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Los vecinos de Majdal Shams, en los Altos del Golán, desean reencontrarse con sus familias tras medio siglo separados por una valla infranqueable. Siria e Israel pactaron en 1974 esta frontera y una zona desmilitarizada, sin que el Estado judío devolviera el terreno arrebatado en la Guerra de los Seis Días. 24.000 drusos sirios residen en la zona ocupada. Ahora se debaten entre la esperanza de una transición en paz en Siria y la incertidumbre del avance israelí.

Foto: La localidad de Majdal Shams, en los Altos del Golán, ocupados por Israel (EFE/Núria Garrido)

Israel controla desde 1974 los Altos del Golán, un territorio estratégico ocupado en la Guerra de los Seis Días y habitado por 24.000 drusos sirios que mayoritariamente se identifican con Siria y rechazan la nacionalidad israelí. Este enclave, a solo 60 kilómetros de Damasco, es clave por razones de seguridad según el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien busca duplicar la población colona en la región. Sin embargo, la ocupación ha generado división y restricciones, como la prohibición de acceso civil en puntos fronterizos que separan familias drusas.

Mientras algunos drusos expresan su arraigo a la tierra más allá de las fronteras políticas, el alcalde de Majdalshams señala que Israel se aprovecha de la debilidad del nuevo Gobierno sirio tras la caída de Bachar al Asad. Pese a las críticas, el líder rebelde, Mohamed Al Golani, ha ratificado la frontera actual, aunque el futuro de los Altos del Golán sigue siendo incierto ante las tensiones políticas y las ambiciones territoriales israelíes.

Las milicias kurdas de Siria, aliadas de Estados Unidos, son una de las grandes beneficiadas de la caída del régimen de Al Asad; fueron claves en la guerra contra el DAESH y vigilan los campamentos en los que están detenidos muchos milicianos yihadistas. Controlan el 30% del territorio en el noreste del país y para el presidente Erdogan son una amenaza porque apoyan a los kurdos turcos, a los que considera terroristas.

IMAGEN: EFE/EPA/ATEF SAFADI

En medio de las tumbas de piedra hay una zona de 20 metros sin inscripciones y sin nombres. En el cementerio de la pequeña localidad de Qutayfah, a 40 km de Damasco, solo unos palos marcan la sepultura de más de 100 de cuerpos. Nadie sabe quiénes son.

Sheigh Abdul, el encargado del cementerio, cuenta a TVE que se trata de una fosa común y que fue él mismo quien los enterró. Asegura que fue obligado a hacerlo por los militares del régimen de Bachar al Asad y dice que algunos de los hombres estaban desnudos y presentaban signos de tortura. "Los hombres de Al Asad trajeron los cuerpos de noche e hicieron un agujero. No querían testigos. Solo estaba yo. Tuve que enterrar a unos 60", recuerda.

Los vecinos de Tadamon tienen dos formas de identificar dónde están las fosas comunes en su barrio. Una de ellas es fijarse en las paredes ennegrecidas al usar neumáticos para quemar los cuerpos. "La otra es porque los perros han desenterrado huesos humanos en al menos dos puntos que hemos podido ver", nos explica Laura Alonso, enviada especial a Siria. Allí ha hablado con algunos de esos vecinos, que confirman que las milicias del régimen traían aquí a los detenidos y les disparaban para que cayeran dentro de una zanja.

La enviada especial a Siria, Laura Alonso, ha entrado en el campo de refugiados de Yarmouk, en Damasco. Allí ha hablado con personas que viven sin luz ni agua, con cargas familiares y que muestran sus casas, completamente calcinadas por dentro. "Ser afortunado en Yarmouk significa tener cuatro paredes, porque la mayoría de edificios solo conservan el esqueleto", nos cuenta Laura. Son muy pocos los que se han decidido a volver a Yarmouk, un campamento palestino azotado por los enfrentamientos entre las milicias y reducido a escombros por la aviación rusa y siria.

"En la España vacía escuché juré a un arriero: "Ojalá te veas como las bombillas, con las tripas ardiendo y el cuello retorcido". Maldecir no está bien, pero algunas maldiciones son expresión artística. Quien solo conociera a Bachar Al Asad por los retratos oficiales, podría confundirlo por el comisionado de Unicef en Siria. Apuntaba maneras pero ahora estamos descubriendo los rincones más lóbregos de su perversidad". Conocemos la 'cara B' de la semana con Juan Carlos Soriano.

En Siria viven más de un millón de cristianos, la mitad que hace años. La guerra expulsó a muchos del país y los que se quedaron confiesan ahora sus temores, a pesar de que las nuevas autoridades aseguran que respetarán a las minorías. El Gobierno islamista ha prometido ser inclusivo y tolerante, pero la población necesita hechos más que palabras para dejar de tener miedo.

Foto: Un grupo de fieles en la misa de domingo en la localidad de Malula, al norte de Damasco (Fadel ITANI/AFP)

La alegría de muchos sirios ha sido evidente en la última semana. Cada día han salido a la calle para celebrar la caída de un régimen que los investigaba y perseguía por sus ideas. Ahora, aunque el futuro es incierto, reivindican su derecho a celebrar que pasan página. Con un nuevo líder interino hasta marzo, el siguiente paso que se han marcado los rebeldes es elaborar una Constitución. En los últimos días los grupos islamistas que están llevando las riendas se esfuerzan por mostrarse moderados ante la comunidad internacional.

Uno de los grandes temas del debate político internacional es la vuelta de los refugiados. Muchos se encuentran en países europeos, que han congelado sus trámites para la solicitud de asilo. Por otro lado, el contexto regional y los bombardeos israelíes, que se han intensificado en los últimos días, no lo ponen fácil. La ONU pide que se levanten las sanciones para aliviar la crisis humanitaria de este país, que tiene el reto de reconstruirse en muchos sentidos

Grupos de cristianos sirios se reúnen su sacerdote como casi todos los domingos para hablar de los temas que les preocupan. El padre Taher, quien conoce la lengua española, les da un mensaje de tranquilidad y les dice que no aceptarán ninguna agresión contra esta comunidad. Según Taher, hay en torno a un millón de cristianos en Siria, y a muchos les asusta pensar que van a tener un gobierno islamista.

Viven en Sednaya, muy cerca de la cárcel donde el régimen de Al Asad mató a miles de opositores. La historia de la cárcel marca también la vida de esta comunidad. "Debemos estar unidos, todas las religiones", dice Rena, una joven cristiana que asegura que el pueblo "se lo debe" tras lo ocurrido en Sednaya. En la localidad han ayudado a muchos de los que fueron liberados de la cárcel. Y nadie les preguntó a qué religión pertenecían.

La mayoría de los ciudadanos están convencidos de que solo una transición inclusiva evitará en este país un nuevo conflicto.

Los colegios de primaria y secundaria y las universidades han reanudado este domingo sus clases en todas las provincias, tras haber permanecido cerrados en la última semana. La enviada especial de RNE a la zona, Laura Alonso, ha visitado una facultad. Los estudiantes dicen que están preocupados pero felices, sobre todo porque ya no está el aparato estudiantil, el órgano del régimen que les presionaba y "que no les representaba", dice un estudiante de filología inglesa. "Es un giro de 180 grados. Afortunadamente, supuestamente, ya somos libres para vivir la mejor vida posible" dice otro. El decano, el mismo que estaba al frente de la facultad con el régimen, habla de "nueva etapa" y tacha de "interesadas" las acusaciones al nuevo gobierno de Al Golani: "Siria es para el todo el pueblo".