos y a hablarnos José María Pérez, Peridis, que ha dedicado toda su vida a complacer a los demás, como arquitecto, como restaurador del patrimonio, como caricaturista, y como impulsor de proyectos sociales, sobre todo los talleres-escuela para jóvenes. Ahora, Peridis es también novelista, tarea que compagina con su labor habitual en El País, como dibujante de tiras, y se diría que de tiras y aflojas, porque por su estilo, dulcemente irónico y comprensivo, hasta los malos parecen buenos..

Juan Antonio Ortega y Díaz-Ambrona es uno de los nombres importantes de la Transición de España hacia la democracia. Hoy tenemos el privilegio de contar con él en “La España vivida”, cuyo propósito es precisamente aportar testimonios de primera línea sobre aspectos fundamentales de la historia reciente del país. Nuestro invitado es letrado del Consejo de Estado, lo que equivale a decir que conoce a fondo el derecho, por un lado, y la política, por otro. Pero además hoy podrá darnos muchos datos sobre años decisivos, entre la segunda mitad de los 70 y la primera de la década de los 80, en que desempeñó entre otros cargos los de ministro adjunto al presidente, es decir, adjunto a Adolfo Suárez, y luego ministro de Educación, también en el Gobierno siguiente, presidido ya por Leopoldo Calvo-Sotelo.


Documento Nacional. A finales de los 90, el fotógrafo Alberto García Sáenz encuentra tiradas en un contenedor de obras un montón de cajas de fotografías de carnet. Años más tarde, las fotos seleccionadas y recogidas en un libro, ‘Documento Nacional’, forman un retrato alucinante de los últimos años de la dictadura y de la transición. En él descubrimos cómo eran y cómo cambian los rostros de los españoles durante esta etapa.

El histórico líder de UGT Nicolás Redondo ha muerto en Madrid a los 95 años. Familiares, amigos, compañeros del sindicato y políticos le despiden este miércoles en la capilla ardiente que se ha instalado en la sede de su sindicato, en la capital.

El 18 de abril de 1976 fue elegido secretario general de la UGT en el 30 Congreso de la organización. Redondo luchó por los derechos de las personas trabajadoras, la mejora del empleo y la igualdad en la sociedad española. El sindicato ha recordado que en su lucha por la justicia social, fue detenido y procesado por la dictadura franquista en numerosas ocasiones debido a sus actividades políticas y sindicales. Foto: EFE/Jesús Conde Duque

Se cumplen 40 años de la victoria del Partido Socialista de Felipe González y en Las Mañanas de RNE hemos hablado con dos figuras que fueron muy relevantes en esos momentos. Carlos Solchaga, ministro de Industria durante el primer mandato del expresidente, recuerda esos días como unos momentos en los que, más allá del impulso reformista por el que se veían movidos, el país venía marcado por unas circunstancias “muy especiales” con una peseta devaluada, una subida de los precios del petróleo muy significativa, una industria eléctrica quebrada y con unas instituciones democráticas “todavía poco sólidas”: “El Gobierno se sentía más impulsado que nunca a hacer una serie de reformas y a modificar las instituciones porque las circunstancias así lo exigían”, ha señalado.

Ignacio Varela, autor de: “Por el cambio, 1972-1982: Cómo Felipe González refundó el PSOE y lo llevó al poder”, considera imposible que se repita una mayoría tan significativa como ocurrió entonces, pero rechaza que este sea el motivo por el que no se logra llegar a acuerdos que busquen realizar cambios estructurales, como tampoco cree que sea culpa de la pluralidad política: “Es imposible abordar cambios de fondo si no se activa algún tipo de mecanismo de concentración trasversal y si no hay lealtad institucional”, indica, y añade: “En España polarización es sinónimo de paralización”.

Varela critica que el PSOE actual “se ha contagiado mucho más de populismo que Podemos de social democracia”, y aunque remarca que no considera el "centrismo" como un movimiento político, si lo ve un punto en el que “confluyen el deseo de la mayoría con la necesidad del país”, un lugar desde el que, a su parecer, gobernaron tanto Felipe González como Aznar en algún momento de su carrera.

Durante la dictadura franquista, los presos, tanto políticos como comunes, sufrían las consecuencias de una legislación anticuada y represiva. La Transición tuvo que abordar el cambio hacia un sistema penitenciario que se ajustara a la Constitución, en el que la reinserción social de los reclusos primara sobre el castigo, y en el que se superaran las graves deficiencias de las prisiones.

En ese tiempo, los presos comunes agrupados en la Coordinadora de Presos en LuchaCOPEL, iniciaron su movimiento particular. Su gran reivindicación fue lograr una amnistía similar a la que se estaba concediendo a los presos políticos. Junto a ella figuraban otras reivindicaciones como la depuración de jueces y funcionarios de prisiones o la mejora de las condiciones de vida.

El punto de inflexión se produjo en la conocida como la batalla de Carabanchel: un motín el 18 de julio de 1977 y en el que cientos de presos permanecieron cuatro días en el tejado de la prisión. Desde entonces, motines, incendios, huelgas de hambre y autolesiones, fueron noticia casi a diario.

La tensión llegó al límite el 14 de marzo de 1978, cuando el militante de la COPEL Agustín Rueda murió a consecuencia de la paliza propinada por algunos funcionarios en Carabanchel. El día 22, los GRAPO asesinaron al director general de Instituciones Penitenciarias, Jesús Haddad, con el que se había iniciado un cambio de rumbo para pacificar las cárceles.

Su sucesor, Carlos García Valdés, llevó a la práctica esas líneas de actuación. Atendió algunas de las reivindicaciones de los presos: permisos de salida, visitas vis a vis, traslado de presos al régimen de segundo o tercer grado cuando era posible, etc. Aunque hubo algún episodio espectacular, como la fuga de 45 presos de la cárcel Modelo de Barcelona, el 2 de junio de 1978, las cárceles se fueron pacificando. Además, el apoyo social a la COPEL se esfumó en un país cada vez más preocupado por la inseguridad ciudadana y el orden público.

En septiembre de 1979, el rey sancionó la Ley General Penitenciaria, la primera ley orgánica de la democracia, prueba de la importancia que las cárceles habían adquirido en los últimos dos años. La transición penitenciaria en España se consolidó y, aunque seguiría habiendo algunos motines y huelgas de hambre, la situación en las cárceles sería ya distinta.