Yemen, un año de la agonía del régimen de Saleh
- El presidente Saleh ha firmado su renuncia tras tres falsos intentos
- El país, el más pobre del mundo árabe, inicia ahora su democratización
Enlaces relacionados
Con un ataque al palacio presidencial que supuso el mayor desafío en 30 años al gobierno de Alí Abdulá Saleh, los yemeníes lograron lanzar el mensaje contundente que con sus seis meses de manifestaciones no habían logrado: querían el final de la dictadura que ejercía el poder en el país.
Fue el punto de inflexión de su mandato ya que, debido a la gravedad de las heridas sufridas tuvo que salir del país, pero también puso de manifiesto hasta qué punto pretendía aferrarse al poder y luchar contra los que él calificaba de “enemigos tribales”.
A los yemeníes aún les quedaba por delante otros cinco meses para luchar por que se escuchara su grito desperado con el que clamaban derechos, libertades y recursos para vivir en el que es el país más pobre del mundo árabe, donde cerca de la mitad de la población dispone de menos de dos dólares para su día a día.
En su contra, además, está el hecho de que su revolución no ha capturado el interés internacional que sí han logrado Túnez, Egipto o Libia. Conscientes de ello y de lo esencial de contar con un apoyo exterior, los jóvenes yemeníes lanzaron su campaña: "Romper el silencio".
Encabezada por un vídeo, en esta idea, ellos mismos explican al mundo lo que necesitan: instituciones independientes con una judicatura autónoma, la liberación de los cientos de prisioneros políticos que hay en el país, el final de la corrupción y derechos básicos y esenciales tales como un adecuado sistema de salud o una mejor educación.
La complejidad de Yemen
Ellos han conseguido mantener viva la llama de la revolución en su país en el que, además, se ha logrado un hito: las mujeres han sido esenciales en las protestas.
Encabezadas por la premio Nobel de la Paz, Tawakol Karman, que ha fundado la organización de periodistas "Mujeres sin cadenas", pusieron de manifiesto que su lucha era fuerte, estaba unida y que no iba a parar hasta lograr su finalidad.
Pero el país también es consciente de los desafíos latentes que van más allá de la pobreza. En su historia está una compleja reunificación –del norte y sur- que ha dejado en el aire una estructura social ligada a lo tribal y cuenta con uno de los mayores índices de corrupción y analfabetismo de toda Asia.
Por ello, si bien es cierto que el derrocamiento ha unido a los yemeníes por un objetivo común, el país ya vivía un conflicto en el que destaca una cruenta guerra civil en 1994 que no hace sino dificultar más aún una transición pacífica.
Esto ha generado el temor en la ONU a que estemos ante una “nueva Somalia” con el añadido de que, debido a su ubicación geográfica, es un país esencial en la lucha contra Al Qaeda.
Volviendo al papel de Saleh, su figura también supuso en el pasado la personalidad que materializó la unificación del país en el año 1990, algo a lo que él se ha aferrado para poner de manifiesto hasta qué punto su persona era necesaria para mantener la estabilidad en el país.
Confiado en su papel de padre de la patria tras los primeros meses de protestas prometió que no volvería a presentarse a las elecciones y que su hijo tampoco lo haría.
Tal y como hicieron otros líderes que finalmente se vieron abocados a la renuncia, dedujo que sería suficiente con estas medidas y otras tales como la subida de salarios.
Pero, una vez más, esto no bastó y aquí entraron en juego los países vecinos. La implicación del Consejo de Cooperación del Golfo ha llevado a la firma de la renuncia del presidente yemení.
Otro tipo de revuelta
La iniciativa de las monarquías árabes, por la que se le concedería inmunidad a cambio del poder, fue aceptada por Saleh hasta tres veces pero no fue hasta el pasado mes de noviembre cuando realmente el que había sido presidente durante más de 30 años accedió a rubricar su salida del gobierno.
El 23 de noviembre de 2011 Saleh puso fin a un tira y afloja con su pueblo y abrió una nueva etapa para el país que tiene unos plazos bien definidos: 90 días después de la firma, Saleh deberá proceder a la entrega total del poder y el próximo 21 de febrero el país celebrará sus primeras elecciones sin su hasta ahora presidente.
"Me siento feliz de ver que los tanques y vehículos militares se están yendo de la ciudad: es una buena señal". Así describía Ahmed Ateeq, un joven local de Saná, al periódico Yemen Times cómo comenzaba el primer paso hacia la transición: la desmilitarización de las calles.
De otro lado, Saleh también ha concedido una amnistía para todos aquellas personas detenidas por cometer "locuras" durante lo que él califica de "crisis" y ha comunicado su intención de viajar a Estados Unidos para someterse a un tratamiento médico aunque en un primer momento aseguró que lo hacía para "no desviar la atención y permitir al país preparar sus elecciones".
Todos estos pasos no han calmado los ánimos entre los yemeníes, ya que para muchos de ellos su salida del poder no es suficiente y mucho menos la inmunidad que se le ha concedido por su renuncia. Por ello, pese a tener sus miras inmediatas en las elecciones de febrero, siguen reclamando lo que aún consideran que no se les ha concedido: justicia.