El colectivo La Calle fue pionera en programas de reducción del daño cuando empezó a finales de los años 80 y hoy sigue atendiendo a personas drogodependientes, con VIH y otras enfermedades relacionadas con el consumo de sustancias ilegalizadas, personas que ejercen o han ejercido la prostitución. Personas que sufren graves situaciones de exclusión social, como sin-hogarismo, privación de libertad y menores en riesgo pero siempre lo hacen desde el respeto a los tiempos de cada usuario.
En Sevilla, por ejemplo, Marisa es la agente de salud que hace de puente y acompaña a las personas que realmente quieren a iniciar un proceso de rehabilitación o reinserción social. Ella pasó por una experiencia de vida 'vital', matiza, conoció la heroína y el tráfico de esta sustancia pero supo salir de ese mundo. Y ahora vive por y para las personas que por voluntad propia y llegado su momento para ello, quieren salir del mundo viciado en el que viven.
Ahí radica tal vez la diferencia de este colectivo, fusionar la experiencia de vida vital de personas como Marisa con la formación de un trabajador social o una psicóloga para afrontar los casos que a diario les llegan a la asociación. Y quien no pide nada, acude para hacer uso de las taquillas, de los ordenadores, del teléfono o para consultar la documentación que le pueda llegar a la asociación porque muchos al estar en situación de calle son difícilmente localizables.