Dos años de guerra. Dos años de combates interminables. De ciudades y pueblos destruidos que han cambiado de manos varias veces. De Rusia a Ucrania. De Ucrania a Rusia. Desde la calle de la muerte de Bucha a la recién conquistada Avdivka o a la arrasada Mariupol. Dos años que han hecho que los fantasmas de la guerra y el rearme vuelvan a sumarse al viejo continente en el enfrentamiento más sangriento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, ya por encima del conflicto de los Balcanes. Dos años que han separado a miles de familias cuyos miembros viven con la incertidumbre de si volverán a ver con vida a sus seres queridos.
Mirósia busca a Perisc, su gata, bajo la cama, mientras su hermano Maxim juega. Luego dibuja a su madre, Alia, que les cuida, mientras Pablo, su padre, lucha contra los rusos en el frente de Zaporiya. Antes vivían en Kramatorsk, pero tras la invasión, tuvieron que marcharse al oeste de Ucrania.
Después de dos años de guerra, Ucrania necesita preparar y enviar constantemente soldados al frente a luchar contra la invasión rusa, y que los más experimentados, como Pablo, pasen cada vez más tiempo en primera línea. Lejos de su mujer, Alia, y de sus dos hijos. Después Pablo regresa al frente. Sus compañeros hacen té mientras él se encarga de los explosivos de los drones con los que destruyen blindados y trincheras rusas. Ello supone jugarse la vida casi a diario, cerca de primera línea. Los francotiradores rusos, la artillería u otros drones son sus mayores enemigos. Esta guerra ha impuesto una nueva forma de matar, la de los drones que pilota Pablo y que llevan la destrucción al otro lado de las líneas rusas. Si es que antes la muerte no les sorprende a ellos.