El mundo no espera a Barack Obama
- La revolución verde iraní, principal sorpresa del año
- La piratería somalí pone en evidencia la impotencia en África
- Rusia y EE.UU. acercan posturas en seguridad y temas nucleares
Europa puso fin a su debate institucional con la aprobación de Lisboa
- Ver también: Así fue 2009 / Lo más destacado del año en Internacional / Resumen en fotos
"Ni un solo país debe tratar de dominar a otro, ningún orden mundial que eleve a un solo país sobre los otros va a tener éxito". Al pronunciar estas palabras ante los líderes mundiales en la Asamblea General de la ONU, Barack Obama también resumía los 'efectos colaterales' de su histórica llegada a la Casa Blanca: tras 2009 será difícil pensar que el cambio en Estados Unidos puede, por sí mismo, hacer cambiar al mundo.
Obama ha ordenado el cierre de Guantánamo, ha inaugurado el diálogo con el mundo árabe en un histórico discurso en la Universidad de El Cairo, ha dado un paso de gigante para la eliminación de los arsenales nucleares y ha metido en el cajón el escudo antimisiles de la era Bush para poner a cero su relación con Rusia.
Sin embargo, mientras tanto Corea del Norte seguía provocando al mundo con sus ensayos nucleares, al igual que Irán, que ha anunciado que tiene una segunda planta de enriquecimiento de uranio, mientras su aliado israelí le 'toreaba' en su pretensión de un congelamiento total de los asentamientos para recuperar el proceso de paz en Oriente Medio.
El presidente afgano Karzai lograba una vergonzosa reelección con votos fraudulentos, sus aliados europeos cambiaban sus sonrisas por malas caras cuando les pidió un mayor esfuerzo en Afganistán y, tras unos meses de tregua, el frente bolivariano rescataba el adjetivo "imperialista" tras su decisión de usar las bases militares en Colombia.
Al menos algo ha ganado su 'poder débil', tal y como dijo en su discurso ante la ONU: ya no es posible culpar a Estados Unidos de todo. Eso sí, ahora también se le puede acusar de ser demasiado blando.
La 'revolución verde' iraní, sorpresa del año
Es lo que han dicho las organizaciones pro derechos humanos al referirse a la visita de Obama a China, en la que temas como el conflicto de los uigures en la provincia occidental de Urumqui, en el que murieron más de 100 personas por las tensiones étnicas con los chinos Han, quedaron en el olvido.
Lo mismo puede decirse de la tensión postelectoral desatada en Irán tras la reelección de Mahmud Ahmadineyad el pasado mes de junio, donde su aparentemente abrumadora victoria con más del 60% de los votos sobre el reformista Mirhussein Mousaví fue seguida de semanas de manifestaciones que fueron apoyadas -tímidamente- por EE.UU. y las potencias occidentales.
Ambos sucesos enseñaron una lección a tener en cuenta para la próxima década: por mucho que se trate de controlar la información, las nuevas herramientas tecnológicas pueden quebrar la autoridad del gobierno más represor.
Las webs de los reformista Karoubi y Mousaví difundieron fotos y videos de las protestas mientras el gobierno de los ayatolás impedían a los periodistas occidentales salir a la calle.
Como Obama con su 'Yes, we can' en 2008, la revolución verde iraní contagió a los jóvenes descontentos con la revolución islámica en su treinta aniversario...aunque Ahmadineyad fue proclamado presidente y la temida guardia revolucionaria iraní comenzó una oleada de detenciones.
Afganistán, foco de preocupación internacional
Pero las acusaciones de fraude electoral no siempre han sido tan cómodas para la comunidad internacional. En Afganistán, los comicios del pasado 20 de agosto pusieron en solfa buena parte del apoyo que las potencias occidentales han dado al presidente Hamid Karzai.
Tras dos meses de tensiones entre los observadores de la ONU y el gobierno, Karzai fue proclamado presidente con deshonor al retirarse su rival, Abdulá Abdulá, por falta de garantías de una segunda vuelta limpia.
La corrupción del ejecutivo de Karzai se ha mostrado como un factor debilitante de la misión de la OTAN y EE.UU. en el país, que ha vivido su año más sangriento desde 2001, gracias a la ofensiva talibán en la zona fronteriza con Pakistán y a la creciente impopularidad de las tropas aliadas entre los afganos por bombardeos indiscriminados sobre civiles como el Kunduz el pasado mes de septiembre.
Para frenar esta situación y tras muchas dudas, Obama hizo caso al comandante en jefe de las tropas en el país y ha ordenado un aumento de 30.000 tropas para 2010 que será reforzado con más de 7.000 de la OTAN.
El objetivo: concentrarse en la protección de las ciudades y el traspaso de poderes a las débiles fuerzas de seguridad afgana en un ambicioso plazo de 18 meses.
Los aliados europeos de Obama solo han respirado con alivio cuando escucharon de su boca la palabra calendario de retirada. Antes, habían mostrado todos sus recelos hacia un aumento de tropas que se hace muy difícil de vender ante sus respectivas opiniones públicas.
Rusia modera el tono
Y es que, a pesar de la 'historia de amor' que en un principio se quiso evocar entre Obama y la Vieja Europa, lo cierto es que la mejora del lenguaje respecto a su antecesor no puede dejar pasar una realidad: para EE.UU. la prioridad ha dejado de ser la UE; ahora son China, Rusia y las potencias emergentes.
Con Rusia, por ejemplo, Obama sí se puede preciar de haber logrado avances significativos. En mayo llegó a un acuerdo histórico con el presidente ruso, Dmitri Medvedev, para eliminar sus arsenales nucleares, que será ratificado a finales de año con la firma de un nuevo tratado de no proliferación más ambicioso que sustituya al START que cerró la Guerra Fría.
Además, gestos como el enterramiento del proyecto del escudo antimisiles en Polonia y República Checa han contribuido a mejorar la relación entre ambas potencias, pese a que Medvedev y Putin siguen jugando a la ambigüedad con la pregunta de cuál de ellos se presentará a las presidenciales de 2012 aún en el aire.
Para tener un interlocutor con peso en Pekín, Washington y Moscú, la Unión Europea salió con dificultades este año de su embrollo institucional al aprobar el Tratado de Lisboa con el sí irlandés en segunda consulta y las dudas checas hasta última hora. Ahora, un belga desconocido, Herman Van Rompuy, presidirá los 27 y será el contacto teórico de Obama, Hu y Medvedev.
Europa busca su sitio
La elección de Rompuy no es más que una autorenuncia de los líderes europeos a tener una sóla voz con peso para seguir haciendo valer la suya a nivel nacional. Entre ellos, la que cotiza al alza es la canciller Merkel, que ha logrado lo que quería: ser reelegida con margen suficiente como para no volver a pactar con los socialdemócratas.
Su vecino francés, Nicolás Sarkozy, ve como su popularidad está en las cotas más bajas pese a que su país se ha defendido relativamente bien de la crisis. Para compensar a rescatado el debate sobre la identidad nacional francesa que puede terminar dándole algún que otro quebradero de cabeza con la minoría musulmana.
Eso sí, le puede queda como consuelo que está bastante mejor que los otros dos líderes de los grandes países europeos: consumido por los escándalos de los gastos de los diputados y sus propios errores, Gordon Brown encara una probable derrota en 2010 frente a los conservadores.
Más margen tiene el italiano Berlusconi, pero sus escándalos personales y la amenaza judicial revivida tras anularse su inmunidad puede sacarle de manera prematura del poder. Sea como fuere, incidentes como la agresión que sufrió en un mitin en Milán muestran la progresiva degradación de la vida política italiana en 2009.
La división latinoamericana
Al otro lado del Atlántico, Latinoamérica también busca su sitio, igualmente frustrada por las esperanzas depositadas inicialmente en Obama, que han quedado calmadas por los hechos.
Las victorias electorales de Correa en Ecuador y Morales en Bolivia han reforzado al frente bolivariano, que, sín embargo, ha tenido una pérdida sensible: la caída por un golpe de estado militar de Manuel Zelaya en Honduras, en un incidente que ha puesto a prueba todos los resortes del continente.
Tras varios meses tratando de volver a su país, Zelaya logró entrar en la embajada de Brasil en Tegucigalpa, en una operación destinada a forzar a los golpistas a aceptar su restitución con el apoyo de la comunidad internacional.
Sin embargo, el gobierno de facto supo mover con inteligencia los resortes de la política estadounidense para convencer a Obama de que aceptase el resultado de las elecciones de noviembre sin que hubiese restitución del presidente constitucional, situando al bando de Zelaya y a Brasil, emergente potencia regional tras lograr los Juegos de 2016 para Río, en una situación incómoda.
Así, en 2009 el intento de una diplomacia Sur-Sur que haga sombra a Obama y a las potencias occidentales que ha impulsado Lula da Silva se ha cerrado con un fracaso mientras al otro lado de ese Sur mental, en África, el problema de la piratería somalí no hace más que aumentar pese a la presencia de barcos militares.
El problema de la piratería
Este año se han capturado más de 40 barcos, de los que una quincena, con 300 tripulantes, siguen en poder de los piratas. Pese a la presión internacional y con el apoyo de despachos de abogados en Europa, han conseguido llegar cada vez más lejos de las costas de Somalia para realizar sus secuestros, poniendo en evidencia hasta qué punto se ha ignorado lo que ocurría en el cuerno de África, donde el gobierno somalí es todo menos un gobierno.
Allí, donde se sitúan los orígenes del presidente Obama, siguen los golpes de Estado como el de Guinea Bissau y situaciones de crisis constante como la de Zimbabue.
Visto desde la perspectiva africana, las palabras de Obama ante la ONU tienen más sentido que nunca para el año que viene: "Si somos honestos con nosotros mismos, es necesario admitir que no hemos estado a la altura de esa responsabilidad"